"Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
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"Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPÍTULO 1. UNA VISITA INESPERADA.
El autor cuenta que en "octubre, quiza noviembre de 2008", viernes, pasadas las nueve de la noche, recibió en su despacho de abogado la visita de "un periodista y escritor" que deseaba hablar con él. El encuentro ocurrió en la sala de juntas del bufete y Rocasolano grabó la conversación. "La grabadora es un arma portentonsa contra los que sienten inclinación a desdecirse: abogados, clientes, periodistas..."
El visitante le mostró documentos comprometidos sobre Letizia Ortiz (en lo sucesivo L.O.): los papeles de la clínica abortista Dator. "Cuatro pequeñas cuartillas, mitad de un folio y el expediente médico". L.O le había encargado a él en 2003 ir a la clínica a pedirlos y destruirlos. Rocasolano dice que lo hizo y los quemó en el fregadero de su cocina. Considera que haberle encomendado a un particular como él "la eliminación de unos expedientes que podían poner en peligro la ya escasa respetabilidad de la monarquía, había sido una chapuza". Dice que lo normal hubiera sido encargar eso a los Servicios Secretos. Pero la "enorme chapuza" fue "urdida por Letizia y Felipe para que los reyes no se enterarán y no frustraran una boda que les encantaría haber impedido". O sea, que acusa directamente al Príncipe de haber tramado el engaño.
Los papeles que le mostró el "periodista y escritor" eran fotocopias. Cuando Rocasolano se lo señaló el visitante respondió: "Tengo originales, pero no pretendo hacer chantaje". Lo que pretendía era escribir un libro sobre L.O y que Rocasolano le ayudara. A cambio le ofrecía la mitad de los derechos del libro y que todos los contenidos fueran supervisados por él. Rocasolano le hizo ver que ningún editor español le iba a publicar eso.
Describe al visitante como un idealista de izquierdas que pretendía poner en evidencia la hipocresía del poder. Y lo compara como el primer marido de L.O., Alonso Guerrero, a quien describe como "otro revolucionario de salón. Radicales de interior que no saben por dónde se agarran una hoz o un martillo".
Rocasolano no aceptó la propuesta del visitante. Pero tampoco alertó a Zarzuela de las intenciones de aquel hombre ni de que tenía copias (y según él, originales) de material comprometido sobre L.O. Admite que en otro tiempo hubiera corrido a Palacio para contarlo. Pero para entonces "ya me había hartado de tanto vasallaje, de tantos desprecios familiares, de reconvertir nuestras vidas en altares dedicados a la adoración de una princesa caprichosa".
Sobre la identidad de este "periodista y escritor" dice que tiró a la papelera la tarjeta de visita y que no la recuerda. El nombre era "bastante corriente". Obviamente, miente: ¿grabas la conversación, te vienen con un asunto comprometido y no te "acuerdas" del nombre?. No quiere acordarse, más bien.
"Año y pico" después contactó con él el conocido editor izquierdista Ramón Akal y lo citó en la sede del Grupo Akal, en Tres Cantos, Madrid. Akal también tenía material documental comprometido sobre L.O, incluidos los papeles dela Clínica Dator. La propuesta de Akal era la siguiente:
"Tú escribes lo que quieras, la historia de tu familia desde dentro. Eres únicamente autor del texto. La documentación que se aporte será responsabilidad exclusiva del editor (...) Ya está bien de obispos hipócritas coronando princesas y pidiendo a la vez que se derogue la ley del aborto".
Rocasolano aceptó el 4 de febrero de 2010 y le dijo a Akal si era consciente de que le iban a cerra la editorial.
"Ya veremos", respondió el editor.
El autor cuenta que en "octubre, quiza noviembre de 2008", viernes, pasadas las nueve de la noche, recibió en su despacho de abogado la visita de "un periodista y escritor" que deseaba hablar con él. El encuentro ocurrió en la sala de juntas del bufete y Rocasolano grabó la conversación. "La grabadora es un arma portentonsa contra los que sienten inclinación a desdecirse: abogados, clientes, periodistas..."
El visitante le mostró documentos comprometidos sobre Letizia Ortiz (en lo sucesivo L.O.): los papeles de la clínica abortista Dator. "Cuatro pequeñas cuartillas, mitad de un folio y el expediente médico". L.O le había encargado a él en 2003 ir a la clínica a pedirlos y destruirlos. Rocasolano dice que lo hizo y los quemó en el fregadero de su cocina. Considera que haberle encomendado a un particular como él "la eliminación de unos expedientes que podían poner en peligro la ya escasa respetabilidad de la monarquía, había sido una chapuza". Dice que lo normal hubiera sido encargar eso a los Servicios Secretos. Pero la "enorme chapuza" fue "urdida por Letizia y Felipe para que los reyes no se enterarán y no frustraran una boda que les encantaría haber impedido". O sea, que acusa directamente al Príncipe de haber tramado el engaño.
Los papeles que le mostró el "periodista y escritor" eran fotocopias. Cuando Rocasolano se lo señaló el visitante respondió: "Tengo originales, pero no pretendo hacer chantaje". Lo que pretendía era escribir un libro sobre L.O y que Rocasolano le ayudara. A cambio le ofrecía la mitad de los derechos del libro y que todos los contenidos fueran supervisados por él. Rocasolano le hizo ver que ningún editor español le iba a publicar eso.
Describe al visitante como un idealista de izquierdas que pretendía poner en evidencia la hipocresía del poder. Y lo compara como el primer marido de L.O., Alonso Guerrero, a quien describe como "otro revolucionario de salón. Radicales de interior que no saben por dónde se agarran una hoz o un martillo".
Rocasolano no aceptó la propuesta del visitante. Pero tampoco alertó a Zarzuela de las intenciones de aquel hombre ni de que tenía copias (y según él, originales) de material comprometido sobre L.O. Admite que en otro tiempo hubiera corrido a Palacio para contarlo. Pero para entonces "ya me había hartado de tanto vasallaje, de tantos desprecios familiares, de reconvertir nuestras vidas en altares dedicados a la adoración de una princesa caprichosa".
Sobre la identidad de este "periodista y escritor" dice que tiró a la papelera la tarjeta de visita y que no la recuerda. El nombre era "bastante corriente". Obviamente, miente: ¿grabas la conversación, te vienen con un asunto comprometido y no te "acuerdas" del nombre?. No quiere acordarse, más bien.
"Año y pico" después contactó con él el conocido editor izquierdista Ramón Akal y lo citó en la sede del Grupo Akal, en Tres Cantos, Madrid. Akal también tenía material documental comprometido sobre L.O, incluidos los papeles dela Clínica Dator. La propuesta de Akal era la siguiente:
"Tú escribes lo que quieras, la historia de tu familia desde dentro. Eres únicamente autor del texto. La documentación que se aporte será responsabilidad exclusiva del editor (...) Ya está bien de obispos hipócritas coronando princesas y pidiendo a la vez que se derogue la ley del aborto".
Rocasolano aceptó el 4 de febrero de 2010 y le dijo a Akal si era consciente de que le iban a cerra la editorial.
"Ya veremos", respondió el editor.
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPITULO 2. LA VISITA DE LA CONFESIÓN
A principios de septiembre de 2003 (el compromiso fue anunciado el 1 de noviembre) Rocasolano fue convocado a Zarzuela II por el Príncipe y L.O. Fue recibido en el gran salón de la planta baja, con la pareja de tórtolos sentados muy juntos en un sofá. Los dos estaban nerviosos y con aspecto de haber dormido mal. L.O. lo puso al tanto del tema del aborto en Dator, que el Príncipe había sabido muy recientemente. No podían encargarle aquel paquete a nadie del entorno de Felipe, ni a los Servicios del Estado, porque llegaría a conocimiento de los Reyes. Y si trascendía “es muy probable que esto no siga adelante”, dijo L.O.
Rocasolano cree que el padre de la criatura abortada era David Tejera. Más tarde se enteró de que L.O. no había llegado a decirle a su entonces compañero que estaba embarazada y había tomado la decisión de abortar de modo unilateral.
Rocasolano valora políticamente lo que estaba haciendo el Príncipe: “Felipe estaba traicionando al rey y a la reina. Ocultando unos hechos que, si en el futuro salían a la luz, podrían complicar la sucesión. Estábamos dando un pequeño golpe de estado íntimo y muy arriesgado”.
El autor creía, ya entonces, que aquella huella iba a ser casi imposible de borrar. Aunque consiguiera que en la clínica le dieran la documentación, nadie le podía asegurar que la iban a eliminar por completo. O que algún trabajador que no se hubiera quedado con copia del expediente de la conocida presentadora de televisión, “unos documentos que en el mercado negro podrían alcanzar un valor considerable en cuanto se hiciera público el compromiso”.
Rocasolano recurrió a la Ley de Protección de Datos para solicitar a la clínica que le dieran los papeles y se eliminaran los rastros informáticos. El 22 de octubre fue convocado a una reunión por la gerente de la clínica, llamada –en semejante sitio- “María Virtudes”. Le dieron los papeles y le aseguraron que habían eliminado los rastros informáticos. “Pero yo no estaba tan seguro”, dice Rocasolano.
Durante aquellas semanas “recibía llamadas de L. a diario. Estaba cada vez más nerviosa. Más crispada. Más autoritaria. Siempre había sido así con sus cosas, pero en esta ocasión empezaba a hacerse insufrible.”
Rocasolano dice que creía al Príncipe en una posición con fuerza suficiente como para echar tierra a aquel asunto. Pero el problema principal era la Iglesia. “Las relaciones entre Monarquía e Iglesia, y lo que es peor, entre la monarquía y los ciudadanos católicos, difícilmente podrían salir indemnes del conocimiento de que la futura reina de España fue abortista”. Rocasolano está convencido de que L.O. se casó en la Almudena estando excomulgada. El canon de Derecho canónico de 1938 es explícito: “quien procura el aborto, si este se produce, incurre en excomunión latae sentenciae”, o sea, sin necesidad de declaración por una autoridad eclesiástica. “Letizia podría haber solicitado la absolución a Monseñor Rouco Varela, pero por la forma en que se desarrollaron los hechos no creo ni que se planteara seguir esa vía”.
Cuenta también que Jaime Alfonsín, el secretario personal del Príncipe, lo llamó para conocer datos del divorcio de L.O. y su primer marido. No había nada particular. Fue un divorcio consensuado.
A principios de septiembre de 2003 (el compromiso fue anunciado el 1 de noviembre) Rocasolano fue convocado a Zarzuela II por el Príncipe y L.O. Fue recibido en el gran salón de la planta baja, con la pareja de tórtolos sentados muy juntos en un sofá. Los dos estaban nerviosos y con aspecto de haber dormido mal. L.O. lo puso al tanto del tema del aborto en Dator, que el Príncipe había sabido muy recientemente. No podían encargarle aquel paquete a nadie del entorno de Felipe, ni a los Servicios del Estado, porque llegaría a conocimiento de los Reyes. Y si trascendía “es muy probable que esto no siga adelante”, dijo L.O.
Rocasolano cree que el padre de la criatura abortada era David Tejera. Más tarde se enteró de que L.O. no había llegado a decirle a su entonces compañero que estaba embarazada y había tomado la decisión de abortar de modo unilateral.
Rocasolano valora políticamente lo que estaba haciendo el Príncipe: “Felipe estaba traicionando al rey y a la reina. Ocultando unos hechos que, si en el futuro salían a la luz, podrían complicar la sucesión. Estábamos dando un pequeño golpe de estado íntimo y muy arriesgado”.
El autor creía, ya entonces, que aquella huella iba a ser casi imposible de borrar. Aunque consiguiera que en la clínica le dieran la documentación, nadie le podía asegurar que la iban a eliminar por completo. O que algún trabajador que no se hubiera quedado con copia del expediente de la conocida presentadora de televisión, “unos documentos que en el mercado negro podrían alcanzar un valor considerable en cuanto se hiciera público el compromiso”.
Rocasolano recurrió a la Ley de Protección de Datos para solicitar a la clínica que le dieran los papeles y se eliminaran los rastros informáticos. El 22 de octubre fue convocado a una reunión por la gerente de la clínica, llamada –en semejante sitio- “María Virtudes”. Le dieron los papeles y le aseguraron que habían eliminado los rastros informáticos. “Pero yo no estaba tan seguro”, dice Rocasolano.
Durante aquellas semanas “recibía llamadas de L. a diario. Estaba cada vez más nerviosa. Más crispada. Más autoritaria. Siempre había sido así con sus cosas, pero en esta ocasión empezaba a hacerse insufrible.”
Rocasolano dice que creía al Príncipe en una posición con fuerza suficiente como para echar tierra a aquel asunto. Pero el problema principal era la Iglesia. “Las relaciones entre Monarquía e Iglesia, y lo que es peor, entre la monarquía y los ciudadanos católicos, difícilmente podrían salir indemnes del conocimiento de que la futura reina de España fue abortista”. Rocasolano está convencido de que L.O. se casó en la Almudena estando excomulgada. El canon de Derecho canónico de 1938 es explícito: “quien procura el aborto, si este se produce, incurre en excomunión latae sentenciae”, o sea, sin necesidad de declaración por una autoridad eclesiástica. “Letizia podría haber solicitado la absolución a Monseñor Rouco Varela, pero por la forma en que se desarrollaron los hechos no creo ni que se planteara seguir esa vía”.
Cuenta también que Jaime Alfonsín, el secretario personal del Príncipe, lo llamó para conocer datos del divorcio de L.O. y su primer marido. No había nada particular. Fue un divorcio consensuado.
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPITULO 3. EL ABUELO TAXISTA Y EL SALVADOR
El capítulo 3 trata de recuerdos e historias familiares. El autor cuenta que tanto los Ortiz como los Rocasolano proceden de familias republicanas. Pero se trataba de un republicanismo “más posturero que combativo, más genético que ideológico”. El mito del acendrado republicanismo familiar es “producto de las exaltación biográfica a la que nos sometieron los medios de comunicación”. De hecho, cuando L.O. emparentó con los Borbones el abuelo Rocasolano se convirtió “en monárquico recalcitrante”. “Ahora tenemos que salvaguardar nuestros intereses, David. Nuestros intereses”, recalcaba el abuelete.
Cuenta recuerdos de la vida familiar de sus tíos y sus primas. La separación de los padres y cómo eso deterioró la relación de L.O. con su progenitor, que nunca le perdonó. Las dificultades económicas de la familia Ortiz-Rocasolano y la dura lucha por salir adelante. La relación con sus primas… Chafardeos sin mayor interés.
Habla de la famosa abuela Menchu, galardonada con un importante premio periodístico hace no mucho. “Menchu calificada como una histórica de la radio española tras el compromiso principesco, era tan sólo una digna locutora de provincias que presentó durante 40 años programas de entretenimiento para amas de casa. A Letizia esos programas jamás le interesaron en absoluto”. Según Rocasolano, lo que alimentó su vocación periodística fue el trabajo de reportero de su padre.
Poco más de sustancia. Tal vez las descripciones de los arrebatos coléricos de L.O cuando alguien le llevaba la contraria. O lo violenta que podía llegar a ser en las broncas (“Como vuelvas a llamarle hijo de pxxxx a mi padre, te mato”, en medio de una pelea a palos). O que a la llamaban de adolescente “La Grulla” por lo flaca y huesuda que era.
El capítulo 3 trata de recuerdos e historias familiares. El autor cuenta que tanto los Ortiz como los Rocasolano proceden de familias republicanas. Pero se trataba de un republicanismo “más posturero que combativo, más genético que ideológico”. El mito del acendrado republicanismo familiar es “producto de las exaltación biográfica a la que nos sometieron los medios de comunicación”. De hecho, cuando L.O. emparentó con los Borbones el abuelo Rocasolano se convirtió “en monárquico recalcitrante”. “Ahora tenemos que salvaguardar nuestros intereses, David. Nuestros intereses”, recalcaba el abuelete.
Cuenta recuerdos de la vida familiar de sus tíos y sus primas. La separación de los padres y cómo eso deterioró la relación de L.O. con su progenitor, que nunca le perdonó. Las dificultades económicas de la familia Ortiz-Rocasolano y la dura lucha por salir adelante. La relación con sus primas… Chafardeos sin mayor interés.
Habla de la famosa abuela Menchu, galardonada con un importante premio periodístico hace no mucho. “Menchu calificada como una histórica de la radio española tras el compromiso principesco, era tan sólo una digna locutora de provincias que presentó durante 40 años programas de entretenimiento para amas de casa. A Letizia esos programas jamás le interesaron en absoluto”. Según Rocasolano, lo que alimentó su vocación periodística fue el trabajo de reportero de su padre.
Poco más de sustancia. Tal vez las descripciones de los arrebatos coléricos de L.O cuando alguien le llevaba la contraria. O lo violenta que podía llegar a ser en las broncas (“Como vuelvas a llamarle hijo de pxxxx a mi padre, te mato”, en medio de una pelea a palos). O que a la llamaban de adolescente “La Grulla” por lo flaca y huesuda que era.
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPITULO 4 – LA PERIODISTA
En este capítulo Rocasolano habla de L.O y su vocación periodística. De adolescente su sueño era ser reportera de guerra a lo Pérez-Reverte y convertirse en una estrella de la pequeña pantalla. Las precariedades materiales de su familia trabajadora le resultaban duras porque ella deseaba una vida de éxito material y social. Y persiguió esa otra vida con tenacidad.
El autor cuenta que la relación de L.O con su profesor de instituto comenzó cuando ella tenía 17 o 18 años y él rondando los 30. Más que una pareja en sentido convencional, ella buscaba un mentor, “un profesor particular las 24 horas del día, un tío que le abriera los ojos a todo lo que ella desconocía”. Describe a Guerrero como un hombre muy culto, muy leído. En lo ideológico era un “anticlerical furibundo” y un revolucionario de salón, “un radical de izquierdas que riega las macetas, respeta los semáforos, paga sus impuestos y no levanta la voz”.
La relación de L.O y Guerrero duró 10 años, pero hubo múltiples altibajos: vivían juntos, se separaban, se volvían a reconciliar… El problema básico era una forma muy distinta de ver la vida. L.O. no entendía la falta de ambición de Guerrero, como no usaba su cultura y su talento para escribir cosas comerciales. Y él “despreciaba los impulsos arribistas de Letizia por alcanzar el éxito periodístico, la fama, el dinero y la consideración social”.
Cuando se licenció, L.O. consiguió una beca para continuar sus estudios en México. Ella hubiera preferido ir a EEUU, pero su mal inglés la condujo a otro país hispanohablante. Los estudios fueron la excusa, lo que ella quería es empezar a escribir en un periódico. Consiguió un trabajo en una publicación cultural, Tentaciones, donde se le encargó hacer entrevistas a escritores y artistas y reportajes sobre la vida nocturna de la Guadalajara mexicana. Durante el año que ella estuvo en México, Rocasolano no tuvo ningún contacto con ella.
Cuando volvió a Madrid, “estaba totalmente desubicada”. Encontró un trabajo en un canal financiero llamado Bloomerang TV y volvió con Guerrero. Se compraron un piso y en 1998 decidieron casarse. La familia se enteró el día de la boda de que los padres de L.O. iban a divorciarse.
Su cambio de suerte se produjo con su entrada en CNN+, del Grupo Prisa. El director de informativos, Francisco Basterra, la llamó para que participara en un casting. La eligieron para presentar el telediario de la mañana. El libro no explica de qué conocía Basterra a la oscura principiante. Las condiciones económicas no eran buenas, pero aquella era su primera gran oportunidad de convertirse en un rostro conocido y se la trabajó a conciencia. Aunque siempre parecía atenazada por su temperamento ansioso. “Aunque no lo aparente, Letizia es una persona insegura, bastante frágil, y que incluso sufre ciertos inexplicables complejos físicos”.
Meses después de empezar su andadura como presentadora, su unión con Guerrero se fue al garete. Rocasolano tramitó el divorcio y a principios de noviembre de 2000 se reunió con los dos en los juzgados de Arganda para que ratificaran su convenio. “Letizia salió de Arganda como alma que lleva el diablo, pasando página lo más rápido que pudo”. No es persona que exteriorice el sufrimiento: “fría, orgullosa, cabeza alta, indestructible”. Guerrero, en cambio, se mostraba más melancólico. “Prefiero no contarte cómo es tu prima. Todo pasará, el tiempo lo cura todo”. La ruptura fue “fría”.
Los papeles del matrimonio de L.O. con Guerrero que Rocasolano tenía (certificado de matrimonio, sentencia de separación y divorcio, convenio) acabaron en un archivador de un sótano, sin ninguna medida especial de seguridad. Rocasolano dice que nadie le pidió copia de nada para guardarla en ninguna caja fuerte.
L.O. se compró un pequeño piso de soltera en Vicálvaro por mediación del primo. Juntos fueron a firmar la escritura al notario. Rocasolano describe lo acomplejada que L.O. se sentía por su situación económica frente a otros compañeros más pudientes. “El barrio, lo pequeño que es…Me da un poco de vergüenza”. No mucho después empezó a sentirse una estrella de la televisión y nunca llevaba a nadie a su piso “proletario”. De hecho, “jamás tuvo más muebles que un pequeño sofá y una cama de matrimonio. En cierto modo, Letizia nunca vivió allí. Era un lugar de paso”.
Prefería la casa de Tejera, otro periodista de CNN+ que se convirtió en su nueva pareja. La relación era completamente distinta a la que tuvo con Guerrero, el profesor y amante con quien ella era “atenta, aplicada y obediente”. Tejera era un compañero de profesión ambicioso e independiente, “agradable, divertido y muy amable”, además de mujeriego. La impresión de Rocasolano es que en aquella relación había una química sexual muy intensa entre ambos, pero muy pocas ganas de comprometerse afectivamente. “Mi prima, contradictoria impenitente, deseaba mantener su libertad mientras intentaba controlar la de David. Sus discusiones por esta causa eran más que habituales, incluso en presencia de testigos”. Ella llegaba al histerismo en aquellas broncas.
En 2001 L.O. entra en Televisión Española. Ni una palabra sobre cómo lo consigue, quién es su padrino. Comenzó a presentar el Informe Semanal en verano y luego pasó a formar parte del equipo del telediario. Su situación económica mejoró considerablemente. Y ella empezó a hablarle de un misterioso diplomático, “un tío importante”, con quien había empezado a relacionarse. A veces le hablaba de escapadas a Lausana, a Chipre o a Nueva York hechas en compañía de este individuo.
En julio de 2003, en un restaurante italiano del Paseo de la Habana de Madrid, L.O. les contó a Rocasolano y su pareja de entonces que el supuesto diplomático era, en realidad, el Príncipe de Asturias.
Rocasolano valoró aquella historia como hubiera hecho cualquier mortal con sentido común. “Pero qué cxxx se va a casar el Príncipe con Letizia”, le dijo a su compañera. “No digas chorradas. Le va a echar unos polvos y adiós cristiana”. Pero a su pareja le había llamado la atención que ella hablaba del asunto muy seria. En los pasillos de TVE la apodaban la “Ambición Rubia”, “Fictizia” y “Mortizia”.
En septiembre de 2003 (a la par que andaban buscando cómo borrar las huellas de la clínica Dator) L.O. da el gran salto al telediario de la noche, que pasó a presentar con el director de informativos de TVE Alfredo Urdaci. A pesar de que él fue luego presumiendo de amistad con L.O., ella lo detestaba y Rocasolano jamás la oyó decir una palabra amable sobre él. Sin embargo, L.O. “se apuntaba a cualquier fiesta o sarao a los que la invitaran sus jefes”. Lo hacía por puro cálculo, por puro interés. “A mí, Alfredo me sirve para estar donde estoy…Lo único malo es que me relacionan demasiado con él”.
Vista desde hoy, y desde las manipulaciones que ella ha exigido en lo tocante a sí misma desde que entró en Zarzuela, la cosa más llamativa es que echaba pestes de las manipulaciones de Urdaci a favor del gobierno de turno. “No lo aguanto más. Estamos haciendo el ridículo –se quejaba de la constante manipulación a la que sometía Urdaci toda información sensible para el Gobierno-. La información ha de ser objetiva –argumentaba”.
En este capítulo Rocasolano habla de L.O y su vocación periodística. De adolescente su sueño era ser reportera de guerra a lo Pérez-Reverte y convertirse en una estrella de la pequeña pantalla. Las precariedades materiales de su familia trabajadora le resultaban duras porque ella deseaba una vida de éxito material y social. Y persiguió esa otra vida con tenacidad.
El autor cuenta que la relación de L.O con su profesor de instituto comenzó cuando ella tenía 17 o 18 años y él rondando los 30. Más que una pareja en sentido convencional, ella buscaba un mentor, “un profesor particular las 24 horas del día, un tío que le abriera los ojos a todo lo que ella desconocía”. Describe a Guerrero como un hombre muy culto, muy leído. En lo ideológico era un “anticlerical furibundo” y un revolucionario de salón, “un radical de izquierdas que riega las macetas, respeta los semáforos, paga sus impuestos y no levanta la voz”.
La relación de L.O y Guerrero duró 10 años, pero hubo múltiples altibajos: vivían juntos, se separaban, se volvían a reconciliar… El problema básico era una forma muy distinta de ver la vida. L.O. no entendía la falta de ambición de Guerrero, como no usaba su cultura y su talento para escribir cosas comerciales. Y él “despreciaba los impulsos arribistas de Letizia por alcanzar el éxito periodístico, la fama, el dinero y la consideración social”.
Cuando se licenció, L.O. consiguió una beca para continuar sus estudios en México. Ella hubiera preferido ir a EEUU, pero su mal inglés la condujo a otro país hispanohablante. Los estudios fueron la excusa, lo que ella quería es empezar a escribir en un periódico. Consiguió un trabajo en una publicación cultural, Tentaciones, donde se le encargó hacer entrevistas a escritores y artistas y reportajes sobre la vida nocturna de la Guadalajara mexicana. Durante el año que ella estuvo en México, Rocasolano no tuvo ningún contacto con ella.
Cuando volvió a Madrid, “estaba totalmente desubicada”. Encontró un trabajo en un canal financiero llamado Bloomerang TV y volvió con Guerrero. Se compraron un piso y en 1998 decidieron casarse. La familia se enteró el día de la boda de que los padres de L.O. iban a divorciarse.
Su cambio de suerte se produjo con su entrada en CNN+, del Grupo Prisa. El director de informativos, Francisco Basterra, la llamó para que participara en un casting. La eligieron para presentar el telediario de la mañana. El libro no explica de qué conocía Basterra a la oscura principiante. Las condiciones económicas no eran buenas, pero aquella era su primera gran oportunidad de convertirse en un rostro conocido y se la trabajó a conciencia. Aunque siempre parecía atenazada por su temperamento ansioso. “Aunque no lo aparente, Letizia es una persona insegura, bastante frágil, y que incluso sufre ciertos inexplicables complejos físicos”.
Meses después de empezar su andadura como presentadora, su unión con Guerrero se fue al garete. Rocasolano tramitó el divorcio y a principios de noviembre de 2000 se reunió con los dos en los juzgados de Arganda para que ratificaran su convenio. “Letizia salió de Arganda como alma que lleva el diablo, pasando página lo más rápido que pudo”. No es persona que exteriorice el sufrimiento: “fría, orgullosa, cabeza alta, indestructible”. Guerrero, en cambio, se mostraba más melancólico. “Prefiero no contarte cómo es tu prima. Todo pasará, el tiempo lo cura todo”. La ruptura fue “fría”.
Los papeles del matrimonio de L.O. con Guerrero que Rocasolano tenía (certificado de matrimonio, sentencia de separación y divorcio, convenio) acabaron en un archivador de un sótano, sin ninguna medida especial de seguridad. Rocasolano dice que nadie le pidió copia de nada para guardarla en ninguna caja fuerte.
L.O. se compró un pequeño piso de soltera en Vicálvaro por mediación del primo. Juntos fueron a firmar la escritura al notario. Rocasolano describe lo acomplejada que L.O. se sentía por su situación económica frente a otros compañeros más pudientes. “El barrio, lo pequeño que es…Me da un poco de vergüenza”. No mucho después empezó a sentirse una estrella de la televisión y nunca llevaba a nadie a su piso “proletario”. De hecho, “jamás tuvo más muebles que un pequeño sofá y una cama de matrimonio. En cierto modo, Letizia nunca vivió allí. Era un lugar de paso”.
Prefería la casa de Tejera, otro periodista de CNN+ que se convirtió en su nueva pareja. La relación era completamente distinta a la que tuvo con Guerrero, el profesor y amante con quien ella era “atenta, aplicada y obediente”. Tejera era un compañero de profesión ambicioso e independiente, “agradable, divertido y muy amable”, además de mujeriego. La impresión de Rocasolano es que en aquella relación había una química sexual muy intensa entre ambos, pero muy pocas ganas de comprometerse afectivamente. “Mi prima, contradictoria impenitente, deseaba mantener su libertad mientras intentaba controlar la de David. Sus discusiones por esta causa eran más que habituales, incluso en presencia de testigos”. Ella llegaba al histerismo en aquellas broncas.
En 2001 L.O. entra en Televisión Española. Ni una palabra sobre cómo lo consigue, quién es su padrino. Comenzó a presentar el Informe Semanal en verano y luego pasó a formar parte del equipo del telediario. Su situación económica mejoró considerablemente. Y ella empezó a hablarle de un misterioso diplomático, “un tío importante”, con quien había empezado a relacionarse. A veces le hablaba de escapadas a Lausana, a Chipre o a Nueva York hechas en compañía de este individuo.
En julio de 2003, en un restaurante italiano del Paseo de la Habana de Madrid, L.O. les contó a Rocasolano y su pareja de entonces que el supuesto diplomático era, en realidad, el Príncipe de Asturias.
Rocasolano valoró aquella historia como hubiera hecho cualquier mortal con sentido común. “Pero qué cxxx se va a casar el Príncipe con Letizia”, le dijo a su compañera. “No digas chorradas. Le va a echar unos polvos y adiós cristiana”. Pero a su pareja le había llamado la atención que ella hablaba del asunto muy seria. En los pasillos de TVE la apodaban la “Ambición Rubia”, “Fictizia” y “Mortizia”.
En septiembre de 2003 (a la par que andaban buscando cómo borrar las huellas de la clínica Dator) L.O. da el gran salto al telediario de la noche, que pasó a presentar con el director de informativos de TVE Alfredo Urdaci. A pesar de que él fue luego presumiendo de amistad con L.O., ella lo detestaba y Rocasolano jamás la oyó decir una palabra amable sobre él. Sin embargo, L.O. “se apuntaba a cualquier fiesta o sarao a los que la invitaran sus jefes”. Lo hacía por puro cálculo, por puro interés. “A mí, Alfredo me sirve para estar donde estoy…Lo único malo es que me relacionan demasiado con él”.
Vista desde hoy, y desde las manipulaciones que ella ha exigido en lo tocante a sí misma desde que entró en Zarzuela, la cosa más llamativa es que echaba pestes de las manipulaciones de Urdaci a favor del gobierno de turno. “No lo aguanto más. Estamos haciendo el ridículo –se quejaba de la constante manipulación a la que sometía Urdaci toda información sensible para el Gobierno-. La información ha de ser objetiva –argumentaba”.
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPÍTULO V. Y EL CUENTO ERA VERDAD.
El capítulo V relata el anunció de compromiso matrimonial de L.O. y el Príncipe y la petición de mano. Es un capítulo con escenas de carcajada, pero a la vez ácido en la crítica y, también, amargo. Es difícil no sentir compasión por la situación en que colocaron a una familia humilde, transplantándola en las sofisticadas pejigueradas palaciegas.
El compromiso pilló a los Ortiz-Rocasolano por sorpresa. Aunque sabían que L. estaba liada con el Príncipe de Asturias, y aunque la habían oído hablar de culminar con éxito aquella historia, ninguno se lo acababa de creer. Hizo falta que se enteraran por la televisión del anuncio. En las últimas semanas “Letizia había empezado a volverse muy recelosa y reservada”. El primo también se quedó helado. Y sólo fue capaz de hacer un comentario: “Letizia se va a cargar a mi familia”.
El día de la petición de mano los Ortiz-Rocasolano fueron recogidos de sus casas por coches oficiales de Zarzuela con las lunas tintadas. Cuando el primo y su pareja llegaron al Pardo, “empezamos a ver gente agolpada a ambos lados de las aceras, con banderas españolas y pancartas de apoyo a la monarquía. Es asombroso. Creo que jamás he oído a ningún español hablar bien de la monarquía en un bar, en una comida de trabajo o en una boda. Sin embargo, allí había miles de personas gritando a nuestro paso “Viva el Rey”.
En Palacio los recibió el Jefe de Protocolo de la Casa del Rey. La descripción del personaje es cómica. A las parejas de hecho las transformaron en “Señores de”. Les anunciaron la llegada de la Familia Real, con todos su títulos de Altezas y Majestades y los adiestraron en cómo debían dirigirse en público a “Doña Letizia” en los sucesivo: agachando la cabeza o con una genuflexión. “Ahí empecé a cabrearme con tanto protocolo. ¿Qué sensación te queda en el cuerpo cuando te llega un señor que no conoces de nada y te ordena que agaches la cabeza ante tu prima? Yo nunca lo he hecho ni lo haré. Yo no agacho la cabeza ante nadie”. Por último, los Ortiz-Rocasolano dedicaron unos minutos a practicar la inclinación de cabeza (los hombres) y la genuflexión (las mujeres) con que tendrían que saludar a los Reyes cuando se vieran ante ellos. “Mis tías y primas practicaban la genuflexión como muñecas con las pilas aceleradas, unas se agachaban más y otras menos, y se daban explicaciones entre ellas, y se corregían con la autoridad de quien ha estado toda la vida saludando a altezas reales…”. Antonio Vigo, el compañero de Erika Ortiz, estaba realmente agobiado. “Es un tío sencillo y muy tímido… Jamás en su vida se habría enfundado en traje y corbata”. Temeroso de que Vigo y el propio David Rocasolano no cumplieran con la reverencia, Jesús Ortiz se dirigió a ambos, les colocó las corbatas y les ordenó expresamente lo tenían que hacer, “como si de la pericia en el gesto dependiera que Letizia se casara con el Príncipe, con todas las ventajas futuras que eso podía conllevar”. En aquel momento todos habían olvidado las viejas bromas republicanas, llenas de exabruptos contra la monarquía, que habían sido habituales en ellos. “No es que empezara a cambiar nuestra vida. Es que estábamos empezando a cambiar nosotros”.
Los retratos que Rocasolano hace de la Familia Real son tan ácidos como precisos. La Infanta Margarita es descrita como una persona afable, afectuosa y humilde. A la Infanta Pilar la clava: “Su comportamiento es siempre desagradable, prepotente y borde. Destila clasismo por los poros y por esos peinados ahuecados de pavo real en constante exhibición. Su desprecio hacia todo y hacia todos es tan patente que parece incluso ensayado. Se la notó incómoda y algo asqueada cuando saludó a mi familia plebeya”. En cuanto al Rey, eso que llaman su campechanía no es sino “la forma de actuar de alguien a quien todo lo que no sea él, y lo suyo, le da exactamente igual”. Jaime de Marichalar le cae gordo desde el primer momento: carece de sentido del humor y sólo le interesan “sus asuntos”, o sea, “la moda, el aparentar y lo que es o no aristocrático”. La Reina era la única que se entendía con él.
Cuando estaban preparándose para salir a escena todos, vieron por dos pantallas de plasma, donde se retransmitían sendos programas sobre la petición de mano, a Jaime Peñafiel, “el azote de la plebeyización de la casta borbónica”. El comentario malévolo tiene su guasa. “¿En qué tiempo vive este hombre? A mí siempre me ha hecho mucha gracia. Intenta ser la conciencia de un mundo sin conciencia, el de la realeza, donde todo vale y la vida gira a impulsos de capricho y apetencias. Supongo que pensará que sus escritos causan algún desvelo en Zarzuela. Se equivoca. En Zarzuela se suelen reír bastante de él. Es un blanco habitual de burdos chascarrillos. Sobre todo por parte de Juan Carlos”.
Cuenta un buen número de anécdotas de aquel día que merecen la pena leer (el Rey dando volteretas como un payaso sobre una alfombra, a Marichalar que le dio un patatús durante la cena, los mandos militares presentando honores a unos acogotados Ortiz-Rocasolano…) Y se arrepiente de haberse sumado al posado para la foto oficial. “Nunca he cometido un error mayor en mi vida. Jamás debí salir en aquella foto”.
Por último un detalle revelador. Algunas fotos de la cena de ese día, en Zarzuela, aparecieron en la prensa del corazón, filtradas por alguien del bando “plebeyo”. La periodista María Eugenia Yagüe lo acusó a él, no sabe por qué. La realidad es que esas fotos habían sido filtradas por la propia Letizia Ortiz.
El capítulo V relata el anunció de compromiso matrimonial de L.O. y el Príncipe y la petición de mano. Es un capítulo con escenas de carcajada, pero a la vez ácido en la crítica y, también, amargo. Es difícil no sentir compasión por la situación en que colocaron a una familia humilde, transplantándola en las sofisticadas pejigueradas palaciegas.
El compromiso pilló a los Ortiz-Rocasolano por sorpresa. Aunque sabían que L. estaba liada con el Príncipe de Asturias, y aunque la habían oído hablar de culminar con éxito aquella historia, ninguno se lo acababa de creer. Hizo falta que se enteraran por la televisión del anuncio. En las últimas semanas “Letizia había empezado a volverse muy recelosa y reservada”. El primo también se quedó helado. Y sólo fue capaz de hacer un comentario: “Letizia se va a cargar a mi familia”.
El día de la petición de mano los Ortiz-Rocasolano fueron recogidos de sus casas por coches oficiales de Zarzuela con las lunas tintadas. Cuando el primo y su pareja llegaron al Pardo, “empezamos a ver gente agolpada a ambos lados de las aceras, con banderas españolas y pancartas de apoyo a la monarquía. Es asombroso. Creo que jamás he oído a ningún español hablar bien de la monarquía en un bar, en una comida de trabajo o en una boda. Sin embargo, allí había miles de personas gritando a nuestro paso “Viva el Rey”.
En Palacio los recibió el Jefe de Protocolo de la Casa del Rey. La descripción del personaje es cómica. A las parejas de hecho las transformaron en “Señores de”. Les anunciaron la llegada de la Familia Real, con todos su títulos de Altezas y Majestades y los adiestraron en cómo debían dirigirse en público a “Doña Letizia” en los sucesivo: agachando la cabeza o con una genuflexión. “Ahí empecé a cabrearme con tanto protocolo. ¿Qué sensación te queda en el cuerpo cuando te llega un señor que no conoces de nada y te ordena que agaches la cabeza ante tu prima? Yo nunca lo he hecho ni lo haré. Yo no agacho la cabeza ante nadie”. Por último, los Ortiz-Rocasolano dedicaron unos minutos a practicar la inclinación de cabeza (los hombres) y la genuflexión (las mujeres) con que tendrían que saludar a los Reyes cuando se vieran ante ellos. “Mis tías y primas practicaban la genuflexión como muñecas con las pilas aceleradas, unas se agachaban más y otras menos, y se daban explicaciones entre ellas, y se corregían con la autoridad de quien ha estado toda la vida saludando a altezas reales…”. Antonio Vigo, el compañero de Erika Ortiz, estaba realmente agobiado. “Es un tío sencillo y muy tímido… Jamás en su vida se habría enfundado en traje y corbata”. Temeroso de que Vigo y el propio David Rocasolano no cumplieran con la reverencia, Jesús Ortiz se dirigió a ambos, les colocó las corbatas y les ordenó expresamente lo tenían que hacer, “como si de la pericia en el gesto dependiera que Letizia se casara con el Príncipe, con todas las ventajas futuras que eso podía conllevar”. En aquel momento todos habían olvidado las viejas bromas republicanas, llenas de exabruptos contra la monarquía, que habían sido habituales en ellos. “No es que empezara a cambiar nuestra vida. Es que estábamos empezando a cambiar nosotros”.
Los retratos que Rocasolano hace de la Familia Real son tan ácidos como precisos. La Infanta Margarita es descrita como una persona afable, afectuosa y humilde. A la Infanta Pilar la clava: “Su comportamiento es siempre desagradable, prepotente y borde. Destila clasismo por los poros y por esos peinados ahuecados de pavo real en constante exhibición. Su desprecio hacia todo y hacia todos es tan patente que parece incluso ensayado. Se la notó incómoda y algo asqueada cuando saludó a mi familia plebeya”. En cuanto al Rey, eso que llaman su campechanía no es sino “la forma de actuar de alguien a quien todo lo que no sea él, y lo suyo, le da exactamente igual”. Jaime de Marichalar le cae gordo desde el primer momento: carece de sentido del humor y sólo le interesan “sus asuntos”, o sea, “la moda, el aparentar y lo que es o no aristocrático”. La Reina era la única que se entendía con él.
Cuando estaban preparándose para salir a escena todos, vieron por dos pantallas de plasma, donde se retransmitían sendos programas sobre la petición de mano, a Jaime Peñafiel, “el azote de la plebeyización de la casta borbónica”. El comentario malévolo tiene su guasa. “¿En qué tiempo vive este hombre? A mí siempre me ha hecho mucha gracia. Intenta ser la conciencia de un mundo sin conciencia, el de la realeza, donde todo vale y la vida gira a impulsos de capricho y apetencias. Supongo que pensará que sus escritos causan algún desvelo en Zarzuela. Se equivoca. En Zarzuela se suelen reír bastante de él. Es un blanco habitual de burdos chascarrillos. Sobre todo por parte de Juan Carlos”.
Cuenta un buen número de anécdotas de aquel día que merecen la pena leer (el Rey dando volteretas como un payaso sobre una alfombra, a Marichalar que le dio un patatús durante la cena, los mandos militares presentando honores a unos acogotados Ortiz-Rocasolano…) Y se arrepiente de haberse sumado al posado para la foto oficial. “Nunca he cometido un error mayor en mi vida. Jamás debí salir en aquella foto”.
Por último un detalle revelador. Algunas fotos de la cena de ese día, en Zarzuela, aparecieron en la prensa del corazón, filtradas por alguien del bando “plebeyo”. La periodista María Eugenia Yagüe lo acusó a él, no sabe por qué. La realidad es que esas fotos habían sido filtradas por la propia Letizia Ortiz.
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPÍTULO 6. CAPITULACIONES MATRIMONIALES.
En este capítulo se cuenta que en febrero de 2004, cuatro meses antes de la boda, L.O. recibió las capitulaciones matrimoniales. Bajo pretexto de que “no entendía nada” hizo venir al primo a Zarzuela II (“a casa”, decía ella) para enseñárselas. Desde que se anunció el compromiso estaba conviviendo con el Príncipe en su residencia oficial. La tontería de que estaba ocupando unas dependencias para invitados dentro del complejo de la Zarzuela era otra mentira hipócrita más.
Las capitulaciones, de entre 40 y 50 folios, dejaban a L.O. con la vida materialmente solucionada en caso de separación. Le quedaría una generosa asignación. Y dos residencias, una de invierno y otra de verano, con su servicio y su mantenimiento. La única cuestión es que renunciaba por completo a la custodia de los posibles hijos que pudiera haber. Rocasolano le dijo a L.O. que ese punto era nulo de pleno derecho, porque según la legislación española la custodia de menores debía ser dictaminada por un juez. Y la animó a no firmar las capitulaciones mientras ese punto no se cambiara.
La reacción fue significativa. “Se levantó como un resorte. Sonrió con una mueca entre el cinismo y la superioridad sobre un plebeyo, y negó con movimientos lentos de cabeza. Letizia nunca había permitido que nadie le llevara la contraria. Y menos ahora. -Pero ¿cómo te atreves a decirme eso? –perdió el control-. ¿Tú que te crees? ¿Qué yo soy tonta? ¡David, mira! ¡Aquí estamos a lo que estamos! (…) ¡Ellos te imponen que esto es así! ¡No hay otra manera de hacerlo! Qué vamos a imponer nada aquí –me gritó- ¡Esto no es un rollo de amor!”
Las cosas estaban claras. Pero L.O. cogió el teléfono, llamó al Príncipe y obligó al primo a ponerse y a plantearle al Borbón el tema de la custodia de los menores por el que ella se había negado de entrada a pelear. El Príncipe se quitó al primo de encima con una larga cambiada. “Lo que tu quieras, David. Pero las capitulaciones son innegociables. Hay que firmarlas tal como están redactadas. No se pueden cambiar”.
Los primos se quedaron sentados en un tenso silencio durante minutos después de la escena anterior. Hasta que L.O. se levantó y se fue de nuevo al teléfono. Y llamó a otro “chico de confianza”, también abogado de profesión: Jaimito del Burgo. L.O. conectó el altavoz y presentó a primo y amigo (“nos conocemos desde hace años”, dijo ella). Los hizo hablar de las capitulaciones. Del Burgo parecía conocer mejor a L.O. que el primo. Antes de firmar no tenía que hacerse la dura con el tema de la custodia de los hipotéticos hijos, sino con el tema de la pasta. Tenía que sacar más. “A ti te tienen que tratar mejor que a Lady Di”.
Y así acabó la historia. Rocasolano dice no entender para que lo llamó L.O., puesto que ya estaba todo escrito y decidido.
En este capítulo se cuenta que en febrero de 2004, cuatro meses antes de la boda, L.O. recibió las capitulaciones matrimoniales. Bajo pretexto de que “no entendía nada” hizo venir al primo a Zarzuela II (“a casa”, decía ella) para enseñárselas. Desde que se anunció el compromiso estaba conviviendo con el Príncipe en su residencia oficial. La tontería de que estaba ocupando unas dependencias para invitados dentro del complejo de la Zarzuela era otra mentira hipócrita más.
Las capitulaciones, de entre 40 y 50 folios, dejaban a L.O. con la vida materialmente solucionada en caso de separación. Le quedaría una generosa asignación. Y dos residencias, una de invierno y otra de verano, con su servicio y su mantenimiento. La única cuestión es que renunciaba por completo a la custodia de los posibles hijos que pudiera haber. Rocasolano le dijo a L.O. que ese punto era nulo de pleno derecho, porque según la legislación española la custodia de menores debía ser dictaminada por un juez. Y la animó a no firmar las capitulaciones mientras ese punto no se cambiara.
La reacción fue significativa. “Se levantó como un resorte. Sonrió con una mueca entre el cinismo y la superioridad sobre un plebeyo, y negó con movimientos lentos de cabeza. Letizia nunca había permitido que nadie le llevara la contraria. Y menos ahora. -Pero ¿cómo te atreves a decirme eso? –perdió el control-. ¿Tú que te crees? ¿Qué yo soy tonta? ¡David, mira! ¡Aquí estamos a lo que estamos! (…) ¡Ellos te imponen que esto es así! ¡No hay otra manera de hacerlo! Qué vamos a imponer nada aquí –me gritó- ¡Esto no es un rollo de amor!”
Las cosas estaban claras. Pero L.O. cogió el teléfono, llamó al Príncipe y obligó al primo a ponerse y a plantearle al Borbón el tema de la custodia de los menores por el que ella se había negado de entrada a pelear. El Príncipe se quitó al primo de encima con una larga cambiada. “Lo que tu quieras, David. Pero las capitulaciones son innegociables. Hay que firmarlas tal como están redactadas. No se pueden cambiar”.
Los primos se quedaron sentados en un tenso silencio durante minutos después de la escena anterior. Hasta que L.O. se levantó y se fue de nuevo al teléfono. Y llamó a otro “chico de confianza”, también abogado de profesión: Jaimito del Burgo. L.O. conectó el altavoz y presentó a primo y amigo (“nos conocemos desde hace años”, dijo ella). Los hizo hablar de las capitulaciones. Del Burgo parecía conocer mejor a L.O. que el primo. Antes de firmar no tenía que hacerse la dura con el tema de la custodia de los hipotéticos hijos, sino con el tema de la pasta. Tenía que sacar más. “A ti te tienen que tratar mejor que a Lady Di”.
Y así acabó la historia. Rocasolano dice no entender para que lo llamó L.O., puesto que ya estaba todo escrito y decidido.
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
LIBRO. MATERIAL GRÁFICO 1
Tras el capítulo 6 hay varias páginas de material gráfico. Se trata de lo siguiente
FOTO 1. Rocasolano y sus tres primas con el abuelo Paco de críos. Están en bañador en una piscina y L.O y el primo están abrazados.
FOTO 2. L.O. con Urdaci presentando el telediario.
FOTO 3. Foto de familia oficial de la Petición de Mano. Con este pie de foto: “A veces pienso que, en los sótanos de su casa, Letizia tiene una mazmorra en la que sólo cuelga esta foto. Y nos va tachando a medida que no somos necesarios o hacemos lo que, según ella, es inadecuado para el bien de la monarquía. Erika se tachó ella sola”.
FOTOS 4 Y 5. Dos fotos de Trepizia besa-anillos. La primera besando el anillo del cardenal Rouco el día de la boda y la segunda arrodillándose ante el papa Juan Pablo II y besándole el anillo del pescador. Con este pie de foto: “Y, de repente, mi prima se volvió la católica más fervorosa…¿Qué dirá ahora la Iglesia Católica, que mueve en manifestación a millones de fieles “a favor de la vida” (las comillas son suyas), cuando se sepa que Letizia fue abortista apenas un año antes de casarse?
FOTO 6. Rocasolano con el Príncipe y su prima, “vestidos de domingo” con más gente, no se dice dónde (funeral, boda ¿?)
FOTO 7. Los Rocasolano antes de iniciar una comida veraniega con el Príncipe y L.O. en un porche de Zarzuela II. Lo siento, pero no controló a estos personajes: supongo que son los abuelos, reconozco a Paloma Rocasolano, al primo y hay una mujer joven que imagino es la pareja del primo. Dos sillas vacías, pero con el servicio de mesa puesto, ¿para las hermanas de L.O? ¿para los padres de David Rocasolano?
FOTO 8. Navidades de 2004. Foto del Príncipe y L.O. abrazados. “La verdad es que se nota que están enamorados. Yo nunca lo dudé. Bastaba con verlos juntos”, dice el pie de foto. A decir verdad, en esa foto se le nota más a él que a ella…
FOTO 9. Jesús Ortiz y su segunda esposa, Ana Togores, encontrándose con el Príncipe y L.O. a la entrada de un restaurante, donde habían quedado para cenar. El pie de foto dice que L.O. detesta a Ana Togores y que en los actos oficiales a los que se la invita, L.O. hace que la escondan en dependencias privadas hasta que se hayan ido las cámaras. En la foto, sin embargo, aparecen saludándose muy efusivos. Los periodistas habían sido avisados “para que dejaran constancia de todo lo que se quieren y respetan mutuamente”.
FOTOS 10, 11 Y 12. El Rey saludando a David Rocasolano y su pareja el día de la petición de mano. “Juan Carlos te saluda y se olvida de ti. Cada vez que me lo encontraba en Palacio, me hacía exactamente la misma pregunta. “¿Y tú quién eres?”.
FOTO 13. Una vieja foto, en blanco y negro, de una audiencia del Rey con gente ¿de la emisora asturiana donde trabajaban la abuela Menchu y Jesús Ortiz?. Ambos aparecen en la foto.
FOTO 14. Navidades de 2004 en Zarzuela. Ante el árbol de Navidad el Príncipe y L.O. , los abuelos Rocasolano, Paloma Rocasolano, las hermanas de L.O., Antonio Vigo, la hija de Vigo y Erika Ortiz y la pareja de David Rocasolano. Él debía de ser el fotógrafo. En el pie de foto se dice que “cuando Erika murió, Letizia quiso arrebatarle la custodia de Carla a Antonio Vigo”.
FOTO 15. El Príncipe Felipe en un partido del Atlético de Madrid saludando a un jugador de ese equipo. El pie de foto dice que es mentira que el Borbón sea hincha de ese equipo y que ni siquiera le gusta el fútbol. “La mitad, o más, de las cosas que dicen sobre Felipe son invenciones de la prensa”.
FOTOS 16 Y 17. Las fotos que ya han salido en prensa del Príncipe y L.O. haciendo el capullo en una moto infantil de “uno de los niños”. El pie de foto dice: “Letizia estaba obsesionada con las fotos. Pensaba, supongo, que podíamos comerciar con ellas. A mí me llegó a pedir que, en Palacio, no sacara ni siquiera fotos a mi hijo. De todos los personajes de esta historia, Felipe es el tío más normal…”
FOTO 18. Primer plano de Telma Ortiz con un abanico con el escudo de la Casa Real. “Telma ha sido la única que se ha sentido satisfecha con su nuevo papel de hermana principesca. Le encanta la farándula, la frivolidad, el mundo pijo…. Ahora, sin embargo, se dedica a demandar a los medios de comunicación por atentar contra su intimidad…”
Tras el capítulo 6 hay varias páginas de material gráfico. Se trata de lo siguiente
FOTO 1. Rocasolano y sus tres primas con el abuelo Paco de críos. Están en bañador en una piscina y L.O y el primo están abrazados.
FOTO 2. L.O. con Urdaci presentando el telediario.
FOTO 3. Foto de familia oficial de la Petición de Mano. Con este pie de foto: “A veces pienso que, en los sótanos de su casa, Letizia tiene una mazmorra en la que sólo cuelga esta foto. Y nos va tachando a medida que no somos necesarios o hacemos lo que, según ella, es inadecuado para el bien de la monarquía. Erika se tachó ella sola”.
FOTOS 4 Y 5. Dos fotos de Trepizia besa-anillos. La primera besando el anillo del cardenal Rouco el día de la boda y la segunda arrodillándose ante el papa Juan Pablo II y besándole el anillo del pescador. Con este pie de foto: “Y, de repente, mi prima se volvió la católica más fervorosa…¿Qué dirá ahora la Iglesia Católica, que mueve en manifestación a millones de fieles “a favor de la vida” (las comillas son suyas), cuando se sepa que Letizia fue abortista apenas un año antes de casarse?
FOTO 6. Rocasolano con el Príncipe y su prima, “vestidos de domingo” con más gente, no se dice dónde (funeral, boda ¿?)
FOTO 7. Los Rocasolano antes de iniciar una comida veraniega con el Príncipe y L.O. en un porche de Zarzuela II. Lo siento, pero no controló a estos personajes: supongo que son los abuelos, reconozco a Paloma Rocasolano, al primo y hay una mujer joven que imagino es la pareja del primo. Dos sillas vacías, pero con el servicio de mesa puesto, ¿para las hermanas de L.O? ¿para los padres de David Rocasolano?
FOTO 8. Navidades de 2004. Foto del Príncipe y L.O. abrazados. “La verdad es que se nota que están enamorados. Yo nunca lo dudé. Bastaba con verlos juntos”, dice el pie de foto. A decir verdad, en esa foto se le nota más a él que a ella…
FOTO 9. Jesús Ortiz y su segunda esposa, Ana Togores, encontrándose con el Príncipe y L.O. a la entrada de un restaurante, donde habían quedado para cenar. El pie de foto dice que L.O. detesta a Ana Togores y que en los actos oficiales a los que se la invita, L.O. hace que la escondan en dependencias privadas hasta que se hayan ido las cámaras. En la foto, sin embargo, aparecen saludándose muy efusivos. Los periodistas habían sido avisados “para que dejaran constancia de todo lo que se quieren y respetan mutuamente”.
FOTOS 10, 11 Y 12. El Rey saludando a David Rocasolano y su pareja el día de la petición de mano. “Juan Carlos te saluda y se olvida de ti. Cada vez que me lo encontraba en Palacio, me hacía exactamente la misma pregunta. “¿Y tú quién eres?”.
FOTO 13. Una vieja foto, en blanco y negro, de una audiencia del Rey con gente ¿de la emisora asturiana donde trabajaban la abuela Menchu y Jesús Ortiz?. Ambos aparecen en la foto.
FOTO 14. Navidades de 2004 en Zarzuela. Ante el árbol de Navidad el Príncipe y L.O. , los abuelos Rocasolano, Paloma Rocasolano, las hermanas de L.O., Antonio Vigo, la hija de Vigo y Erika Ortiz y la pareja de David Rocasolano. Él debía de ser el fotógrafo. En el pie de foto se dice que “cuando Erika murió, Letizia quiso arrebatarle la custodia de Carla a Antonio Vigo”.
FOTO 15. El Príncipe Felipe en un partido del Atlético de Madrid saludando a un jugador de ese equipo. El pie de foto dice que es mentira que el Borbón sea hincha de ese equipo y que ni siquiera le gusta el fútbol. “La mitad, o más, de las cosas que dicen sobre Felipe son invenciones de la prensa”.
FOTOS 16 Y 17. Las fotos que ya han salido en prensa del Príncipe y L.O. haciendo el capullo en una moto infantil de “uno de los niños”. El pie de foto dice: “Letizia estaba obsesionada con las fotos. Pensaba, supongo, que podíamos comerciar con ellas. A mí me llegó a pedir que, en Palacio, no sacara ni siquiera fotos a mi hijo. De todos los personajes de esta historia, Felipe es el tío más normal…”
FOTO 18. Primer plano de Telma Ortiz con un abanico con el escudo de la Casa Real. “Telma ha sido la única que se ha sentido satisfecha con su nuevo papel de hermana principesca. Le encanta la farándula, la frivolidad, el mundo pijo…. Ahora, sin embargo, se dedica a demandar a los medios de comunicación por atentar contra su intimidad…”
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPÍTULO 7. EL PRIMER VETO.
En este capítulo se empieza contando el veto de L.O. a Ana Togores, la segunda esposa de su padre. La vetó en la boda y también en el bautizo zarzuelero de la segunda niña Borbón Ortiz. En el caso del bautizo la encerraron en una habitación con Antonio Vigo, el excompañero de Erika Ortiz, y sólo los dejaron incorporarse a la ceremonia al final, cuando ya se habían ido las cámaras de TV.
Rocasolano cuenta que su prima empezó a utilizarlo como “heraldo negro” con el resto de la familia. Ella daba órdenes de qué tenían que hacer, o como debían comportarse, y el primo era el transmisor. Rocasolano hace autocrítica: “había entrado en una especie de estado gilipollas y asumía estas pequeñas cuestiones como encargos importantes y ejecutaba las órdenes con precisión, sin tener en cuenta los sentimientos de los demás”.
Poco a poco L.O. iba cercenando los espacios de libertad y espontaneidad de su familia y al final acabó haciendo estallar las relaciones entre ellos. “Esta estrategia aplicada por Letizia imponiendo en nuestra humilde familia actitudes hipócritas, coartando libertades personales, convirtiendo cada gesto en un agravio, midiendo al milímetro cada palabra, acabó distanciándonos a todos”. Les inyectó en vena el complejo “de no estar a la altura, de no ser bastante” e intentó convertirlos en un remedo de los autómatas protocolarios de Zarzuela, que nunca tenían entre ellos un “gesto de cariño o de complicidad”. Para colmo todos empezaron a perder su identidad: “todos empezamos a ser la abuela de, la tía de, la hermana de, el cuñado de. Hasta Felipe empezaba a ser, simplemente, el prometido de…Letiza nos había transformado en insignificantes satélites adiestrados para orbitar, obedientemente, a su alrededor”.
Tras la primera aparición pública de la familia, en la que los Ortiz-Rocasolano fueron calificados de “maestros del mal vestir”, L.O. los entregó a todos como cobayas a Felipe Valera, “el sastre cortesano” como lo llama el primo, para que los transformara.
Cuando llegó el día de la cena de gala previa al enlace (21 de mayo de 2004), la principal preocupación de L.O. era su abuelo Paco. El abuelete, en bodas, bautizos y demás saraos, cuando se echaba dos vinitos sacaba su veta bailonga y se convertía en el amo de la pista. L.O. encomendó al primo la tarea de reprimir la espontaneidad del abuelo Paco y mantenerlo quieto y callado, bajo control. En los saludos protocolarios fue todo medio bien, porque ya habían practicado genuflexiones y cabezazos, aunque Rocasolano dice que él se negó a cumplir con ese protocolo. “No me enorgullezco de eludir las normas protocolarias, y menos ante Sofía, la mejor persona de esa institución y a la que, ya lo conté, le debo la vida de mi hijo (nota: el hijo de D.R. venía con un problema serio en el embarazo y la Reina los puso en manos del mejor especialista médico para el caso). Pero ni entiendo ese gesto de sumisión ni me veo en la obligación de practicarlo”. En la cena de gala, como L.O. esperaba, el abuelo Paco “se tomó los dos vinos de la maldición y se echó a la pista de baile. Las dignatarias, princesas, archiduquesas y marquesas de la alta alcurnia Europa se lo pasaron, según mi impresión, muy bien con él. Alguna, en un arrebato de naturalidad, hasta se permitió un baile con el dueño de la pista. Allí estaba el abuelo taxista agarrando férreamente a una princesa por la cintura y sincronizándole las caderas. Aquello era más que gracioso y yo me sentía orgulloso de mi abuelo”. Pero L.O. estaba lejos de tomárselo con humor y de estar orgullosa del aplomo del abuelo.
Tras media hora de rabiar con el espectáculo se acercó hasta donde estaba su primo con una falsa sonrisa. “Tienes que parar esto, David”,me susurró con fiereza. Llévate al abuelo a dormir. ¡Ya!”. Y la fiesta acabó, ipso facto, para los abuelos Rocasolano, que fueron enviados a la cama sin más contemplaciones. “La vergüenza de Letizia era notoria”.
Para el día de la boda, la Casa Real les había transmitido órdenes. A los 8 de la mañana les darían de desayunar en un salón de un hotel, a 15 km de la catedral, allí los emperifollarían y los recogerían para llevarlos a la catedral. Felipe Valera estaba dándoles los últimos retoques con su “amaneramiento cargante”. Y en esto que el abuelo Paco la lío. Se encontró cara a cara con Jesús Ortiz, “el hombre que había abandonado a su hija Paloma, el insensible, el mujeriego” y le espetó un rotundo “hijo de pxxxx”. Y se abalanzó sobre el ex-yerno. El marido de Menchu, el abuelo José Luis, salió en defensa de papá Ortiz y se metió también en la tangana. “Hijo de pxxxx”, “maricón”, “ven aquí si tienes huevos”,”ya te encontraré ya” y otro piropos intercambiaron los tres hombres. Felipe Valera y “su cohorte de féminas de todos los sexos” creyeron morir. Los abueletes arruinaron sus trajes y el modisto y sus ayudantes tuvieron que recomponerlos como pudieron, a toda velocidad, cuando por fin lograron separar a los púgiles.
Tras esto, se fueron todos a la boda.
En este capítulo se empieza contando el veto de L.O. a Ana Togores, la segunda esposa de su padre. La vetó en la boda y también en el bautizo zarzuelero de la segunda niña Borbón Ortiz. En el caso del bautizo la encerraron en una habitación con Antonio Vigo, el excompañero de Erika Ortiz, y sólo los dejaron incorporarse a la ceremonia al final, cuando ya se habían ido las cámaras de TV.
Rocasolano cuenta que su prima empezó a utilizarlo como “heraldo negro” con el resto de la familia. Ella daba órdenes de qué tenían que hacer, o como debían comportarse, y el primo era el transmisor. Rocasolano hace autocrítica: “había entrado en una especie de estado gilipollas y asumía estas pequeñas cuestiones como encargos importantes y ejecutaba las órdenes con precisión, sin tener en cuenta los sentimientos de los demás”.
Poco a poco L.O. iba cercenando los espacios de libertad y espontaneidad de su familia y al final acabó haciendo estallar las relaciones entre ellos. “Esta estrategia aplicada por Letizia imponiendo en nuestra humilde familia actitudes hipócritas, coartando libertades personales, convirtiendo cada gesto en un agravio, midiendo al milímetro cada palabra, acabó distanciándonos a todos”. Les inyectó en vena el complejo “de no estar a la altura, de no ser bastante” e intentó convertirlos en un remedo de los autómatas protocolarios de Zarzuela, que nunca tenían entre ellos un “gesto de cariño o de complicidad”. Para colmo todos empezaron a perder su identidad: “todos empezamos a ser la abuela de, la tía de, la hermana de, el cuñado de. Hasta Felipe empezaba a ser, simplemente, el prometido de…Letiza nos había transformado en insignificantes satélites adiestrados para orbitar, obedientemente, a su alrededor”.
Tras la primera aparición pública de la familia, en la que los Ortiz-Rocasolano fueron calificados de “maestros del mal vestir”, L.O. los entregó a todos como cobayas a Felipe Valera, “el sastre cortesano” como lo llama el primo, para que los transformara.
Cuando llegó el día de la cena de gala previa al enlace (21 de mayo de 2004), la principal preocupación de L.O. era su abuelo Paco. El abuelete, en bodas, bautizos y demás saraos, cuando se echaba dos vinitos sacaba su veta bailonga y se convertía en el amo de la pista. L.O. encomendó al primo la tarea de reprimir la espontaneidad del abuelo Paco y mantenerlo quieto y callado, bajo control. En los saludos protocolarios fue todo medio bien, porque ya habían practicado genuflexiones y cabezazos, aunque Rocasolano dice que él se negó a cumplir con ese protocolo. “No me enorgullezco de eludir las normas protocolarias, y menos ante Sofía, la mejor persona de esa institución y a la que, ya lo conté, le debo la vida de mi hijo (nota: el hijo de D.R. venía con un problema serio en el embarazo y la Reina los puso en manos del mejor especialista médico para el caso). Pero ni entiendo ese gesto de sumisión ni me veo en la obligación de practicarlo”. En la cena de gala, como L.O. esperaba, el abuelo Paco “se tomó los dos vinos de la maldición y se echó a la pista de baile. Las dignatarias, princesas, archiduquesas y marquesas de la alta alcurnia Europa se lo pasaron, según mi impresión, muy bien con él. Alguna, en un arrebato de naturalidad, hasta se permitió un baile con el dueño de la pista. Allí estaba el abuelo taxista agarrando férreamente a una princesa por la cintura y sincronizándole las caderas. Aquello era más que gracioso y yo me sentía orgulloso de mi abuelo”. Pero L.O. estaba lejos de tomárselo con humor y de estar orgullosa del aplomo del abuelo.
Tras media hora de rabiar con el espectáculo se acercó hasta donde estaba su primo con una falsa sonrisa. “Tienes que parar esto, David”,me susurró con fiereza. Llévate al abuelo a dormir. ¡Ya!”. Y la fiesta acabó, ipso facto, para los abuelos Rocasolano, que fueron enviados a la cama sin más contemplaciones. “La vergüenza de Letizia era notoria”.
Para el día de la boda, la Casa Real les había transmitido órdenes. A los 8 de la mañana les darían de desayunar en un salón de un hotel, a 15 km de la catedral, allí los emperifollarían y los recogerían para llevarlos a la catedral. Felipe Valera estaba dándoles los últimos retoques con su “amaneramiento cargante”. Y en esto que el abuelo Paco la lío. Se encontró cara a cara con Jesús Ortiz, “el hombre que había abandonado a su hija Paloma, el insensible, el mujeriego” y le espetó un rotundo “hijo de pxxxx”. Y se abalanzó sobre el ex-yerno. El marido de Menchu, el abuelo José Luis, salió en defensa de papá Ortiz y se metió también en la tangana. “Hijo de pxxxx”, “maricón”, “ven aquí si tienes huevos”,”ya te encontraré ya” y otro piropos intercambiaron los tres hombres. Felipe Valera y “su cohorte de féminas de todos los sexos” creyeron morir. Los abueletes arruinaron sus trajes y el modisto y sus ayudantes tuvieron que recomponerlos como pudieron, a toda velocidad, cuando por fin lograron separar a los púgiles.
Tras esto, se fueron todos a la boda.
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPÍTULO 8. EL VERDADERO ROSTRO DE UN REY
En este capítulo Rocasolano empieza recordando la boda de su hermana Abigail en marzo de 2004 en Boadilla del Monte. Abigail y L.O. tenían una pésima relación. L.O. no la había invitado a su petición de mano. Y Abigail no la invitó a su boda. Sin embargo, la víspera del enlace los novios recibieron una llamada de Zarzuela comunicándoles que el Príncipe y su prometida se acababan de auto-invitar al festejo. Letizia exigía que ella y el Príncipe fueran colocados en un lugar preferente, junto al altar. Esta intromisión molestó profundamente a los novios. Además, la presencia del Príncipe y L.O. atrajo a un montón de reporteros.
Se trataba de una sencilla boda de pueblo y de gente humilde, pero las crónicas de los reporteros se dedicaron a hacer escarnio de los familiares de la futura consorte principesca. “Se mofaron de nuestra forma de vestir. De los escasos dientes que lucen nuestras abuelas. Del menú. Del restaurante. De la orquesta. Incluso, para demérito de la Grandeza de España, se regodearon en el hecho de que Felipe, como un paleto asturiano más, comiera langostinos congelados con la mano”.
A L.O. aquellas mofas “la enervaban hasta la histeria, la desencajaban”. Y se empeñaba en que sus parientes asistieran a fiestas, cenas, cumpleaños y saraos en Zarzuela I y II. Ella quería que “nos quitáramos el pelo de la dehesa y aprendiéramos a comportarnos conforme a nuestra recién adquirida dignidad”. Cada vez que metían la pata, L.O. montaba en cólera.
Uno de los patinazos más serios lo protagonizó Jesús Ortiz en una cena en Zarzuela I. Hablaban de prensa y periodistas y Jesús Ortiz. no se le ocurrió otra cosa que preguntarle al Rey qué le había parecido el libro “El negocio de la libertad” de Jesús Cacho. Aquel libro había aparecido en el año 2000, en la editorial Akal, y todavía escocía en la Zarzuela. En él se denunciaban por primera vez las tramas corruptas en torno a Juan Carlos y sus oscuros negocios. El Rey miró con desprecio a Jesús Ortiz por formular semejante pregunta. “Menudas dos hostias le daba yo al Jesús Cacho ese si se me pusiera delante”, contestó. Tras la cena a Jesús Ortiz le cayó una bronca tremenda de su hija. “Lo de la libertad de expresión estaba muy bien cuando éramos periodistas. Ahora, como diría mi abuelo, teníamos que salvaguardar nuestros intereses”.
Rocasolano cuenta luego sus impresiones sobre el Rey. Por resumirlas telegráficamente:
- El Rey es maleducado.
- El Rey no respeta a nada ni a nadie. “Vive a mayor gloria de su propia persona”.
- No tiene gestos de afecto ni hacia su hijo, ni hacia la Reina, ni hacia L.O, ni hacia nadie. “Trata a todo el mundo por igual, con una indiferencia y un desprecio tan palpables que impresionan”.
- “Se ha creído su propio papel, ha interiorizado que es un ser superior que merece vasallaje, y va por la vida luciendo una displicencia absoluta, un desinterés indisimulado hacia todo lo que no sea él”.
- No es brillante intelectualmente. Ni culto.
- Su conversación no es profunda: se limita al chascarrillo y a la ocurrencia banal.
- Fuma puros de 25 cm durante las comidas y echa el humo directamente a un par de cuadros de Velázquez y Sorolla.
Rocasolano habla de la alergia a la letra impresa que parecen tener los inquilinos de Zarzuela. Nunca vio a ninguno con un libro entre las manos. El Príncipe gran lector es un mito, como lo es la supuesta gran biblioteca de Zarzuela II. En la residencia principesca no hay más libros que los 200 ó 300 que descansan en las estanterías del despacho del Príncipe. Tampoco es cierto que L.O. sea una voraz lectora. “Mi prima no ha leído jamás otra cosa que periódicos, algún best-seller o los libros que la obligaron a leer en el colegio y en la facultad”. Dice que la “joya bibliográfica” que le regaló al Príncipe en la petición de mano, no la eligió ella. Fue una sugerencia de Zarzuela.
En este capítulo Rocasolano empieza recordando la boda de su hermana Abigail en marzo de 2004 en Boadilla del Monte. Abigail y L.O. tenían una pésima relación. L.O. no la había invitado a su petición de mano. Y Abigail no la invitó a su boda. Sin embargo, la víspera del enlace los novios recibieron una llamada de Zarzuela comunicándoles que el Príncipe y su prometida se acababan de auto-invitar al festejo. Letizia exigía que ella y el Príncipe fueran colocados en un lugar preferente, junto al altar. Esta intromisión molestó profundamente a los novios. Además, la presencia del Príncipe y L.O. atrajo a un montón de reporteros.
Se trataba de una sencilla boda de pueblo y de gente humilde, pero las crónicas de los reporteros se dedicaron a hacer escarnio de los familiares de la futura consorte principesca. “Se mofaron de nuestra forma de vestir. De los escasos dientes que lucen nuestras abuelas. Del menú. Del restaurante. De la orquesta. Incluso, para demérito de la Grandeza de España, se regodearon en el hecho de que Felipe, como un paleto asturiano más, comiera langostinos congelados con la mano”.
A L.O. aquellas mofas “la enervaban hasta la histeria, la desencajaban”. Y se empeñaba en que sus parientes asistieran a fiestas, cenas, cumpleaños y saraos en Zarzuela I y II. Ella quería que “nos quitáramos el pelo de la dehesa y aprendiéramos a comportarnos conforme a nuestra recién adquirida dignidad”. Cada vez que metían la pata, L.O. montaba en cólera.
Uno de los patinazos más serios lo protagonizó Jesús Ortiz en una cena en Zarzuela I. Hablaban de prensa y periodistas y Jesús Ortiz. no se le ocurrió otra cosa que preguntarle al Rey qué le había parecido el libro “El negocio de la libertad” de Jesús Cacho. Aquel libro había aparecido en el año 2000, en la editorial Akal, y todavía escocía en la Zarzuela. En él se denunciaban por primera vez las tramas corruptas en torno a Juan Carlos y sus oscuros negocios. El Rey miró con desprecio a Jesús Ortiz por formular semejante pregunta. “Menudas dos hostias le daba yo al Jesús Cacho ese si se me pusiera delante”, contestó. Tras la cena a Jesús Ortiz le cayó una bronca tremenda de su hija. “Lo de la libertad de expresión estaba muy bien cuando éramos periodistas. Ahora, como diría mi abuelo, teníamos que salvaguardar nuestros intereses”.
Rocasolano cuenta luego sus impresiones sobre el Rey. Por resumirlas telegráficamente:
- El Rey es maleducado.
- El Rey no respeta a nada ni a nadie. “Vive a mayor gloria de su propia persona”.
- No tiene gestos de afecto ni hacia su hijo, ni hacia la Reina, ni hacia L.O, ni hacia nadie. “Trata a todo el mundo por igual, con una indiferencia y un desprecio tan palpables que impresionan”.
- “Se ha creído su propio papel, ha interiorizado que es un ser superior que merece vasallaje, y va por la vida luciendo una displicencia absoluta, un desinterés indisimulado hacia todo lo que no sea él”.
- No es brillante intelectualmente. Ni culto.
- Su conversación no es profunda: se limita al chascarrillo y a la ocurrencia banal.
- Fuma puros de 25 cm durante las comidas y echa el humo directamente a un par de cuadros de Velázquez y Sorolla.
Rocasolano habla de la alergia a la letra impresa que parecen tener los inquilinos de Zarzuela. Nunca vio a ninguno con un libro entre las manos. El Príncipe gran lector es un mito, como lo es la supuesta gran biblioteca de Zarzuela II. En la residencia principesca no hay más libros que los 200 ó 300 que descansan en las estanterías del despacho del Príncipe. Tampoco es cierto que L.O. sea una voraz lectora. “Mi prima no ha leído jamás otra cosa que periódicos, algún best-seller o los libros que la obligaron a leer en el colegio y en la facultad”. Dice que la “joya bibliográfica” que le regaló al Príncipe en la petición de mano, no la eligió ella. Fue una sugerencia de Zarzuela.
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPITULO 9. FELIPE, CRISTINA, ELENA
En este capítulo el autor cuenta que su pareja y él frecuentaron la casa del Príncipe (la llamada popularmente Zarzuela II) y que pasaron allí muy buenos momentos. Su prima se encargó de enseñarles toda la casa y así puede dar fe de que la legendaria biblioteca principesca no existe y que no hay más de 200 o 300 libros en la mansión de tan empedernidos lectores.
Lo que sí tienen, en el sótano, es una espectacular e inmensa bodega llena de vinos carísimos. Un laberinto de pasillos de anaqueles con el suelo cubierto de arena de playa. Pero no es arena de playa de Almería ni de Vizcaya. En palabras del propio Felipe “la traen expresamente de una playa del Índica porque tiene las condiciones perfectas para mantener la humedad”. Su prima debía de ser consciente de que el lujo asiático de aquella bodega resultaba un tanto obsceno pagado con dinero del contribuyente. “Oye, hazme un favor. Aunque te parezca una tontería, sed discretos con esto de la bodega. No lo contéis por ahí, ¿vale?”.
Rocasolano hace un retrato muy favorable del Príncipe. Dice que es “una persona mucho más inteligente, mucho más formada y con mucha más humanidad y humildad que su padre”. No le importaría que reinara. Su padre poco menos que le tiene celos y no le permite gestos espontáneos en público, ni que el hijo le robe el protagonismo. Por el encorsetamiento a que lo someten los españoles no hemos logrado percibir todas esas cualidades que, supuestamente, lo adornan. Rocasolano cree que su primo político está mal asesorado. Lo presenta, también, como prudente a la hora de hablar de política con sus huéspedes e invitados.
Ahora bien, reproduce una conversación con él en la que el Príncipe admite que en Zarzuela “estamos más cómodos cuando gobierna el PSOE. Nos dejan bastante más libertad que el PP”. Además, en Zarzuela quieren dar imagen de “una monarquía progresista y desvinculada de su algo vergonzoso pasado franquista”. Y como, según Rocasolano, en el PP son “tan reticentes a condenar el franquismo”, pues está claro hacia quién prefieren inclinarse.
Según el primísimo, Felipe tampoco quiere que se haga ninguna modificación de la Constitución sólo para eliminar la prelación del hijo varón sobre la hija mujer en la sucesión al trono mientras él no sea rey. Si va en un paquete con otras reformas, tal vez. Aunque ahora el heredero es él, que no es el primogénito, y la reforma de la sucesión en estos momentos sería una bofetada a su hermana Elena. Pero lo más importante para Felipe es que si hay que refrendar con un referéndum sólo esa reforma, aquello se convertiría en un plebiscito sobre la continuidad de la monarquía. Si un número importante de españoles decidiera abstenerse podría interpretarse como un rechazo a la institución. Así que mientras él no toque trono, mejor no menearlo.
Sobre su prima dice, curiosamente, que nunca le ha interesado la política. “Ni siquiera creo que la comprenda”, apostilla. “Su discurso en ese sentido fue siempre bastante impropio de una persona que se dedica a la profesión periodística. Se limitaba a generalizar y a decir los tópicos habituales: que todos los políticos, del color que sean, están ahí sencillamente para chupar del bote. Que los sindicatos viven de la jeta y de la subvención… Y extendía esta idea, como no, a los miembros de la Casa Real. Hasta que conoció a Felipe, por supuesto”.
Habla luego de las Infantas y sus maridos. Ya se ha citado en el hilo previo un pasaje relativo a Elena donde la pone de imbécil. Y casi de autista. “Lo que yo he visto es una persona callada, parsimoniosa, inalterable, ausente, ensimismada”. Por lo menos admite que a su pareja y a él “siempre nos trató con una educación magnífica y sin altivez”. Cristina es todo lo contrario: “maja, agradable, dicharachera, ágil, cercana, nada clasista”.
Sobre los duques consortes, ya dejó su descripción negativa de Marichalar en un capítulo anterior. De Urdangarín, en cambio, dice que es “un tío normal, de trato”. Explica las tribulaciones presentes del Duque Empalmado por el diferente trato que ambos yernos recibieron de la Casa Real. Y los atribuye al hecho de que Jaime de Marichalar pertenece a la nobleza y Urdangarín, no, “esta gente piensa así”.
A Marichalar enseguida se le buscaron consejos de administración donde ganar unos buenos duros. A Urdangarín, no: “se debía de sentir bastante desplazado en el aspecto económico”. De modo que poco menos que lo obligaron a buscarse la vida y se dejó llevar por la “inercia corruptora” que impera en “este país”. “Resulta muy fácil calificar de chorizo a Iñaki. No seré yo quien lo haga”. Y añade que, a izquierdas y a derechas, “en este país uno no se hace rico trabajando, se hace rico de otra manera”.
En fin, los miembros de la Casa Real, dice Rocasolano, “están acostumbrados a vivir en palacetes, pilotar barcos o conducir coches de alta gama sin pensar de dónde habrá salido el dinero para comprarlos”. Y cuenta la anécdota de su visita a un concesionario de vehículos de la marca Volvo que sirve a la Casa Real y donde, según él, trabaja un amigo. El tal amigo le mostró el Volvo V50 plateado que tenían preparado para la colección de Letizia. Él telefoneó a su prima para decirle que había visto su nuevo automóvil. “La respuesta fue contundente, categórica y nada cordial”: - “David, a nosotros nadie nos regala nada –silabeó muy rotunda. Nadie nos regala coches. Esos coches son de Patrimonio Nacional”.
O sea, concluye, que “todo es lícito, siempre que se traduzca justificando que se hacen las cosas “al servicio de los españoles”. O que se adquieren bienes que pasan a ser propiedad del “Patrimonio Nacional”. A Urdangarín, yo creo, lo mató el hecho de haber querido también usar ese lenguaje, sin tener derecho a hacerlo”.
En este capítulo el autor cuenta que su pareja y él frecuentaron la casa del Príncipe (la llamada popularmente Zarzuela II) y que pasaron allí muy buenos momentos. Su prima se encargó de enseñarles toda la casa y así puede dar fe de que la legendaria biblioteca principesca no existe y que no hay más de 200 o 300 libros en la mansión de tan empedernidos lectores.
Lo que sí tienen, en el sótano, es una espectacular e inmensa bodega llena de vinos carísimos. Un laberinto de pasillos de anaqueles con el suelo cubierto de arena de playa. Pero no es arena de playa de Almería ni de Vizcaya. En palabras del propio Felipe “la traen expresamente de una playa del Índica porque tiene las condiciones perfectas para mantener la humedad”. Su prima debía de ser consciente de que el lujo asiático de aquella bodega resultaba un tanto obsceno pagado con dinero del contribuyente. “Oye, hazme un favor. Aunque te parezca una tontería, sed discretos con esto de la bodega. No lo contéis por ahí, ¿vale?”.
Rocasolano hace un retrato muy favorable del Príncipe. Dice que es “una persona mucho más inteligente, mucho más formada y con mucha más humanidad y humildad que su padre”. No le importaría que reinara. Su padre poco menos que le tiene celos y no le permite gestos espontáneos en público, ni que el hijo le robe el protagonismo. Por el encorsetamiento a que lo someten los españoles no hemos logrado percibir todas esas cualidades que, supuestamente, lo adornan. Rocasolano cree que su primo político está mal asesorado. Lo presenta, también, como prudente a la hora de hablar de política con sus huéspedes e invitados.
Ahora bien, reproduce una conversación con él en la que el Príncipe admite que en Zarzuela “estamos más cómodos cuando gobierna el PSOE. Nos dejan bastante más libertad que el PP”. Además, en Zarzuela quieren dar imagen de “una monarquía progresista y desvinculada de su algo vergonzoso pasado franquista”. Y como, según Rocasolano, en el PP son “tan reticentes a condenar el franquismo”, pues está claro hacia quién prefieren inclinarse.
Según el primísimo, Felipe tampoco quiere que se haga ninguna modificación de la Constitución sólo para eliminar la prelación del hijo varón sobre la hija mujer en la sucesión al trono mientras él no sea rey. Si va en un paquete con otras reformas, tal vez. Aunque ahora el heredero es él, que no es el primogénito, y la reforma de la sucesión en estos momentos sería una bofetada a su hermana Elena. Pero lo más importante para Felipe es que si hay que refrendar con un referéndum sólo esa reforma, aquello se convertiría en un plebiscito sobre la continuidad de la monarquía. Si un número importante de españoles decidiera abstenerse podría interpretarse como un rechazo a la institución. Así que mientras él no toque trono, mejor no menearlo.
Sobre su prima dice, curiosamente, que nunca le ha interesado la política. “Ni siquiera creo que la comprenda”, apostilla. “Su discurso en ese sentido fue siempre bastante impropio de una persona que se dedica a la profesión periodística. Se limitaba a generalizar y a decir los tópicos habituales: que todos los políticos, del color que sean, están ahí sencillamente para chupar del bote. Que los sindicatos viven de la jeta y de la subvención… Y extendía esta idea, como no, a los miembros de la Casa Real. Hasta que conoció a Felipe, por supuesto”.
Habla luego de las Infantas y sus maridos. Ya se ha citado en el hilo previo un pasaje relativo a Elena donde la pone de imbécil. Y casi de autista. “Lo que yo he visto es una persona callada, parsimoniosa, inalterable, ausente, ensimismada”. Por lo menos admite que a su pareja y a él “siempre nos trató con una educación magnífica y sin altivez”. Cristina es todo lo contrario: “maja, agradable, dicharachera, ágil, cercana, nada clasista”.
Sobre los duques consortes, ya dejó su descripción negativa de Marichalar en un capítulo anterior. De Urdangarín, en cambio, dice que es “un tío normal, de trato”. Explica las tribulaciones presentes del Duque Empalmado por el diferente trato que ambos yernos recibieron de la Casa Real. Y los atribuye al hecho de que Jaime de Marichalar pertenece a la nobleza y Urdangarín, no, “esta gente piensa así”.
A Marichalar enseguida se le buscaron consejos de administración donde ganar unos buenos duros. A Urdangarín, no: “se debía de sentir bastante desplazado en el aspecto económico”. De modo que poco menos que lo obligaron a buscarse la vida y se dejó llevar por la “inercia corruptora” que impera en “este país”. “Resulta muy fácil calificar de chorizo a Iñaki. No seré yo quien lo haga”. Y añade que, a izquierdas y a derechas, “en este país uno no se hace rico trabajando, se hace rico de otra manera”.
En fin, los miembros de la Casa Real, dice Rocasolano, “están acostumbrados a vivir en palacetes, pilotar barcos o conducir coches de alta gama sin pensar de dónde habrá salido el dinero para comprarlos”. Y cuenta la anécdota de su visita a un concesionario de vehículos de la marca Volvo que sirve a la Casa Real y donde, según él, trabaja un amigo. El tal amigo le mostró el Volvo V50 plateado que tenían preparado para la colección de Letizia. Él telefoneó a su prima para decirle que había visto su nuevo automóvil. “La respuesta fue contundente, categórica y nada cordial”: - “David, a nosotros nadie nos regala nada –silabeó muy rotunda. Nadie nos regala coches. Esos coches son de Patrimonio Nacional”.
O sea, concluye, que “todo es lícito, siempre que se traduzca justificando que se hacen las cosas “al servicio de los españoles”. O que se adquieren bienes que pasan a ser propiedad del “Patrimonio Nacional”. A Urdangarín, yo creo, lo mató el hecho de haber querido también usar ese lenguaje, sin tener derecho a hacerlo”.
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPÍTULO 10. LOS OLIGARQUITAS
Este capítulo trata del círculo pijo que rodea al Príncipe y a L.O. Empieza con una descripción general: “Los amigos del príncipe son unos seres risueños que viven en los mundos de Yupi. Siempre están riéndose de alguien o de algo, jamás se los ve con un libro o un disco en la mano, peinan una melenita estilo Agag y lucen unas novias que quedan bellísimas en las fotos y que en realidad son demasiado flacas. Durante los años que frecuenté sus ambientes no recuerdo jamás haber mantenido una conversación medianamente inteligente con ninguno de ellos”.
Según Rocasolano quien se lleva la palma en la pijez más vacua es uno de los sobrinos del Rey, hijo de la Infanta Pilar, “Coco” (Fernando) Gómez-Acebo, de quien cuenta varias anécdotas que ilustran su cretinismo.
El tema de conversación de los “oligarquitas” eran los viajes. “Siempre estaban preparando unas vacaciones a lugares remotos. Y cuando regresaban de sus últimas vacaciones, empezaban a hablar de que necesitaban pasar unos días en tal o cual sitio para relajarse. Entre vacaciones y pasar unos días se consumía la vida de estos hacendosos jóvenes que se acercaban, agotados, a los cuarenta”. Cuando no estaban de viaje o pasando unos días, los oligarquitas daban fiestas. De toda la familia de L.O. a la que más le gustaba ese mundillo era a su hermana Telma. Se apuntaba a todos los saraos. “Todo aquel mundo ficticio la fascinaba. Había entrado a formar parte de él por la puerta grande y no estaba dispuesta a regresar”.
Pero lo más sorprendente, dice Rocasolano, era la transformación de Letizia. Se había adaptado de buena gana a un mundo que decía detestar antes, un mundo caracterizado por “la hipocresía, la falta de compromiso, el ocio como lugar de trabajo, la más absoluta frivolidad, el desdén hacia los que no son de tu clase, el arribismo y la estupidez”. En una conversación con Laura Ponte las “dos musas”, que hablaban de las ciudades del mundo donde les gustaría vivir, se permitieron despreciar la vida en Galicia y Asturias por provinciana y paleta.
L.O. apostató fulgurantemente, no sólo de Asturias, sino también de su “ateísmo militante”. El día que le espetó a su primo un “ya sabes que yo todos los domingos, a las doce, voy a misa”, lo dejó “absolutamente anonadado”. Porque lo que él sabía es que no había pisado una iglesia desde su bautizo.
Jaime del Burgo también aparece en este capítulo. De él dice, con ironía, que “no he conocido en mi vida a persona con tal cantidad de opiniones irrefutables sobre los temas más diversos… Su sabiduría abarca los temas más diversos. De leyes a coches. De arte a lencería. De argonáutica a mampostería. Un verdadero crack”.
Fue en casa de Jaime del Burgo (un ático en la calle Serrano de Madrid de “no menos de tres millones de euros”) donde “mi prima superó todo los registros de hipocresía que he podido ver a lo largo de los años”. En una concurrida cena se discutía sí era moralmente lícito abortar en caso de malformación del feto. La familia Del Burgo es muy católica y la opinión mayoritaria de los comensales –tal vez de parecida orientación- era que no. Rocasolano no opinó. “Preferí no intervenir, ¿para qué?”. Pero entonces Letizia abrió la boca y todo el mundo guardó silencio “para paladear sus opiniones”. Y habló así:
“Yo creo que un ser, cualquier ser que te mande Dios, debe ser respetado. Si a mí mañana me hacen una amniocentesis y descubren que mi niño está mal, es que Dios quiere que ese niño venga así al mundo. Yo no lo dudaría. Lo tendría”.
El Príncipe sonrió complacido. Y ella recorrió con una mirada rápida a todos los presentes para ver el efecto favorable que habían causado sus palabras. Pero sus ojos no se detuvieron en una persona: su primo David.
Rocasolano le susurró a su pareja que se les estaba haciendo tarde. Se levantaron y se fueron.
Este capítulo trata del círculo pijo que rodea al Príncipe y a L.O. Empieza con una descripción general: “Los amigos del príncipe son unos seres risueños que viven en los mundos de Yupi. Siempre están riéndose de alguien o de algo, jamás se los ve con un libro o un disco en la mano, peinan una melenita estilo Agag y lucen unas novias que quedan bellísimas en las fotos y que en realidad son demasiado flacas. Durante los años que frecuenté sus ambientes no recuerdo jamás haber mantenido una conversación medianamente inteligente con ninguno de ellos”.
Según Rocasolano quien se lleva la palma en la pijez más vacua es uno de los sobrinos del Rey, hijo de la Infanta Pilar, “Coco” (Fernando) Gómez-Acebo, de quien cuenta varias anécdotas que ilustran su cretinismo.
El tema de conversación de los “oligarquitas” eran los viajes. “Siempre estaban preparando unas vacaciones a lugares remotos. Y cuando regresaban de sus últimas vacaciones, empezaban a hablar de que necesitaban pasar unos días en tal o cual sitio para relajarse. Entre vacaciones y pasar unos días se consumía la vida de estos hacendosos jóvenes que se acercaban, agotados, a los cuarenta”. Cuando no estaban de viaje o pasando unos días, los oligarquitas daban fiestas. De toda la familia de L.O. a la que más le gustaba ese mundillo era a su hermana Telma. Se apuntaba a todos los saraos. “Todo aquel mundo ficticio la fascinaba. Había entrado a formar parte de él por la puerta grande y no estaba dispuesta a regresar”.
Pero lo más sorprendente, dice Rocasolano, era la transformación de Letizia. Se había adaptado de buena gana a un mundo que decía detestar antes, un mundo caracterizado por “la hipocresía, la falta de compromiso, el ocio como lugar de trabajo, la más absoluta frivolidad, el desdén hacia los que no son de tu clase, el arribismo y la estupidez”. En una conversación con Laura Ponte las “dos musas”, que hablaban de las ciudades del mundo donde les gustaría vivir, se permitieron despreciar la vida en Galicia y Asturias por provinciana y paleta.
L.O. apostató fulgurantemente, no sólo de Asturias, sino también de su “ateísmo militante”. El día que le espetó a su primo un “ya sabes que yo todos los domingos, a las doce, voy a misa”, lo dejó “absolutamente anonadado”. Porque lo que él sabía es que no había pisado una iglesia desde su bautizo.
Jaime del Burgo también aparece en este capítulo. De él dice, con ironía, que “no he conocido en mi vida a persona con tal cantidad de opiniones irrefutables sobre los temas más diversos… Su sabiduría abarca los temas más diversos. De leyes a coches. De arte a lencería. De argonáutica a mampostería. Un verdadero crack”.
Fue en casa de Jaime del Burgo (un ático en la calle Serrano de Madrid de “no menos de tres millones de euros”) donde “mi prima superó todo los registros de hipocresía que he podido ver a lo largo de los años”. En una concurrida cena se discutía sí era moralmente lícito abortar en caso de malformación del feto. La familia Del Burgo es muy católica y la opinión mayoritaria de los comensales –tal vez de parecida orientación- era que no. Rocasolano no opinó. “Preferí no intervenir, ¿para qué?”. Pero entonces Letizia abrió la boca y todo el mundo guardó silencio “para paladear sus opiniones”. Y habló así:
“Yo creo que un ser, cualquier ser que te mande Dios, debe ser respetado. Si a mí mañana me hacen una amniocentesis y descubren que mi niño está mal, es que Dios quiere que ese niño venga así al mundo. Yo no lo dudaría. Lo tendría”.
El Príncipe sonrió complacido. Y ella recorrió con una mirada rápida a todos los presentes para ver el efecto favorable que habían causado sus palabras. Pero sus ojos no se detuvieron en una persona: su primo David.
Rocasolano le susurró a su pareja que se les estaba haciendo tarde. Se levantaron y se fueron.
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPÍTULO 11. LETIZIA SE HACE MANIÁTICA
El capítulo 11 cuenta como L.O. se fue haciendo cada vez más dictatorial y controladora con sus familiares.
Un día que el autor estaba de visita en la Zarzuela II con su familia fue duramente reprendido por Letizia mientras le sacaba fotos a su hijo, que corría por los pasillos con un triciclo. -“Oye, mira. Que prefiero que no hagas fotos aquí –me dijo con voz bastante autoritaria. Me quedé alucinado. Letizia suele ser, con todo el mundo, bastante dictatorial. Pero conmigo siempre se había cortado bastante. -¿Cómo que no haga fotos? ¿De qué estoy haciendo fotos?”
El forcejeo verbal entre los primos siguió hasta que Rocasolano, harto, le espetó: -“Mira, chica. Te estás volviendo paranoica. ¿Tú que te crees?” Vuelta a la discusión y nueva orden. -“Te ruego que a partir de ahora no vuelvas a traer la cámara aquí. ¿Me entiendes?” Según ella, aquellas fotos podían interesar mucho a mucha gente. Y a él podrían robarle la cámara, o él la podría perder…
“¿Y qué van a ver? ¿A un niño en un triciclo por un pasillo?”
Rocasolano hizo caso omiso y siguió haciéndole fotografías al crío. “Me había cabreado de verdad, pero aquella primera vez no le di demasiada importancia. Uno de tantos arrebatos histéricos de mi prima”.
Pero la bronca volvió a repetirse, y cada vez de peores modos, con cada nueva visita. La foto más “comprometedora” que Rocasolano había tomado nunca en Zarzuela era la del Príncipe haciendo el ganso con un triciclo infantil, rodeado de críos. “Una estampa de un buen padre y un buen tío (en los dos sentidos) divirtiendo a su familia”. La paranoia letiziera con las fotos, y su obsesión por controlar de modo asfixiante los aspectos más nimios de la existencia de sus familiares, hizo que Rocasolano y su familia empezarán a visitarla con menos frecuencia, poniendo todo tipo de excusas para justificar sus ausencias.
Aunque las decepciones al final llevaron a Rocasolano a romper con su prima, es evidente que durante unos años él cometió el pecado de chupar rueda del nuevo estatus social de L.O. y de meterse de hoz y coz en el ambiente de las oligarquías. Así por ejemplo, matriculó a su hijo en el Colegio Los Rosales, (“la matricula cuesta 850 euros mensuales”). “Yo pensaba, reconozco que un poco palurdamente, que las relaciones que hiciera allí Nano con los hijos de nuestra oligarquía le podrían ser útiles en el futuro. No sólo están las infantas. Una larga lista de gente de cierto poder –empresarios, banqueros, profesionales de nivel alto- también creen que podrán acercarse a la Casa Real por la relación con los niños. Además, yo veía una ventaja adicional. Podía pedirle a los guardaespaldas de las niñas de Letizia que le echaran un ojo a Nano”.
Y lo hizo, con dos narices. El colegio está lleno de guardaespaldas (se supone que miembros de las fuerzas de seguridad) y Rocasolano se tomaba las atribuciones de decirles “échale un ojo al mío, que no te cuesta nada”. Lo cuenta con toda naturalidad, como si eso fuera normal. Pero el caso es que a los otros padres también les llamaba la atención. “¿Y quién cojones será ese niño que salta encima de los guardaespaldas?”.
Al infante Rocasolano las visitas palaciegas, los colegios oligárquicos y los guardaespaldas principescos empezaron a causarle problemas de ubicación. El crío iba diciendo por ahí cosas como estas: “¿Y sabes? Yo soy nieto del rey Juan Carlos y sobrino de Felipe. Y el domingo estuve en el palacio ¿sabes? Y la Reina nos dio helados para todos los niños”. En Los Rosales el crío era, para todos, el primo de las infantas.
Mientras, la obsesión de Letizia por perseguir a sus familiares y evitar cualquier filtración, no remitía. Sus hermanas, sus padres y su abuela Menchu “vivían en un estrés permanente, instalados en un terror constante. Cualquier cosa que hicieran podía ser castigada con una bronca clamorosa. Si un paparazzo le robaba a alguno una foto en la calle, si trascendía que había visitado tal o cual tienda, o habían asistido a cualquier fiesta, Letizia los reprendía con ferocidad. En público o en privado. Sin importarle el daño que pudiera hacer”.
Para ver si había algún topo en la familia, durante su primer embarazo les dijo que espera un varón y que se iba a llamar Pelayo. Poco después aquel bulo empezó a correr por la prensa del corazón. El topo, en verdad, existía, pero al mismo tiempo las manías persecutorias de L.O. amenazaban con convertirse un trastorno grave.
Una escena para terminar este resumen. La de la familia invitada a Zarzuela II una tarde de domingo para tomar café o merendar. Todos sentados en un salón, muy modosos, y la prima triunfadora ejerciendo de anfitriona, preguntándoles qué deseaban tomar. A continuación tocaba el timbre que avisa a los sirvientes y estos, impecablemente uniformados, entraban en el salón a recibir órdenes y a traer las viandas. Los Ortiz-Rocasolano se quedaban cohibidos y mudos. “Aún nos resultaba impresionante aquello del mando a distancia para los criados, las pajaritas y el tratamiento de señora…”
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPÍTULO 12. ASCENSO Y CAÍDA
En este capítulo Rocasolano cuenta el momento culminante de su ascenso social y su caída en desgracia, que produjo la ruptura de relaciones con su prima e, incluso, con el resto de su familia.
Empieza lamentándose del “papanatismo” del pueblo español ante la Familia Real y los poderosos en general. Estar relacionado con alguien de la realeza (en su caso el Príncipe y su esposa) o del poder “te otorga un plus de estatus social y hasta económico” en España. No es ya que tú seas un aprovechado en tal caso, dice, sino que otros “te ofrecen trabajo o negocios por el simple hecho de que tengas esas relaciones. Nunca te facilitarían esas gangas, o esas informaciones privilegiadas, si esas relaciones no existieran, aunque tú seas la misma persona. Así es nuestra sociedad. Así es el juego”.
En su caso, ese juego hizo que lo invitaran a entrar en un bufete de abogados de postín: Ledesma y Asociados, bufete de la familia de Fernando Ledesma, ministro de justicia en los gobiernos socialistas de Felipe González. Rocasolano se incorporó como socio inmediatamente y trabajó con ellos cuatro años.
El bufete de los Ledesma fue su perdición. Primero, no fue tan rentable como podía parecer: se hizo la mayor parte de la cartera de clientes solo y tenía que entregar al 30% de la facturación al despacho. Pero además, “aquel era un despacho político socialista, demasiado relacionado con cuestiones filosocialistas. Era la época dorada del ladrillo, de las recalificaciones sistemáticas, de las grandes promociones… Una marea que me salpicó de forma abrupta en 2009 con un caso de corrupción en Ciempozuelos”.
El 23 de octubre el periódico La Gaceta sacó un titular que decía: “Un primo de Letizia Ortiz, implicado en el Caso Ciempozuelos”. Rocasolano no disimula su resentimiento con el grupo Intereconomía por la forma tendenciosa en que manejaron aquel asunto y destruyeron su reputación. A La Gaceta lo llama periódico “filofranquista” y el retrato que hace del director Carlos Dávila y de su más directa colaboradora, una tal Maite (¿Alfajeme?), es ácido. Su versión de los hechos (que La Gaceta nunca quiso públicar) es la siguiente: “Yo ni estuve imputado (fue llamado a declarar como testigo) ni soy consciente de ser un delincuente. Yo soy consciente de haber retirado 385.000 € de una cuenta de un señor que luego resultó implicado en un caso de corrupción. Soy consciente de que con ese dinero compré un inmueble por encargo de un tercero. Y soy consciente de que, cuando compramos el inmueble y pasó un tiempo, este señor, me dijo que ya no le interesaba la operación y que si podía devolverle el dinero. Y yo le dije que a mí la operación me seguía interesando. Me quedo el inmueble yo, te devuelvo el dinero y a correr. Fui al banco, pedí la hipoteca, me dieron el dinero y lo devolví. En ningún momento pude pensar que estos señores iban a ser imputados (que no sentenciados) por apropiación indebida y cohecho como testaferro de dos ex-alcaldes de la localidad”.
El vendaval mediático lo pilló por sorpresa. Y las consecuencias fueron desastrosas. “Estaba perdiendo clientes. Estaba perdiendo amigos. Estaba perdiendo mi reputación, esa que a día de hoy me importa un bledo”. En medio de la tormenta esperaba una llamada, la llamada: la de la primísima implacable.Le sorprendió que no llamara el primer día del escándalo. Pero más sorprendente fue que no lo llamó nadie de la familia, ni siquiera sus padres. Todos estaban a la espera de que Letizia ordenará si era conveniente dirigirle o no la palabra, de que sentenciara o absolviera al reo. “Antes nadie se iba a atrever a mover un dedo. Y yo, por supuesto, no iba a ser el primero en descolgar el teléfono y ponerme a gimotear”.
En “El gato al agua” de Intereconomía Radio y TV vio como lo calificaban, falsamente, de imputado en el caso y como lo llamaban “trincón”, como hacían “chistes malos alrededor del texto mendaz de La Gaceta” e incluso de la plebeyez de la familia de Letizia. Pasó a Telecinco y en el programa G20 vio como lo ridiculizaban y repetían la mentira de la imputación: “…Y es que este pijín que ven, además de ser primo hermano y amigo íntimo de doña Letizia, es uno de los implicados en el Caso Ciempozuelos” etc. Rocasolano se sentía “solo, asqueado y acorralado”.
La llamada terrible llegó dos días después. La primísima, en “tono seco y agresivo” quería saber si “esto me va a manchar a mí”. Rocasolano estalló: “¿Qué si te va a manchar a ti? ¿Qué si te va a manchar a ti? A quien está manchando es a mí, jxxxxx. Si yo no fuera tu primo, esto no me estaría pasando…”.
No recibió ningún apoyo personal, ninguna acogida emocional. Al contrario: la orden fue aislarlo completamente. Y la cumplió hasta su padre. “Los exculpo, porque soy consciente de que fue por miedo”.
Dos días después recibió un mensaje del Príncipe, “esta vez el elegido por Letizia para hacer de heraldo negro había sido él”. Dice que conserva ese texto íntegro, pero se lo reserva. Fue más diplomático y cariñoso que su prima. Pero fue el fin. “Me estaban apuñalando. Me estaban abandonando como un perro de caza cuando se cierra la veda. Mis padres. Mis hermanos. Mis primas”.
Y entonces llegó la ruptura: “Letizia, yo con esta historia ya no puedo más. Tu historia es tuya, tus beneficios son tuyos, no quiero saber nada más de tu vida”. Cambió todos sus números de teléfono y rogó a su exmujer que no se los diera a nadie.
Letizia la llamó para pedírselos días después y “se cabreó muchísimo” ante la negativa a dárselos. Dijo que los conseguiría por otra vía. Pero nunca más llamó. Ni ella ni nadie más de la familia. Tampoco los padres del afectado.
Cuenta una reunión que tuvo con el director de la Gaceta y avisa de que la grabó. En ella Carlos Dávila le ofrecía “llamarte cada vez que vaya a escribir sobre ti, si me cuentas todo lo que sabes de la financiación ilegal del PSOE”. Rocasolano se levantó y se marchó. Se verían en los tribunales: él se querellaría contra Intereconomía por difamación.
En este capítulo Rocasolano cuenta el momento culminante de su ascenso social y su caída en desgracia, que produjo la ruptura de relaciones con su prima e, incluso, con el resto de su familia.
Empieza lamentándose del “papanatismo” del pueblo español ante la Familia Real y los poderosos en general. Estar relacionado con alguien de la realeza (en su caso el Príncipe y su esposa) o del poder “te otorga un plus de estatus social y hasta económico” en España. No es ya que tú seas un aprovechado en tal caso, dice, sino que otros “te ofrecen trabajo o negocios por el simple hecho de que tengas esas relaciones. Nunca te facilitarían esas gangas, o esas informaciones privilegiadas, si esas relaciones no existieran, aunque tú seas la misma persona. Así es nuestra sociedad. Así es el juego”.
En su caso, ese juego hizo que lo invitaran a entrar en un bufete de abogados de postín: Ledesma y Asociados, bufete de la familia de Fernando Ledesma, ministro de justicia en los gobiernos socialistas de Felipe González. Rocasolano se incorporó como socio inmediatamente y trabajó con ellos cuatro años.
El bufete de los Ledesma fue su perdición. Primero, no fue tan rentable como podía parecer: se hizo la mayor parte de la cartera de clientes solo y tenía que entregar al 30% de la facturación al despacho. Pero además, “aquel era un despacho político socialista, demasiado relacionado con cuestiones filosocialistas. Era la época dorada del ladrillo, de las recalificaciones sistemáticas, de las grandes promociones… Una marea que me salpicó de forma abrupta en 2009 con un caso de corrupción en Ciempozuelos”.
El 23 de octubre el periódico La Gaceta sacó un titular que decía: “Un primo de Letizia Ortiz, implicado en el Caso Ciempozuelos”. Rocasolano no disimula su resentimiento con el grupo Intereconomía por la forma tendenciosa en que manejaron aquel asunto y destruyeron su reputación. A La Gaceta lo llama periódico “filofranquista” y el retrato que hace del director Carlos Dávila y de su más directa colaboradora, una tal Maite (¿Alfajeme?), es ácido. Su versión de los hechos (que La Gaceta nunca quiso públicar) es la siguiente: “Yo ni estuve imputado (fue llamado a declarar como testigo) ni soy consciente de ser un delincuente. Yo soy consciente de haber retirado 385.000 € de una cuenta de un señor que luego resultó implicado en un caso de corrupción. Soy consciente de que con ese dinero compré un inmueble por encargo de un tercero. Y soy consciente de que, cuando compramos el inmueble y pasó un tiempo, este señor, me dijo que ya no le interesaba la operación y que si podía devolverle el dinero. Y yo le dije que a mí la operación me seguía interesando. Me quedo el inmueble yo, te devuelvo el dinero y a correr. Fui al banco, pedí la hipoteca, me dieron el dinero y lo devolví. En ningún momento pude pensar que estos señores iban a ser imputados (que no sentenciados) por apropiación indebida y cohecho como testaferro de dos ex-alcaldes de la localidad”.
El vendaval mediático lo pilló por sorpresa. Y las consecuencias fueron desastrosas. “Estaba perdiendo clientes. Estaba perdiendo amigos. Estaba perdiendo mi reputación, esa que a día de hoy me importa un bledo”. En medio de la tormenta esperaba una llamada, la llamada: la de la primísima implacable.Le sorprendió que no llamara el primer día del escándalo. Pero más sorprendente fue que no lo llamó nadie de la familia, ni siquiera sus padres. Todos estaban a la espera de que Letizia ordenará si era conveniente dirigirle o no la palabra, de que sentenciara o absolviera al reo. “Antes nadie se iba a atrever a mover un dedo. Y yo, por supuesto, no iba a ser el primero en descolgar el teléfono y ponerme a gimotear”.
En “El gato al agua” de Intereconomía Radio y TV vio como lo calificaban, falsamente, de imputado en el caso y como lo llamaban “trincón”, como hacían “chistes malos alrededor del texto mendaz de La Gaceta” e incluso de la plebeyez de la familia de Letizia. Pasó a Telecinco y en el programa G20 vio como lo ridiculizaban y repetían la mentira de la imputación: “…Y es que este pijín que ven, además de ser primo hermano y amigo íntimo de doña Letizia, es uno de los implicados en el Caso Ciempozuelos” etc. Rocasolano se sentía “solo, asqueado y acorralado”.
La llamada terrible llegó dos días después. La primísima, en “tono seco y agresivo” quería saber si “esto me va a manchar a mí”. Rocasolano estalló: “¿Qué si te va a manchar a ti? ¿Qué si te va a manchar a ti? A quien está manchando es a mí, jxxxxx. Si yo no fuera tu primo, esto no me estaría pasando…”.
No recibió ningún apoyo personal, ninguna acogida emocional. Al contrario: la orden fue aislarlo completamente. Y la cumplió hasta su padre. “Los exculpo, porque soy consciente de que fue por miedo”.
Dos días después recibió un mensaje del Príncipe, “esta vez el elegido por Letizia para hacer de heraldo negro había sido él”. Dice que conserva ese texto íntegro, pero se lo reserva. Fue más diplomático y cariñoso que su prima. Pero fue el fin. “Me estaban apuñalando. Me estaban abandonando como un perro de caza cuando se cierra la veda. Mis padres. Mis hermanos. Mis primas”.
Y entonces llegó la ruptura: “Letizia, yo con esta historia ya no puedo más. Tu historia es tuya, tus beneficios son tuyos, no quiero saber nada más de tu vida”. Cambió todos sus números de teléfono y rogó a su exmujer que no se los diera a nadie.
Letizia la llamó para pedírselos días después y “se cabreó muchísimo” ante la negativa a dárselos. Dijo que los conseguiría por otra vía. Pero nunca más llamó. Ni ella ni nadie más de la familia. Tampoco los padres del afectado.
Cuenta una reunión que tuvo con el director de la Gaceta y avisa de que la grabó. En ella Carlos Dávila le ofrecía “llamarte cada vez que vaya a escribir sobre ti, si me cuentas todo lo que sabes de la financiación ilegal del PSOE”. Rocasolano se levantó y se marchó. Se verían en los tribunales: él se querellaría contra Intereconomía por difamación.
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
CAPÍTULO 13. LOS DESPROTEGIDOS
En el último capítulo del libro recuerda que esta es la historia del choque de una humilde caravana gitana (los Ortiz-Rocasolano) con un tren expreso que se los llevó por delante (los Borbones), sin que estos tuvieran “la decencia o la humanidad de volver la cabeza tras arrollarnos”.
Él es uno de los damnificados, excluido de su familia como un apestado, roto todo el contacto con ella, con “acusaciones de corrupción infundadas” y metido en peleas judiciales con varios medios de comunicación. “Gano ante los tribunales, pero he perdido cosas que nunca voy a recuperar”.
La gran damnificada fue Erika, la hermana de L.O. que se suicidó en febrero de 2007. Rocasolano recuerda cómo se enteró de la muerte de su prima. Y rememora cómo fue su triste vida. Antonio Vigo, su compañero, y ella se habían conocido en la Escuela de Bellas Artes y la suya era una historia de penuria económica y sufrimiento, de fracaso permanente. Como suele ocurrir en aquellos que tienen un temperamento artístico, “eran dos personas con demasiada sensibilidad como para encontrar en sí mismos un mínimo sentido práctico. Todo les salía mal. Sistemáticamente”. Malvivían con trabajos precarios a la vez que intentaban, sin éxito, abrirse camino en el mundo del arte. No tenían ni para pagarse un alquiler decente, a veces ni para comer. Su despensa vacía movía a compasión hasta a la tacaña Letizia (“una agnóstica que sólo profesaba adoración a la Virgen del Puño”). “Recuerdo la cara que se le quedaba a Antonio Vigo mientras descargábamos las bolsas de la compra. Su expresión humillada de hombre incapaz de mantener a su mujer y su hija”.
La presión mediática sobre esta pareja, puesta ya a dura prueba por años de fracaso y precariedad económica, acabó llevándolos a la separación. El detonante fue una beca que le habían concedido a Vigo en Uruguay. Erica por fin tenía un trabajo decente y no quería dejarlo todo para seguirlo al otro lado del océano.
En el momento de su muerte, su estado de ánimo no era bueno. Estaba crispada e irascible por sentirse foco de la presión mediática. Tenía un buen trabajo ahora, pero se sentía insegura y frágil en el desempeño. La relación entre las tres hermanas se había deteriorado mucho y estaba triste. Un día confesó a su primo que se sentía sola, que sus hermanas la habían dejado sola. “Ya antes de convertirse en lo que ahora es, Letizia había llevado la voz cantante en aquella familia. Pero la vida en palacio la había transformado en una persona más controladora y más cruel”.
Rocasolano habla de todo lo que rodeó al funeral. Letizia vetó a su hermana Abigail y le impidió asistir a las honras fúnebres. Cuando él le dijo que Abigail estaba en Madrid y quería asistir, L.O. replicó, cortante, que “nadie le ha dicho a tu hermana que venga”. Iba a ser un funeral “en la estricta intimidad. No quiero Rocasolanos”. David dice que ya estaban acostumbrados a “las fascistadas de Letizia”, pero aquella ruindad era demasiado. Su hermana se quedó desolada: “Pero, no puede ser. Erika es mi prima. Ella no es nadie para impedirme ir”. Pero lo impidió.
Luego, en el funeral, había treinta Borbones, muchos de los cuales apenas había cambiado con la difunta una palabra. Pero esos eran los “íntimos”. Rocasolano dice que L.O. se comportó en todo momento “como un cubo de hielo”. Los llevaron a Palacio y allí ella iba y venía, dando órdenes. No mostraba ninguna conmoción. En privado no la vio verter ni una lágrima. Sólo lloró, con “lágrimas de princesa”, cuando se acercó a la prensa. Aquel momento en el que el Príncipe soltó el famoso “sentimos el remojón que estáis sufriendo”…
El momento más estremecedor del funeral lo protagonizó el humilde Antonio Vigo, cuando se acercó al ataúd para despedirse. Rompió a llorar con “un llanto desgarrador, un llanto macho que resonaba en las bóvedas de la pequeña iglesia. El silencio en que se quedó el templo acrecentaba aún más la ferocidad de aquellos gemidos, casi gritos”. Fue entonces cuando se volvió hacía el Rey y gritó: “¡Vosotros! ¡Vosotros tenéis la culpa! ¡Tú tienes la culpa, hijo de pxxxx! ¡Vosotros la habéis matado!”. Rápidamente se lo llevaron de allí. Rocasolano dice que en aquel momento se sintió orgulloso de ser su amigo. Había tenido el valor de decir lo que él también pensaba.
Letizia se arrodilló ante el Rey a la vista de todos para pedir disculpas por la escena. Dice Rocasolano que “fue un gesto claro que demostraba a quién pertenecía ya mi prima”. No se había arrodillado ante los padres de la difunta, ante sus propios padres. Se había arrodillado ante SM el Rey. “Sentí asco”, dice Rocasolano.
No mucho después L.O. intentó arrebatarle a Antonio Vigo la custodia de su hija Carla y dejarlo, simplemente, con un régimen regulado de visitas. Vigo acudió a David Rocasolano. “No te lo vas a creer, David… Me quieren quitar a la niña. Quieren la custodia para ellas…” Ellas eran L.O y su madre. Rocasolano le dijo a Vigo que no le podían quitar a su hija “por muy princesa de Asturias que sea Letizia”. Le aconsejó amenazarlas con una batalla legal, “sin cortarte un pelo”. “Ni siquiera te sientes a negociar”. Fue la última vez que hablaron. Antonio Vigo siguió sus recomendaciones. Y Letizia “se agarró un buen cabreo” al no conseguir separar a la niña de su padre.
El libro concluye con un recordatorio a Carla, que ya tiene 12 años. Y a su madre muerta. Y al gesto de valor de Antonio Vigo ante los poderosos Borbones. Y a una familia humilde, que tenía sus luces y sus sombras, pero que ya no existe, porque ha quedado destruida. Y dos adioses: “Adiós, Erika. Adiós, Princesa”.
En el último capítulo del libro recuerda que esta es la historia del choque de una humilde caravana gitana (los Ortiz-Rocasolano) con un tren expreso que se los llevó por delante (los Borbones), sin que estos tuvieran “la decencia o la humanidad de volver la cabeza tras arrollarnos”.
Él es uno de los damnificados, excluido de su familia como un apestado, roto todo el contacto con ella, con “acusaciones de corrupción infundadas” y metido en peleas judiciales con varios medios de comunicación. “Gano ante los tribunales, pero he perdido cosas que nunca voy a recuperar”.
La gran damnificada fue Erika, la hermana de L.O. que se suicidó en febrero de 2007. Rocasolano recuerda cómo se enteró de la muerte de su prima. Y rememora cómo fue su triste vida. Antonio Vigo, su compañero, y ella se habían conocido en la Escuela de Bellas Artes y la suya era una historia de penuria económica y sufrimiento, de fracaso permanente. Como suele ocurrir en aquellos que tienen un temperamento artístico, “eran dos personas con demasiada sensibilidad como para encontrar en sí mismos un mínimo sentido práctico. Todo les salía mal. Sistemáticamente”. Malvivían con trabajos precarios a la vez que intentaban, sin éxito, abrirse camino en el mundo del arte. No tenían ni para pagarse un alquiler decente, a veces ni para comer. Su despensa vacía movía a compasión hasta a la tacaña Letizia (“una agnóstica que sólo profesaba adoración a la Virgen del Puño”). “Recuerdo la cara que se le quedaba a Antonio Vigo mientras descargábamos las bolsas de la compra. Su expresión humillada de hombre incapaz de mantener a su mujer y su hija”.
La presión mediática sobre esta pareja, puesta ya a dura prueba por años de fracaso y precariedad económica, acabó llevándolos a la separación. El detonante fue una beca que le habían concedido a Vigo en Uruguay. Erica por fin tenía un trabajo decente y no quería dejarlo todo para seguirlo al otro lado del océano.
En el momento de su muerte, su estado de ánimo no era bueno. Estaba crispada e irascible por sentirse foco de la presión mediática. Tenía un buen trabajo ahora, pero se sentía insegura y frágil en el desempeño. La relación entre las tres hermanas se había deteriorado mucho y estaba triste. Un día confesó a su primo que se sentía sola, que sus hermanas la habían dejado sola. “Ya antes de convertirse en lo que ahora es, Letizia había llevado la voz cantante en aquella familia. Pero la vida en palacio la había transformado en una persona más controladora y más cruel”.
Rocasolano habla de todo lo que rodeó al funeral. Letizia vetó a su hermana Abigail y le impidió asistir a las honras fúnebres. Cuando él le dijo que Abigail estaba en Madrid y quería asistir, L.O. replicó, cortante, que “nadie le ha dicho a tu hermana que venga”. Iba a ser un funeral “en la estricta intimidad. No quiero Rocasolanos”. David dice que ya estaban acostumbrados a “las fascistadas de Letizia”, pero aquella ruindad era demasiado. Su hermana se quedó desolada: “Pero, no puede ser. Erika es mi prima. Ella no es nadie para impedirme ir”. Pero lo impidió.
Luego, en el funeral, había treinta Borbones, muchos de los cuales apenas había cambiado con la difunta una palabra. Pero esos eran los “íntimos”. Rocasolano dice que L.O. se comportó en todo momento “como un cubo de hielo”. Los llevaron a Palacio y allí ella iba y venía, dando órdenes. No mostraba ninguna conmoción. En privado no la vio verter ni una lágrima. Sólo lloró, con “lágrimas de princesa”, cuando se acercó a la prensa. Aquel momento en el que el Príncipe soltó el famoso “sentimos el remojón que estáis sufriendo”…
El momento más estremecedor del funeral lo protagonizó el humilde Antonio Vigo, cuando se acercó al ataúd para despedirse. Rompió a llorar con “un llanto desgarrador, un llanto macho que resonaba en las bóvedas de la pequeña iglesia. El silencio en que se quedó el templo acrecentaba aún más la ferocidad de aquellos gemidos, casi gritos”. Fue entonces cuando se volvió hacía el Rey y gritó: “¡Vosotros! ¡Vosotros tenéis la culpa! ¡Tú tienes la culpa, hijo de pxxxx! ¡Vosotros la habéis matado!”. Rápidamente se lo llevaron de allí. Rocasolano dice que en aquel momento se sintió orgulloso de ser su amigo. Había tenido el valor de decir lo que él también pensaba.
Letizia se arrodilló ante el Rey a la vista de todos para pedir disculpas por la escena. Dice Rocasolano que “fue un gesto claro que demostraba a quién pertenecía ya mi prima”. No se había arrodillado ante los padres de la difunta, ante sus propios padres. Se había arrodillado ante SM el Rey. “Sentí asco”, dice Rocasolano.
No mucho después L.O. intentó arrebatarle a Antonio Vigo la custodia de su hija Carla y dejarlo, simplemente, con un régimen regulado de visitas. Vigo acudió a David Rocasolano. “No te lo vas a creer, David… Me quieren quitar a la niña. Quieren la custodia para ellas…” Ellas eran L.O y su madre. Rocasolano le dijo a Vigo que no le podían quitar a su hija “por muy princesa de Asturias que sea Letizia”. Le aconsejó amenazarlas con una batalla legal, “sin cortarte un pelo”. “Ni siquiera te sientes a negociar”. Fue la última vez que hablaron. Antonio Vigo siguió sus recomendaciones. Y Letizia “se agarró un buen cabreo” al no conseguir separar a la niña de su padre.
El libro concluye con un recordatorio a Carla, que ya tiene 12 años. Y a su madre muerta. Y al gesto de valor de Antonio Vigo ante los poderosos Borbones. Y a una familia humilde, que tenía sus luces y sus sombras, pero que ya no existe, porque ha quedado destruida. Y dos adioses: “Adiós, Erika. Adiós, Princesa”.
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
http://davidrocasolano.blogspot.com.es/
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
http://davidrocasolano.blogspot.com.es/
Adiós, Princesa de David Rocasolano. ¿Censurado?
Publicado por Raúl Tristán el 16 Abril 2013 en Sociopolítica | 4 Comments y 0 Reactions
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¿Se están produciendo presiones a librerías, distribuidoras, superficies comerciales… para evitar que los ciudadanos conozcan la cara oculta de Letizia?
¿Existe una censura encubierta que pretende proteger a la Corona, y más aun a sus herederos, para perpetuarla en España?
Adiós, Princesa, de David RocasolanoEn un momento como el actual, crítico para la Monarquía, en el que esta Institución que heredamos del franquismo se enfrenta a escandalosos y bochornosos episodios (…el empleo de Cristina en La Caixa; las cacerías de Juan Carlos; el caso Nóos; Corinna…) que ponen en tela de juicio su ‘supuesto’ buen hacer por este país, que un libro como Adiós, Princesa vea la luz y sea devorado por lectores ávidos de conocer quiénes representarán en breve la Jefatura del Estado, resulta muy contraproducente… y se hace necesario acallarlo.
Ramón Akal, el editor, es un viejo conocido: editor de los que quedan pocos, quizás ninguno más como él… Gracias a su valentía, su compromiso, su honestidad, manuscritos rechazados por centenares de editoriales, por osar plasmar negro sobre blanco verdades incómodas, han sido leídos por miles y miles de librepensadores, que no se someten a la borreguez de la masa o a los mandatos de Gobiernos y sus castas parásitas.
Reconozco que ha sido tarde cuando he descubierto a Ramón y a sus libros, y que lo hice gracias a la lectura de uno de sus esclarecedores textos, Traficantes de Información, de Pascual Serrano… pero no por ello aguardo con menos impaciencia, que quien gozara del privilegio de su lectura antaño, cada una de sus incursiones en el manipulable terrreno de ‘la verdad’.
Por eso creo que Adiós, Princesa debe ser leído también.
http://www.ellibrepensador.com/2013/04/16/adios-princesa-de-david-rocasolano-censurado/
Adiós, Princesa de David Rocasolano. ¿Censurado?
Publicado por Raúl Tristán el 16 Abril 2013 en Sociopolítica | 4 Comments y 0 Reactions
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¿Se están produciendo presiones a librerías, distribuidoras, superficies comerciales… para evitar que los ciudadanos conozcan la cara oculta de Letizia?
¿Existe una censura encubierta que pretende proteger a la Corona, y más aun a sus herederos, para perpetuarla en España?
Adiós, Princesa, de David RocasolanoEn un momento como el actual, crítico para la Monarquía, en el que esta Institución que heredamos del franquismo se enfrenta a escandalosos y bochornosos episodios (…el empleo de Cristina en La Caixa; las cacerías de Juan Carlos; el caso Nóos; Corinna…) que ponen en tela de juicio su ‘supuesto’ buen hacer por este país, que un libro como Adiós, Princesa vea la luz y sea devorado por lectores ávidos de conocer quiénes representarán en breve la Jefatura del Estado, resulta muy contraproducente… y se hace necesario acallarlo.
Ramón Akal, el editor, es un viejo conocido: editor de los que quedan pocos, quizás ninguno más como él… Gracias a su valentía, su compromiso, su honestidad, manuscritos rechazados por centenares de editoriales, por osar plasmar negro sobre blanco verdades incómodas, han sido leídos por miles y miles de librepensadores, que no se someten a la borreguez de la masa o a los mandatos de Gobiernos y sus castas parásitas.
Reconozco que ha sido tarde cuando he descubierto a Ramón y a sus libros, y que lo hice gracias a la lectura de uno de sus esclarecedores textos, Traficantes de Información, de Pascual Serrano… pero no por ello aguardo con menos impaciencia, que quien gozara del privilegio de su lectura antaño, cada una de sus incursiones en el manipulable terrreno de ‘la verdad’.
Por eso creo que Adiós, Princesa debe ser leído también.
http://www.ellibrepensador.com/2013/04/16/adios-princesa-de-david-rocasolano-censurado/
Re: "Adios, Princesa" Libro de David Rocasolano, primo de Letizia Ortiz. Capitulos y extractos.
"Creo que todo esto empezó una tarde de viernes en mi despacho de abogados. Ejerzo esta azarosa profesión desde hace 16 años. Los mismos que he dedicado al estudio del Derecho. Del "directum": lo que está conforme a la "ley, a la regla, a la norma". Hasta que entendí que las leyes son injustas, como lo son la vida y la muerte. El derecho resulta inútil contra el poder."
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Ahora me dirán que soy un oportunista. Pero detrás de esto, no voy a enjuiciar yo la labor de los Juzgados y Tribunales, por mucho que me pese. Y a pesar de ello, el derecho de presunción de inocencia es fundamental Y HA DE SER RESPETADO. POR COHERENCIA.
"Iñaki debió entrar en esa inercia porque dentro de la Casa no le dan salida, y decide que tiene que buscarse la vida él solo. Al entrar en la familia, también Letizia se da cuenta de que no todo es armonía. De que existen resquemores antiguos, detrás de los que se encuentra la desigualdad, la falta de seguridad económica, el vasallaje hacia el jefe. Esto puede resultar incluso insultante para cualquier español que esté leyendo esta historia después de 14 horas de trabajo a razón de 800 euros al mes. Pero estamos contando un cuento de príncipes y princesas en el país de las maravillas. De un lugar donde todo es regalado. Pero nada es gratis. ¿Qué sería del futuro de Froilán si dentro de unos años Felipe se distanciara de su hermana Elena y la gente percibiera que ya no está bien vista en Palacio? Es posible que no pudiera mantener su actual nivel de vida enseñando en los colegios bilingües que “el cielo es bluuuuuuuu”."
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