¿Qué pasa con las fortunas congeladas a los dictadores?
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¿Qué pasa con las fortunas congeladas a los dictadores?
Gadafi, Mubarak, Ben Alí... cuando los déspotas pierden el poder, los bancos internacionales se apresuran a congelar sus cuentas en el extranjero. ¿Pero qué significa exactamente ‘congelar’? ¿Y qué pasa después con esas fortunas? ¿Sirve de algo o solo se trata de una medida cosmética? En plena convulsión del mundo árabe, le contamos la trastienda del dinero más sucio.
Se calcula que, en estos momentos, hay congelados en todo el mundo unos 360 millones de euros en cuentas a nombre de tiranos, o bien de sus parientes y colaboradores. Y puede que sea solo la punta del iceberg. Para organizaciones como Transparencia Internacional, el iceberg ronda los 90.000 millones de euros. Y no deja de crecer. El Banco Mundial estima que, solo de África, cada año se desvía a canales oscuros la cuarta parte del dinero público del continente. Es una sangría.
Repasemos los últimos acontecimientos. Empezando por Túnez. Karly Curcio, economista de Global Financial Integrity, estima que el dinero que se ha volatilizado en ese país debido a la corrupción y los sobornos supera los 840 millones de euros anuales. En enero, cinco días después de la caída de Zine el Abidine Ben Alí, el Gobierno suizo congeló todas las cuentas del ex presidente tunecino e hizo lo mismo con los bienes de su esposa y de otros 48 parientes y amigos; entre ellos, su hombre de confianza, Azid Miled. En Francia, sin embargo, no se tomó ninguna medida contra Azid Miled, porque la ministra gala de Asuntos Exteriores consideraba que no formaba parte de la familia Ben Alí. Claro que a la ministra su relación con Miled -de quien era invitada de lujo- le ha costado el cargo.
La siguiente ficha del dominó en caer fue Mubarak. El presidente egipcio podría haberle robado a su pueblo 30.000 millones de euros. ¿Cómo es posible apropiarse de una suma tan fabulosa? «Olvídense de maletines repletos de billetes que salen del país. Ya no se hace así. Es más sencillo aprovecharse de las transacciones comerciales. Pongamos que un ministerio compra maquinaria al extranjero por un millón de dólares. En lugar de uno se pagan dos y se acuerda con el proveedor que coloque ese millón en una cuenta bancaria en un paraíso fiscal en Bahamas, Jersey o la isla de Man», explica Nicholas Shaxson, analista de la Chatham House londinense. «Mubarak, además, tiene fincas, mansiones, yates y negocios en Londres, Singapur y Dubái, además de en Los Ángeles y Suiza. El problema para los investigadores es que la titularidad de estos bienes está oculta por un cinturón de seguridad de testaferros, empresas tapadera, fundaciones, y cuentas de custodia de, como mínimo, cinco niveles.»
«Pero lo que no podemos perder de vista -subraya Shaxson- es que estamos hablando del expolio de naciones enteras. Y, por el hecho de congelar unos pocos cientos de millones, Suiza, Wall Street y la City de Londres, que son los principales centros de blanqueo de capitales, no deberían desviar la atención del verdadero asunto: la complicidad de los gobiernos occidentales con el saqueo de los países en vías de desarrollo por parte de sus propias élites. Esas cuentas congeladas son solo unas gotas en el océano. Lo importante es que cambie el clima de tolerancia hacia ese pillaje, sobre todo en el Reino Unido, cuya influencia en los paraísos fiscales es enorme.» Así, mientras Suiza anunciaba que congelaba las cuentas de Mubarak nada más ser depuesto, Reino Unido y Estados Unidos -donde los Mubarak concentran la mayoría de sus propiedades- decidieron esperar a que un nuevo gobierno egipcio reclamase los fondos.
Suiza también ha sido muy rápida a la hora de bloquear las cuentas de Muamar Gadafi, alrededor de 435 millones de euros. Pero otra vez conviene mirar la letra pequeña. El clan Gadafi tenía depositados unos 4400 millones en el Banco Nacional Suizo en 2008, pero la crisis diplomática entre los dos países a raíz del arresto en Ginebra de Hannibal, uno de los hijos del líder libio, provocó una frenética actividad de transferencias hacia otros países, entre ellos, Italia, por la amistad de Gadafi con Silvio Berlusconi. La fortuna total de los Gadafi, amasada a lo largo de más de 40 años en el poder de un país que es el cuarto productor de petróleo del mundo, rondaría los 87.000 millones de euros.
En cualquier caso, Suiza parece dispuesta a lavar menos dinero y limpiar así su reputación. Hasta hace no demasiado tiempo, los dictadores podían sentirse tranquilos en Ginebra y Zúrich. Unos jóvenes, parientes del clan de Sani Abacha, antiguo dictador militar de Nigeria, se presentaron una vez en un banco suizo para ingresar alrededor de 215 millones de euros. Cuando se les preguntó por el origen del dinero, se limitaron a contestar que procedían del comercio de hollín... y se quedaron tan anchos.
Pero en los últimos tiempos ha empezado a cambiar. Suiza ha congelado desde mediados de los años 90 unos 1350 millones de euros en cuentas de potentados extranjeros y ha transferido el dinero a los respectivos gobiernos de origen en Perú, Filipinas, Nigeria, Angola, Kazajistán o México. Y hace pocas semanas aprobó una ley histórica, llamada ‘Lex Duvalier’, para acelerar el proceso y que rompe con su tradicional secretismo bancario. Antes de que entrase en vigor, las autoridades extranjeras que reclamaban el dinero estaban obligadas a demostrar el origen ilegal de los fondos depositados en territorio helvético, tarea harto complicada en países Haití o el Congo, cuyos sistemas judiciales se habían hundido durante la dictadura.
http://xlsemanal.finanzas.com/web/articulo.php?id=66698&id_edicion=6147
Se calcula que, en estos momentos, hay congelados en todo el mundo unos 360 millones de euros en cuentas a nombre de tiranos, o bien de sus parientes y colaboradores. Y puede que sea solo la punta del iceberg. Para organizaciones como Transparencia Internacional, el iceberg ronda los 90.000 millones de euros. Y no deja de crecer. El Banco Mundial estima que, solo de África, cada año se desvía a canales oscuros la cuarta parte del dinero público del continente. Es una sangría.
Repasemos los últimos acontecimientos. Empezando por Túnez. Karly Curcio, economista de Global Financial Integrity, estima que el dinero que se ha volatilizado en ese país debido a la corrupción y los sobornos supera los 840 millones de euros anuales. En enero, cinco días después de la caída de Zine el Abidine Ben Alí, el Gobierno suizo congeló todas las cuentas del ex presidente tunecino e hizo lo mismo con los bienes de su esposa y de otros 48 parientes y amigos; entre ellos, su hombre de confianza, Azid Miled. En Francia, sin embargo, no se tomó ninguna medida contra Azid Miled, porque la ministra gala de Asuntos Exteriores consideraba que no formaba parte de la familia Ben Alí. Claro que a la ministra su relación con Miled -de quien era invitada de lujo- le ha costado el cargo.
La siguiente ficha del dominó en caer fue Mubarak. El presidente egipcio podría haberle robado a su pueblo 30.000 millones de euros. ¿Cómo es posible apropiarse de una suma tan fabulosa? «Olvídense de maletines repletos de billetes que salen del país. Ya no se hace así. Es más sencillo aprovecharse de las transacciones comerciales. Pongamos que un ministerio compra maquinaria al extranjero por un millón de dólares. En lugar de uno se pagan dos y se acuerda con el proveedor que coloque ese millón en una cuenta bancaria en un paraíso fiscal en Bahamas, Jersey o la isla de Man», explica Nicholas Shaxson, analista de la Chatham House londinense. «Mubarak, además, tiene fincas, mansiones, yates y negocios en Londres, Singapur y Dubái, además de en Los Ángeles y Suiza. El problema para los investigadores es que la titularidad de estos bienes está oculta por un cinturón de seguridad de testaferros, empresas tapadera, fundaciones, y cuentas de custodia de, como mínimo, cinco niveles.»
«Pero lo que no podemos perder de vista -subraya Shaxson- es que estamos hablando del expolio de naciones enteras. Y, por el hecho de congelar unos pocos cientos de millones, Suiza, Wall Street y la City de Londres, que son los principales centros de blanqueo de capitales, no deberían desviar la atención del verdadero asunto: la complicidad de los gobiernos occidentales con el saqueo de los países en vías de desarrollo por parte de sus propias élites. Esas cuentas congeladas son solo unas gotas en el océano. Lo importante es que cambie el clima de tolerancia hacia ese pillaje, sobre todo en el Reino Unido, cuya influencia en los paraísos fiscales es enorme.» Así, mientras Suiza anunciaba que congelaba las cuentas de Mubarak nada más ser depuesto, Reino Unido y Estados Unidos -donde los Mubarak concentran la mayoría de sus propiedades- decidieron esperar a que un nuevo gobierno egipcio reclamase los fondos.
Suiza también ha sido muy rápida a la hora de bloquear las cuentas de Muamar Gadafi, alrededor de 435 millones de euros. Pero otra vez conviene mirar la letra pequeña. El clan Gadafi tenía depositados unos 4400 millones en el Banco Nacional Suizo en 2008, pero la crisis diplomática entre los dos países a raíz del arresto en Ginebra de Hannibal, uno de los hijos del líder libio, provocó una frenética actividad de transferencias hacia otros países, entre ellos, Italia, por la amistad de Gadafi con Silvio Berlusconi. La fortuna total de los Gadafi, amasada a lo largo de más de 40 años en el poder de un país que es el cuarto productor de petróleo del mundo, rondaría los 87.000 millones de euros.
En cualquier caso, Suiza parece dispuesta a lavar menos dinero y limpiar así su reputación. Hasta hace no demasiado tiempo, los dictadores podían sentirse tranquilos en Ginebra y Zúrich. Unos jóvenes, parientes del clan de Sani Abacha, antiguo dictador militar de Nigeria, se presentaron una vez en un banco suizo para ingresar alrededor de 215 millones de euros. Cuando se les preguntó por el origen del dinero, se limitaron a contestar que procedían del comercio de hollín... y se quedaron tan anchos.
Pero en los últimos tiempos ha empezado a cambiar. Suiza ha congelado desde mediados de los años 90 unos 1350 millones de euros en cuentas de potentados extranjeros y ha transferido el dinero a los respectivos gobiernos de origen en Perú, Filipinas, Nigeria, Angola, Kazajistán o México. Y hace pocas semanas aprobó una ley histórica, llamada ‘Lex Duvalier’, para acelerar el proceso y que rompe con su tradicional secretismo bancario. Antes de que entrase en vigor, las autoridades extranjeras que reclamaban el dinero estaban obligadas a demostrar el origen ilegal de los fondos depositados en territorio helvético, tarea harto complicada en países Haití o el Congo, cuyos sistemas judiciales se habían hundido durante la dictadura.
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