Como si Siria fuera el único país en gasear a sus ciudadanos...
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Como si Siria fuera el único país en gasear a sus ciudadanos...
Como si Siria fuera el único país en gasear a sus ciudadanos...
Por Carme Chaparro 27 ago. 2013 18:17
Bueno, pues ahora va a resultar que Siria es el único gobierno del mundo en utilizar armas químicas contra la población civil.
Acabáramos.
Por eso ahora hay que actuar rápido, rápido, y atacar Siria (tres años y 100.000 muertos después, eso es velocidad de reacción de la comunidad internacional) porque ha gaseado a su propia población.
Como si fueran los únicos.
Bueno, de hecho son los únicos que le importan a quien deben importarle estas cosas (a quien tiene capacidad de respuesta contundente, quiero decir).
Recordemos a Sadam Hussein, quien, mucho, mucho, mucho antes de ser atacado por la comunidad internacional (tanto como 15 años antes) gaseó la localidad kurdo-iraquí de Halabja, provocando, al menos, 5.000 muertos entre la población civil. El encargo se lo hizo al general Ali Hassan al-Mayid(conocido desde entonces como «Alí el Químico», al que premió con un puesto perenne en su gobierno), que utilizó gas mostaza, gas sarín y un largo etcétera de bombas químicas.
La masacre no levantó apenas una voz en contra en toda la comunidad internacional. Claro que por aquel entonces, año 1988, Iraq estaba en el bando de los amigos de Estados Unidos (combatía en la sangrante guerra Irán-Iraq), y la versión que se dio al mundo fue que... fue un accidente. Más tarde se descubrió que las bombas químicas tenían componentes fabricados en países occidentales (incluído Estados Unidos y... sí... España).
Recordemos también a Israel, quizá el aliado más poderoso de los estadounidenses. Contra quien nadie, apenas, se atreve a levantar la voz.
Pero numerosos organismos no gubernamentales, entre ellos el Observatorio de los Derechos Humanos (HRW, Human Right Watch), han denunciado lo que ningún gobierno occidental se atreve: que se han utilizado armas prohibidas contra la población civil palestina, como bombas de fósforo blanco. Este tipo de armamento se usa para camuflar el avance de tropas terrestres, porque crea una densa cortina de humo. Pero lanzado contra la población civil (como todo apunta a que hizo Israel en 2008 y 2009 en Gaza) provocan unas dolorosísimas quemaduras por todo el cuerpo que pueden llegar a causar la muerte. De hecho, en esos ataques fallecieron 500 palestinos y más de 2.000 resultaron heridos. Su uso en contra de civiles está prohibido por la Convención de Ginebra desde hace 30 años.
Pero claro, el único ha sido Al Assad.
Por Carme Chaparro 27 ago. 2013 18:17
Bueno, pues ahora va a resultar que Siria es el único gobierno del mundo en utilizar armas químicas contra la población civil.
Acabáramos.
Por eso ahora hay que actuar rápido, rápido, y atacar Siria (tres años y 100.000 muertos después, eso es velocidad de reacción de la comunidad internacional) porque ha gaseado a su propia población.
Como si fueran los únicos.
Bueno, de hecho son los únicos que le importan a quien deben importarle estas cosas (a quien tiene capacidad de respuesta contundente, quiero decir).
Recordemos a Sadam Hussein, quien, mucho, mucho, mucho antes de ser atacado por la comunidad internacional (tanto como 15 años antes) gaseó la localidad kurdo-iraquí de Halabja, provocando, al menos, 5.000 muertos entre la población civil. El encargo se lo hizo al general Ali Hassan al-Mayid(conocido desde entonces como «Alí el Químico», al que premió con un puesto perenne en su gobierno), que utilizó gas mostaza, gas sarín y un largo etcétera de bombas químicas.
La masacre no levantó apenas una voz en contra en toda la comunidad internacional. Claro que por aquel entonces, año 1988, Iraq estaba en el bando de los amigos de Estados Unidos (combatía en la sangrante guerra Irán-Iraq), y la versión que se dio al mundo fue que... fue un accidente. Más tarde se descubrió que las bombas químicas tenían componentes fabricados en países occidentales (incluído Estados Unidos y... sí... España).
Recordemos también a Israel, quizá el aliado más poderoso de los estadounidenses. Contra quien nadie, apenas, se atreve a levantar la voz.
Pero numerosos organismos no gubernamentales, entre ellos el Observatorio de los Derechos Humanos (HRW, Human Right Watch), han denunciado lo que ningún gobierno occidental se atreve: que se han utilizado armas prohibidas contra la población civil palestina, como bombas de fósforo blanco. Este tipo de armamento se usa para camuflar el avance de tropas terrestres, porque crea una densa cortina de humo. Pero lanzado contra la población civil (como todo apunta a que hizo Israel en 2008 y 2009 en Gaza) provocan unas dolorosísimas quemaduras por todo el cuerpo que pueden llegar a causar la muerte. De hecho, en esos ataques fallecieron 500 palestinos y más de 2.000 resultaron heridos. Su uso en contra de civiles está prohibido por la Convención de Ginebra desde hace 30 años.
Pero claro, el único ha sido Al Assad.
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Re: Como si Siria fuera el único país en gasear a sus ciudadanos...
Y dale con el morbo y el sensacionalismo (a propósito de la matanza de Siria).
Por Carme Chaparro 22 ago. 2013 11:09
Lo he dicho muchas veces, pero insisto una más: no podéis imaginar la cantidad de imágenes terribles que llegan a una redacción de informativos. Ayer Siria fue un buen ejemplo. Varios barrios de la capital, Damasco, fueron atacados con armas químicas (presuntamente por el propio ejército del país). La cifra de muertos -no oficial- supera los 1.300. Muchos de ellos niños.
Un ataque químico no deja sangre, ni heridas de metralla, ni trozos de carne colgando. Deja agonías como la de este niño (la secuencia es muy dura, lo advierto):
Y la de estas otras víctimas, apelotonadas en el suelo de lo que parece un hospital, sin poder recibir asistencia ni medicación adecuada. Irremediablemente abocados a una agonía muy dolorosa:
Obviamente, nada de esto lo mostramos ayer en el informativo. Pero algo había que enseñar. Sí. Alguna imagen teníamos que emitir de esa tragedia, de ese terrible ataque contra la población civil por parte -presuntamente- de su propio gobierno/dictador/ejército.
Porque si no mostramos, aunque sea una pequeña parte del drama, es como si no existiera. Si no emitimos imágenes en las que se intuya el sufrimiento o entrevea a las víctimas, no removeremos conciencias. La televisión es imagen, y lo que no se ve no existe.
Pero os aseguro que intentamos trabajar con la precisión de un cirujano: enseñar el drama en su justa medida (si es que se puede hacer eso). Mostrar para concienciar. En casos así no se puede ser aséptico. No hay imágenes asépticas ni neutras. Un ataque con armas químicas es un ataque con armas químicas. Y punto.
Mirad si no las portadas de hoy de la prensa internacional:
Pero no hace falta irse a Siria, como ayer. Aquí mismo, nuestras calles y carreteras nos dejan accidentes y sucesos con imágenes que superan cualquier película de efectos especiales.
Uno de los primeros temas que me tocó cubrir cuando comencé en Telecinco (allá por enero de 1997) fue un accidente de tráfico con tres víctimas mortales. Los cuerpos habían quedado carbonizados dentro de un coche. Cuando llegamos los estaban sacando. Mi compañero cámara se puso a grabar la escena cuando de repente vimos algo que nos paralizó: uno de los cadáveres que acababan de excarcelar (extendido sobre el asfalto) aún estaba sin cubrir, y de repente le estalló algo en la parte baja del vientre, dejando escapar líquido como si fuera el surtidor de una fuente. "Es la vejiga", nos dijo un bombero, "acaba de reventar con tanta fuerza que ha hecho estallar incluso la piel quemada a su alrededor".
Bienvenidos a la realidad. A lo que se encuentran muchos periodistas en su trabajo diario.
De ese rodaje sólo pudimos emitir cuatro o cinco planos, los más generales, los menos crudos, sí, pero en definitiva imágenes de un accidente con tres muertos. Duras. Amargas. Terribles.
En casos así, yo siempre pienso en la familia de las víctimas. ¿Cómo puedo editar las imágenes para hacerles el menor daño posible?
Los periodistas tenemos que sacar entonces el bisturí e ir separando lo que mostrar y lo que no. Pero una tragedia es una tragedia, un accidente un accidente, y un drama un drama. Y eso no se puede ocultar.
Si hablamos de un accidente de tren se verá el tren y se intuirá a las víctimas. Si contamos una masacre contra la población civil tendremos que mostrar los restos del ataque. Si recordamos el 11S emitiremos imágenes de las torres ardiendo y derrumbándose.
Y, lo siento, pero en casos así no podemos poner margaritas en el campo con música de Bach de fondo.
Esto son las noticias. Esto es la cruda realidad. O parte de la cruda realidad. Porque les filtramos muchas cosas. Se lo aseguro.
Por Carme Chaparro 22 ago. 2013 11:09
Lo he dicho muchas veces, pero insisto una más: no podéis imaginar la cantidad de imágenes terribles que llegan a una redacción de informativos. Ayer Siria fue un buen ejemplo. Varios barrios de la capital, Damasco, fueron atacados con armas químicas (presuntamente por el propio ejército del país). La cifra de muertos -no oficial- supera los 1.300. Muchos de ellos niños.
Un ataque químico no deja sangre, ni heridas de metralla, ni trozos de carne colgando. Deja agonías como la de este niño (la secuencia es muy dura, lo advierto):
Y la de estas otras víctimas, apelotonadas en el suelo de lo que parece un hospital, sin poder recibir asistencia ni medicación adecuada. Irremediablemente abocados a una agonía muy dolorosa:
Obviamente, nada de esto lo mostramos ayer en el informativo. Pero algo había que enseñar. Sí. Alguna imagen teníamos que emitir de esa tragedia, de ese terrible ataque contra la población civil por parte -presuntamente- de su propio gobierno/dictador/ejército.
Porque si no mostramos, aunque sea una pequeña parte del drama, es como si no existiera. Si no emitimos imágenes en las que se intuya el sufrimiento o entrevea a las víctimas, no removeremos conciencias. La televisión es imagen, y lo que no se ve no existe.
Pero os aseguro que intentamos trabajar con la precisión de un cirujano: enseñar el drama en su justa medida (si es que se puede hacer eso). Mostrar para concienciar. En casos así no se puede ser aséptico. No hay imágenes asépticas ni neutras. Un ataque con armas químicas es un ataque con armas químicas. Y punto.
Mirad si no las portadas de hoy de la prensa internacional:
Pero no hace falta irse a Siria, como ayer. Aquí mismo, nuestras calles y carreteras nos dejan accidentes y sucesos con imágenes que superan cualquier película de efectos especiales.
Uno de los primeros temas que me tocó cubrir cuando comencé en Telecinco (allá por enero de 1997) fue un accidente de tráfico con tres víctimas mortales. Los cuerpos habían quedado carbonizados dentro de un coche. Cuando llegamos los estaban sacando. Mi compañero cámara se puso a grabar la escena cuando de repente vimos algo que nos paralizó: uno de los cadáveres que acababan de excarcelar (extendido sobre el asfalto) aún estaba sin cubrir, y de repente le estalló algo en la parte baja del vientre, dejando escapar líquido como si fuera el surtidor de una fuente. "Es la vejiga", nos dijo un bombero, "acaba de reventar con tanta fuerza que ha hecho estallar incluso la piel quemada a su alrededor".
Bienvenidos a la realidad. A lo que se encuentran muchos periodistas en su trabajo diario.
De ese rodaje sólo pudimos emitir cuatro o cinco planos, los más generales, los menos crudos, sí, pero en definitiva imágenes de un accidente con tres muertos. Duras. Amargas. Terribles.
En casos así, yo siempre pienso en la familia de las víctimas. ¿Cómo puedo editar las imágenes para hacerles el menor daño posible?
Los periodistas tenemos que sacar entonces el bisturí e ir separando lo que mostrar y lo que no. Pero una tragedia es una tragedia, un accidente un accidente, y un drama un drama. Y eso no se puede ocultar.
Si hablamos de un accidente de tren se verá el tren y se intuirá a las víctimas. Si contamos una masacre contra la población civil tendremos que mostrar los restos del ataque. Si recordamos el 11S emitiremos imágenes de las torres ardiendo y derrumbándose.
Y, lo siento, pero en casos así no podemos poner margaritas en el campo con música de Bach de fondo.
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