Simplemente Sabina
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Simplemente Sabina
Llega sonriente pese a las horas, poco más de las doce del mediodía. “¿Aquí la hacemos? Muy bien”. Una mesa con dos sillas delante de una fuente y más allá, el mar. Pide un tequila y su entrevistador una caña. Saca una cajetilla de Ducados y la pone sobre la mesa junto a un mechero. Vacía el tequila en dos sorbitos y luego bebe, meditabundo, la caña. Enciende un ducados y suelta el humo, que observa alejándose para luego clavar la mirada en el periodista. Al acabar, el fotógrafo le sugiere hacer varios primeros planos. “Me convendría que te fueses sacando el sombrero y las gafas para hacer una secuencia”, dice. “Pero yo sé lo que le conviene a mi carrera”, responde Joaquín Ramón Martínez Sabina (Úbeda, Jaén, 1949), que estrecha manos en la despedida y se dirige de nuevo al interior del Pazo dos Escudos de Vigo. Los hombros muy juntos, el pantalón pitillo y calaveras en el cuello y en las manos. “Dense prisa si me quieren enterrar, pues tengo la costumbre de resucitar / y salgo del nicho cantando, y salgo vivo y coleando”. Sabina se evapora al doblar la esquina. Detrás de todas las respuestas, una carcajada.
Tengo una colección de libros dedicados muy interesante y si un día pasas por casa te la enseñaré.
Guárdala bien, porque pocos saben ya escribir a mano.
Incluso hay premios Nobel que escriben fatal.
Al venir para aquí pensaba: “Pero si Sabina ya lo ha dicho todo”.
El problema no está en que lo haya dicho todo, sino que los periodistas me preguntan siempre lo mismo.
Tendrás que escribir tus memorias.
Me lo planteo todos los días. No exactamente una autobiografía, pero sí un libro collage. Lo que pasa es que soy bastante rápido para escribir en verso y un desastre para la prosa. De hecho he perdido oportunidades estupendas, como escribir en El País, porque la prosa me cuesta muchísimo trabajo: trato de imprimirle el rigor rítmico y métrico que pongo en los versos, y es una tortura. Acaba saliendo una cosa espantosamente barroca y rebuscada que odio. Pero ese libro que dices es el último sueño de mi vida.
Hay suficiente materia prima.
Sobre todo me gustaría hablar de mis amigos muertos, que son ya casi todos. La última, Chavela Vargas. Y alguna nota tengo, pero necesitaría un año que a lo mejor es el próximo, cuando acabe la gira.
La prosa es disciplina militar.
Y yo a eso soy muy alérgico, porque el verso, la canción, te permite escribir borracho a las tres de la mañana, pero la prosa no. La prosa es un trabajo de oficina.
La poesía de Vallejo, que leíste en Granada.
Fue un año tremendo. Yo salía de una familia y de un pueblo muy nacionalcatólico y descubrí a los maricones, a los rojos, a los poetas, a los folladores; todo de golpe. César Vallejo se me quedó agarrado a la garganta porque es lo que él hace con sus poemas, retorcerte el cuello y retorcérselo al lenguaje. Además ya no necesito releerlo a diario porque me lo sé de memoria.
Hay influencia suya en tus letras.
Me gusta retorcer las palabras para ver si dan descargas eléctricas.
Vallejo murió pobrísimo. El otro día contaba José Luis Cuerda la escena de un matrimonio viendo a Ruano escribiendo en un café, y ella le pregunta: “¿Pero vive de eso?”. “Mujer”, le contesta el marido, “si viviese de eso estaríamos escribiendo todos”.
César Vallejo fue extremadamente pobre, extremadamente desgraciado y además sus conocidos le huían. Porque era un pedigüeño y porque daba mal rollo: estaba siempre triste y cabreado. Yo tengo una carta manuscrita de César Vallejo a Gerardo Diego en la que le pide dinero. Además, Georgette era insoportable.
¿Ya lees no ficción, como tus contemporáneos?
Acabo de leer una biografía nueva de una paisana tuya muy interesante: Maruja Mallo. Y sí, me pasa lo mismo que a casi todo el mundo. Uno tiene la impresión de que la ficción es más prescindible o que las buenas cosas de ficción uno ya las ha leído; las biografías y la historia contemporánea me interesan más.
¿Recuerdas la primera vez que saliste en el periódico?
Desde luego, porque ésos son tesoros que uno lleva en la memoria. Y no fue por cantar sino por huir a Inglaterra de exiliado. Salió en el Diario Jaén y me mandó el recorte a Londres mi padre. Estaba mi foto y decía: “Un separatista vasco… de Jaén”.
Para tus padres Londres era Júpiter.
¡Más lejos! Y para mí también. Yo había estado unos días en Madrid y dos años en Granada. No sabía ni una palabra de inglés y llevaba cinco duros en el bolsillo. Lo que pasa es que tenía la suerte de tener una novia inglesa.
Y un suegro cabrón.
Sí, un suegro que no entendía cómo se le había ocurrido a su hija llevarse a dormir a su propia casa a un español con barba, lleno de mierda, que no entendía el idioma. Le parecía un indio. Recuerdo que al segundo o tercer día de estar allí fuimos a un concierto, porque yo quería oír a una orquesta sinfónica, y él la miró diciéndole: “¡Pero no lo lleves a eso, que no va a entender nada!” Era civilizado y me dejaba dormir en su casa con su hija, algo que me tenía alucinado. Luego me despertaba a las nueve de la mañana dando sartenazos por casa. Y cuando le tocaba servir el té, a mí no me lo ponía.
Esa novia tuya fue la mejor minifalda que se paseó por Granada, le dijiste a Javier Menéndez Flores.
Y lo sigue siendo. Todavía mis amigos se acuerdan de ella.
En Londres hasta te recibía una pandilla en bolas fumando porros.
Yo me tenía que sujetar para no caerme. Te gritaban: “Pasa, pasa”; estaba acojonado.
Cuando te fuiste de Úbeda a Granada reconocías ser un paleto; ya en Madrid decías que andabas con la boina puesta. Esa actitud deliberada de pueblerino parece un rasgo muy refinado del creador: aquel a quien todo le sorprende y que va por ahí con la boca abierta.
Siempre me he sentido un cateto en la gran ciudad y viviendo cosas que no estaban en el guión, con lo cual mi capacidad de sorpresa no se ha agotado nunca. Así que lo que al principio me molestaba mucho, al final me ha acabado gustando como punto de vista para mirar las cosas con cierto asombro. Siempre le digo a mis amigos madrileños que Madrid nunca ha tenido una lírica o una poética, porque a los madrileños que habían nacido en Madrid les parecía, Madrid, lo más normal del mundo. Esa lírica la hemos hecho los emigrantes.
¿Cuando empezaste a ser famoso?
En los dos años que pasamos en La Mandrágora. Aquello fue durante la Movida pero no era la Movida. Nosotros éramos más una cosa del pasado, retroprogre, afterjipi. Pero cabían allí 40 personas y por contactos del dueño, porque se corría la voz o por lo que fuese, estaba la creme de la creme. Pasaban Manolo Vicent, Juan Luis Cebrián… Venía un tipo de intelectual medio del Gijón y medio de la Transición y eso provocó el boca a boca. Krahe y yo nos sentíamos en la cumbre de las cumbres, y para mí la gloria y la fama fue eso. La gloria fue La Mandrágora. Lo de después ya ha sido una cosa más bullanguera, o como diría Pla, más de la chusma. Pero aquello fue impresionante.
La Mandrágora.
La Mandrágora era Krahe. Yo así lo reconocía y lo sabía muy bien. Era él el que daba el tono. Yo era un añadido que a le venía muy bien, porque tenía más experiencia y venía de tocar en pubs y todo eso, pero La Mandrágora era él.
Anda por ahí respondiendo por un Cristo que cocinó en la prehistoria.
Con la maravilla de canciones que tiene y cuando sale en la prensa es porque cocinó un Cristo. Pero está muy bien Krahe, ¿eh?
Viene mucho a Galicia.
Es que tiene un circuito cojonudo que no le ha fallado nunca con unos fans como los de La Mandrágora: absolutamente entregados y fieles. Que consideran además que yo soy un vendido y él un espíritu puro.
Cuanto más vende uno, más vendido.
Yo no digo esto de los fans de Krahe como ninguna queja, sino porque es así. Pero el objetivo final no es tanto ser vendido como vivir de lo que uno hace, y eso ya lo hacíamos en La Mandrágora. Todo lo que me pasó después ni estaba previsto, ni peleé por eso ni nada parecido. Solo ir a América, ¡ya no a cantar, sino ir!, ya me parece un milagro.
Pues en América aún te quieren más que aquí.
Bueno, siempre se han dejado engañar por los conquistadores españoles.
Sin embargo vuelves a América pero no al pasado, a La Mandrágora. ¿Miedo a reconocer que no se volverá a ser tan feliz?
Un poco de eso hay, porque para mí la felicidad fue esa época. Pero no he vuelto por imposibilidades logísticas. Hasta hace quince años nos íbamos después del concierto al pub de la ciudad a tocar, a hacer tonterías y a emborracharnos. Eso llegó un momento en el que se puso imposible porque el coñazo que uno tenía que aguantar era muy superior al placer que daba, e incluso los músicos —que lo siguen haciendo— me prohibieron ir con ellos porque les chafaba la noche. Ahora estoy un poco recluido en mis habitaciones. Menos mal que en los hoteles a los que vamos hay unos buenos minibares.
Decía Dylan que al final, de tanta gente que lo rodeaba, ya no era capaz de verla.
Su caso era muy extremo, pero lo ha llevado mejor que nadie. Yo he estado en su mismo hotel hace dos meses en Buenos Aires y me enteré una semana después: no lo había visto nadie. ¡Si hasta lo detuvieron por estar rondando alrededor de su casa! Tiene mucho arte. Y aunque para sus fans pueda ser un disparate, para él y sus amigos tiene que ser una cosa cojonuda.
Machado decía que se canta lo que se pierde, y yo no sé si tú últimamente pierdes algo.
jxxxxx, si no pierdo. Ahora mismo estoy perdiendo una hora, mañana será un día y pasado dos.
¿Te asusta?
Se pierden incluso las cosas fundamentales, como las ganas de. Yo no soy nostálgico, pero tengo memoria, y el tiempo que se pierde quizá sea el mejor material poético.
Pero cantan mejor los muertos, según tú.
Y también los viejos. Chavela en los últimos años tuvo un reconocimiento público que no había tenido nunca y al final hasta en México ha recibido todo tipo de homenajes. Si consigues pasar de los 60 años al final te viene un tiempito como de Real Academia y cosas así. Pero claro, llega a una edad a la que a uno le importa un carajo.
¿Escuchas la música que se hace en España?
No. Yo no sé leer y escuchar música al mismo tiempo, así que prefiero cien veces leer. Y luego tengo algunos filtros. Me fío de mis hijas, que de pronto me llegan con alguna cosa, y la mayoría de las veces me parece que está bien y que no es nada nuevo. Además la música hoy en día es imposible no oírla, porque vayas donde vayas te obligan por cojones a escucharla, desde los ascensores hasta la consulta del dentista. Así que en mi casa no la pongo, y cuando la pongo es porque estoy muy triste, no me gusta el libro que estoy leyendo y pongo a Cohen, Chavela, Dylan, Louis Armstrong, Brassens y pare usted de contar, porque a Serrat ya lo tengo al lado.
“Siempre has vivido con una mujer”, te dijo Millás. “Pues yo tengo la impresión de haber vivido siempre solo”.
Cualquiera que lea mucho es un solitario, porque la lectura no se puede compartir. Pero ya no me duermo a las ocho de la mañana, sino a las tres o cuatro, para poder estar vivo antes de comer y leer los periódicos.
¿Estás muy al día?
Los periódicos. La televisión apenas.
¿Y no te enfadan los periódicos?
Me enfadan mucho, pero es un hábito que tengo de muy joven. Yo leo siempre El País y El Mundo más los periódicos del lugar en el que esté. Hasta los anuncios. Por cierto, que los anuncios son maravillosos.
A veces dan más información que la portada.
El otro día encontré uno de putas que decía: “A nosotras nunca nos duele la cabeza”.
Ya no queda en Madrid nadie con las llaves de tu casa, como esos soldados japoneses que siguen combatiendo en la II Guerra Mundial.
Cuando la Jime llegó y vio lo que había empezó a expropiarlas. Ahora quizá quede alguno, pero ya son muy íntimos. Es que antes podías salir a las seis de la mañana y encontrarte a una pareja que no conocías de nada. Era muy divertido pero imposible de mantener.
Pegaste en tu vida cuernos tremendos. Algunos, como el de la novia que te encuentra en la cama con su amiga y os lleva el desayuno, hasta tiernísimos.
Tuvo tiempo de pensárselo y al final dijo: “¿Para qué montar otra guerra civil?”
¿Dónde se encuentran esas mujeres?
Pues a ésta me encantaría saber dónde está ahora porque es la única de mis ex a la que le tengo totalmente perdida la pista. Con ella me casé, se llama Lucía; se metió en asuntos de drogas y está desaparecida. No sé si viva o muerta, y siempre le digo a su familia que si saben algo, que me avisen.
¿A ti te han corneado mucho?
Mucho no diría, pero gravemente. Con amigos míos y eso, unas cosas muy feas.
Tenías que haber hecho como el Don Juan de Torrente, que se puso los cuernos a sí mismo con su esposa, que no lo reconocía.
Estaba indignado Torrente porque su Don Juan, que consideraba su mejor libro, no había tenido nunca el éxito que merecía.
Nunca te has visto en ésa.
Mis infidelidades eran más castizas. A mí me gustaba la noche y ellas generalmente tendían más a sujetar, estar en casa y hacer el nido. Yo huyo de los nidos como de la peste. Así que no eran infidelidades en sí, sino que realmente eran cuernos con la vida que llevaba, más que otra cosa.
¿Les has cantado tanto que al final has llegado a entenderlas?
No. No es que sean incomprensibles, es que somos dos especies muy distintas. Ellas tampoco nos entienden a nosotros. No tienen ni pxxxx idea, vamos.
Es curioso, porque uno repite la misma discusión con diez novias distintas. Como si la relación entre el hombre y la mujer consistiese en una larga discusión a la que ir poniendo caras.
Pero a mí me gusta así. Recuerdo un día que estaba con uno de estos sociólogos muy coñazo, tertuliano, que hacía una defensa tremenda entre la igualdad de los hombres y las mujeres y yo decía que no. Cuando nos íbamos a despedir había cuatro o cinco chicas a las que plantó dos besos. Hombre, ¿no éramos todos iguales?
En sus diarios, Iñaki Uriarte dice que todo esto del feminismo habría que ponerlo en cuestión mientras sigan existiendo las joyerías.
¡Diamonds forever!
La paternidad, por cierto.
Pues a lo mejor se enfadan los biempensantes, pero yo la paternidad no la he notado demasiado. Primero he tenido suerte de que la madre lo ha hecho muy bien y que además entre los dos no ha habido peleas. También en que las niñas, más por casualidad que por educación, porque esas son cosas son una lotería, han sido medianamente razonables, más o menos listas, más o menos comprensivas; ya tienen una 21 y la otra 22. Nos llevamos bien, no nos vemos demasiado, pero es una relación muy cordial y muy cariñosa. Así que cruzo los dedos porque conozco padres que han tenido unos problemas terribles. Pero no soy un padre vocacional.
Los pañales y estas cosas, no.
No, no. Es que no.
¿Se disfruta mejor la vida después de un ictus?
Qué va. Lo que me ha hecho el ictus es frenarme y meterme una brizna de cordura para vivir unos años más, pero no es mejor la vida sedentaria que la vida nocherniega y tabernaria que yo llevaba, que era mucho más divertida.
Suele haber contrición, reconocimiento de culpa y caída del caballo que a veces hasta desemboca en los platós como converso agitador de conciencias.
Mira, era fantástico. A mí a veces me vienen las madres con hijos con problemas de drogas para que les hable a ellos, y yo les digo que soy el menos indicado. Primero: me lo pasé estupendamente. Segundo: me quité de la noche a la mañana sin ir a sanatorios ni curas de desintoxicación. Tercero: no tengo mono. Así que soy un malísimo ejemplo para el hijo de nadie.
Tampoco eras un yonqui ejemplar.
Ahora leo las biografías de mis queridos rockeros y era un disparate lo que tomaban. Yo me ponía mis rayitas. Sobre todo para no acostarme tan rápido. No me dormía, y ahora cuando me pongo a escribir una canción no aguanto más de una hora. Entonces podía estar tres días y tres noches y era maravillosa la concentración que tenía.
El último fue 19 días y 500 noches.
Que compuse sin dormir y con coca y whisky todo el tiempo. Daría cualquier cosa por verme en esa situación otra vez. No lo hago porque soy un cagón y no me quiero morir.
Es jodido.
Sí, pero arrepentirte, ¿de qué, hombre?
Todo lo bueno tiene un peaje, hasta el sexo, sobre todo fuera de la pareja.
¿Sabes lo que pasa con el sexo? Que con los años deja de importar tanto y se convierte más en un motivo literario. A mí me encanta estar rodeado de chicas, pero el ponerse en el trance de follar es agotador. Y de eso sí se alegra uno: ¡qué bien no estar todo el día persiguiéndolas!
Imagínate Nacho Vidal.
Para nada, vamos. Hombre, que te paguen por eso tiene que estar bien, pero nada más.
¿Volviste a tener noticias de la princesa Letizia?
No. Cuando murió la hermana le envié un pésame y contestó muy civilizadamente. Pero creo que lo del chiste que me contó y yo luego conté en público le sentó fatal. ¡Ya no soy bien visto en palacio!
Perdiste la oportunidad de salir a cazar elefantes.
No creo que me inviten, no.
Te voy a soltar unos nombres y a ver qué haces con ellos.
Dale.
Mariano Rajoy.
Todos sabemos que nos van a defraudar los presidentes y más los del PP, porque eso está en el guión. ¿Pero tanto? Ese modo de estar ausente. Con él me acuerdo mucho de los versos de Cohen: “Todo el mundo sabe que el barco se está hundiendo / todo el mundo sabe que el capitán mintió”. Y luego la traición al programa electoral, que es una traición radical incluso para ser Rajoy y para ser el PP. Decía: “Yo soy un hombre previsible”. ¡Hostia!
No sé qué te pasa con el PP, si las señoras del barrio de Salamanca te llaman guapo.
Y también me insultan, ¿eh? Pero sí hay gente que está en contra de tus ideas a la que gusta lo que haces, o al menos le gusta decirte que le gusta lo que haces. Pero he ido con mis hijas a comer al barrio de Salamanca, porque me gusta comer en los mejores restaurantes y casi todos están en el barrio de Salamanca, y han pasado señoras diciendo: “¡Qué asco el Sabina con esas chicas tan jóvenes!” “¡Señora, que son mis hijas!”
Hay una cierta querencia a no separar al artista de su ideología, que le enmienda la totalidad, como si para escuchar Contigo no se pudiera ser de derechas.
España ha sido siempre un país muy sectario. Incluso uno elige a sus amigos entre los de su cuerda. Desde luego no es mi caso, pero sí el de la mayoría de mis amigos, lo cual me hace sufrir. Hay escritores de los que no se puede hablar depende de delante de quién. A mí me gusta entrar en sitios donde se supondría que no estoy invitado, o comer y querer a gente a la que supondría que no puedo querer. Pero sí veo a mi alrededor un sectarismo tremendo.
¿Tienes amigos del PP?
La mayoría son rojos, pero tengo algun buen amigo del PP, como por ejemplo Sánchez Dragó, que no es muy presentable a mis otros amigos. O Boadella. Y son amigos muy queridos. Pero vamos, como me gustan los toros también tengo problemas con eso.
La heterodoxia despista.
Es que parece que tienes que ser de una manera desde que naces. Mira, nos contratan para actuar en Israel. Lo pensamos y digo: “Me gustaría ir allí a verlo”. Vamos y nos ponen a parir. Damos todo el dinero que ganamos a una asociación propalestina, pero eso nadie lo dice. Además, ¿por qué no puedo ir a Israel? Si yo recuerdo que en el franquismo venía Moustaki o Joan Baez y nos poníamos contentísimos. Pero yo no podía ir a Tel Aviv. Fui. Y los mayores propalestinos que me encontré en la vida están en la izquierda judía de Tel Aviv.
Habría que pensar que nuestras ideas no son mejores que las de otros, aunque estén enfrente.
Lo colectivo, que suele ser bueno en casi todo, en asuntos del pensamiento es muy malo. Hay que pensar por uno mismo y no estar pidiéndole el carné de identidad a la gente. Los sentimientos priman por encima de muchas cosas. No se puede decir que matarías a nadie por una causa, que es terrible. Huyo del sectarismo como de la peste. Con problemas, porque no está bien visto a mi alrededor, pero huyo.
José Mourinho.
Puestos a negar los sectarismos me gustaría poder decirte que me gusta. Pero no. Me huele mal. No me gusta lo que dice ni cómo lo dice, ni tampoco cómo piensa. A mí de ésos el que me gusta es Aragonés, que tampoco es muy defendible.
Porque no le cabe en el culo el pelo de una gamba.
Me encanta. Y aunque soy amigo de Guardiola, lo veo como demasiado perfecto, y no. Soy más de las gambas por el culo.
Juan Carlos I, tu rey.
Cuenta unos chistes muy graciosos. Es lo único que sabe hacer. A mí me parece que tener un rey y defenderlo como se le defiende en los medios nos disminuye como ciudadanos. Es un arcaísmo indefendible. Lo cual no ha impedido que los príncipes vinieran a comer a mi casa. No los traté como a príncipes ni quité mis banderas republicanas de ningún sitio.
Gaspar Llamazares.
Es un tipo decente. No el más listo de su clase, pero seguramente el más noble.
Luis Eduardo Aute.
Un maestro. Quizá es el tío más artista que conozco. Desde que se despierta hasta que se acuesta solo piensa en hacer un cuadro, una película o una canción. En el proceso de creación no se toma vacaciones jamás.
Carlos Boyero.
Ese ha sido un tronco. De los que tenía llave de mi casa. Y yo de mis troncos siempre hablo bien y nunca cuento las intimidades. Es mi guía de cine; voy a las películas que él dice, y las que le revientan, me revientan a mí también.
No sé si tiene llaves de tu casa Javier Sardá.
No, hombre. No es amigo mío ni lo será nunca. Me parece un sepulcro blanqueado que quiere estar en todos los sitios al mismo tiempo. ¿Millonario y rojo? ¿Intelectual y amigo de Belén Esteban? No.
Arturo Pérez Reverte.
Un gran tipo. No lo conozco personalmente. Me gustan sus Alatristes y también sus exabruptos y esas opiniones suyas dirigidas a mandar a tomar por el culo a casi todo el mundo.
Hasta para eso hay que tener estilo.
Me gusta él. Incluso me gusta él más que sus novelas.
Se manda a tomar por el culo cuando se tiene libertad.
No es tan fácil ser libre siendo académico de la Lengua.
A la Academia también la ha mandado a tomar por culo. Dice que va a acentuar “sólo” hasta el día que se muera. Pero esa libertad es una libertad privilegiada que supongo también la tienes tú, porque la da el público. A los dos os sostiene la calle, que consume lo que hacéis.
Tienes libertad para decir lo que te da la gana, y aunque pierdes de la otra, como la que te decía de salir después del concierto, compensa. Yo me río en la cara de quienes piensan que estoy subvencionado, cuando ni siquiera he puesto un cartelito de Coca Cola en mi concierto perdiendo bastante dinero, y tengo la satisfacción de saber que soy libre sin ayuda de subvenciones, sino por el ciudadano que se compra la entrada.
Eso que has dicho antes de millonario y rojo. ¿Tú no mantienes tus principios?
Si tienes principios no es difícil. Si no te mantienes fiel, es que no tenías principios. Krahe dice: “No hay que no querer venderse, hay que no saber”. Y a mí me encantaría que viniera alguien a ofrecerme una cosa muy vil y muy inmoral por muchísimo dinero, pero nadie ha venido nunca.
San Juan de la Cruz.
Tal vez esté entre los dos o tres poetas en español elevados. No tanto por la pasión religiosa como por la belleza de la lengua que usa. Los guías turísticos de Úbeda hacen una cosa muy graciosa. Dicen: aquí tenemos el Parador Nacional, el Ayuntamiento y la suerte de que haya venido a morir San Juan de la Cruz.
¿Se iría por ahí de expropiaciones con Sánchez Gordillo?
Lo pienso todos los días. Por pudor no lo llamo y le digo: “Si necesitáis algo, lo que sea”. Es lo que me sale de dentro y además conozco a Sánchez Gordillo y he tocado en Marinaleda, que es un pueblo en el que se vive esa utopía comunista tan pasada de moda, pero donde todo el mundo tiene su casa y su trabajo. Yo me pregunto: “¿Esto no se puede hacer en más sitios?” Y lo han hecho con no violencia activa.
No te veo con esos eufemismos. ¿No violencia activa?
Digo lo que han hecho ellos. En un montón de cosas son ejemplares. ¿Tú has estado en Marinaleda?
No, qué va.
Pues te lo recomiendo. No hay policía.
Por eso mismo el modelo no es exportable.
¡Y es un pueblo limpio, con todas las casas preciosas!
¿No es peligroso justificar un delito alegando otro mayor, como se hace con Gordillo?
¿Pero qué delito? Si entraron en el supermecado con sus carritos, y cuando se fueron sin pagar se puso nerviosa una cajera. ¡Por favor!
Al menos votará a Mario Conde.
¡Buah! No se me ocurre otra cosa. En este país los concejales y alcaldes corruptos renovaron sus votos en las últimas elecciones. El corrupto es un ejemplo como lo era Pablo Escobar en Medellín, que lo sigue siendo. Oír a Mario Conde en Intereconomía me produce arcadas, pero ojo, pagó con cárcel. Y eso en cierta manera lo redime: oigan, yo pagué. A ver si éstos de ahora pagan. A ver si Rato paga.
¿Te da miedo la crisis?
Yo era de los que pensaban que la vida es una y luego el apocalipsis, y que cada cual se arregle. Pero cuando tienes hijos piensas un poquito en esa sucesión de generaciones. La que viene ahora es la primera en muchísimo tiempo, desde la posguerra, que tiene menos expectativas que sus padres. Ahora tengo que pensar como un viejo avaro mirando de comprarle un pisito a cada una, que son cosas que me dan una alergia tremenda. Porque a mí lo que me gustaría es que se fueran de casa con veinte años a vivir la vida, a viajar y a conocer mundo, pero eso quién lo hace ahora.
Tiempos modernos.
Es muy difícil perder de vista que después de crack del 29 vinieron Hitler y Mussolini, la Segunda Guerra Mundial. Ahora se están viendo cosas un poco parecidas y alarmantes. La xenofobia, los partidos de ultraderecha. La debacle absoluta de la imagen del político.
Tú acabas de defender que un diputado vaya a robarle a un empresario.
Es que yo estoy inmerso en lo que está pasando. No soy un alma pura que ve desde fuera. Me parece bien lo del carrito y muchas veces desbarro de los políticos sean quienes sean. Vivo en mi tiempo y no estoy libre de culpa ni de pecado. De lo que sí estoy libre es cuando nos dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Mire usted: nunca he tenido una hipoteca y nunca he debido nada a nadie porque llevo el dinero en el calcetín. No he vivido por encima de mis posibilidades. He vivido por debajo de mis posibilidades porque mi dinero ha servido para que vivan bastante mejor todos mis amigos, carajo.
Hay un poeta aquí en Vigo, Carlos Oroza.
Por favor. Carlos Oroza era el rey del Gijón. Y era muy buen poeta. Hace muchos años que no sé nada de él.
Cita a Walt Whitman: “Me contradigo porque contengo multitudes”.
Parece de Vallejo. Es muy buen verso. Fíjate cómo son los tiempos que nos vamos a comer Serrat y yo con un loco viejo amigo nuestro que ahora es presidente de la SGAE, Antón Reixa.
Pero Reixa aunque llegue a ministro siempre será el líder de Os Resentidos.
Me hizo el vídeo de Una de romanos. Lo pasamos muy bien. Yo me voy a reír, porque no me lo imagino hablando como presidente de la Sociedad de Autores.
Pues tú eres muy amigo de Teddy Bautista.
Sí. Y creo que diez años antes de que pasara lo que pasó yo hablaba de que no me gustaba el faraonismo en el que estaba entrando la SGAE, y que no tenía por qué comprar palacios ni torres sino repartir el dinero porque muchos autores viven muy estrechamente. Y esto en alguna ocasión lo discutí con Teddy.
Esta transición de modelo de negocio se va a dejar por el camino a un par de generaciones.
De músicos ya se ha llevado. ¿Tú ves este diente roto que tengo? Es de darme cantazos por la mañana cuando me levanto, porque por la noche cuando tocamos nos encontramos los recintos llenos y me parece un milagro. Mis músicos tuvieron hace poco una comida de hermandad del sector, con músicos de toda España, y aquello fue el llanto y el crujir de dientes. Nadie tenía trabajo, a algunos les iban a quitar la casa. Lo que ha pasado con mi profesión es una falla tectónica que nos ha cogido en pleno.
Y jóvenes de talento que van a tener que ejercer de notarios, con suerte.
De la gente joven con talento digo que me señales quién y yo le escucho. Y a mis hijas les digo lo mismo. Cuando nosotros empezamos era un horror. Es que no había ni sitios donde tocar. ¿Dónde tocaba yo? En los restaurantes mientras la gente comía, o en el metro o en una esquina de Portobello Road. Y ahora tienen Internet, ojo. Que yo no sé nada de Internet ni me acerco a él, pero reconozco que es un manera de grabar tus cosas en casa, colgarlas y poder tener 80.000 visitas. Un modo impresionante de tener público inmediato.
Internet también ha suprimido las élites. O las ha atenuado.
El hecho de que tenga el mismo valor la opinión de un imbécil, que son los que más tiempo pasan en Internet, que la de Savater, pues no. Decía Borges que la democracia es un exceso de la estadística. No estoy de acuerdo, pero con Internet, sí. ¿Que valga igual la opinión de un imbécil que no da la cara y no firma, que la de un sabio? Sé que me pierdo algo muy importante con Internet, pero prefiero dejar el tiempo con un libro que estar leyendo lo que opinan 500 personas del concierto que di ayer en Vigo.
El ordenador ni con un palo.
Yo no tengo teléfono fijo.
¿Cómo te comunicas?
Aprovecho las entrevistas para que mis amigos sepan de mí.
Como un gran anuncio de contactos.
Sí, pero ahora es a mí al que le duele la cabeza.
http://www.jotdown.es/2012/09/joaquin-sabina-la-gloria-fue-la-mandragora-lo-de-despues-es-una-cosa-mas-bullanguera-mas-de-la-chusma/
Tengo una colección de libros dedicados muy interesante y si un día pasas por casa te la enseñaré.
Guárdala bien, porque pocos saben ya escribir a mano.
Incluso hay premios Nobel que escriben fatal.
Al venir para aquí pensaba: “Pero si Sabina ya lo ha dicho todo”.
El problema no está en que lo haya dicho todo, sino que los periodistas me preguntan siempre lo mismo.
Tendrás que escribir tus memorias.
Me lo planteo todos los días. No exactamente una autobiografía, pero sí un libro collage. Lo que pasa es que soy bastante rápido para escribir en verso y un desastre para la prosa. De hecho he perdido oportunidades estupendas, como escribir en El País, porque la prosa me cuesta muchísimo trabajo: trato de imprimirle el rigor rítmico y métrico que pongo en los versos, y es una tortura. Acaba saliendo una cosa espantosamente barroca y rebuscada que odio. Pero ese libro que dices es el último sueño de mi vida.
Hay suficiente materia prima.
Sobre todo me gustaría hablar de mis amigos muertos, que son ya casi todos. La última, Chavela Vargas. Y alguna nota tengo, pero necesitaría un año que a lo mejor es el próximo, cuando acabe la gira.
La prosa es disciplina militar.
Y yo a eso soy muy alérgico, porque el verso, la canción, te permite escribir borracho a las tres de la mañana, pero la prosa no. La prosa es un trabajo de oficina.
La poesía de Vallejo, que leíste en Granada.
Fue un año tremendo. Yo salía de una familia y de un pueblo muy nacionalcatólico y descubrí a los maricones, a los rojos, a los poetas, a los folladores; todo de golpe. César Vallejo se me quedó agarrado a la garganta porque es lo que él hace con sus poemas, retorcerte el cuello y retorcérselo al lenguaje. Además ya no necesito releerlo a diario porque me lo sé de memoria.
Hay influencia suya en tus letras.
Me gusta retorcer las palabras para ver si dan descargas eléctricas.
Vallejo murió pobrísimo. El otro día contaba José Luis Cuerda la escena de un matrimonio viendo a Ruano escribiendo en un café, y ella le pregunta: “¿Pero vive de eso?”. “Mujer”, le contesta el marido, “si viviese de eso estaríamos escribiendo todos”.
César Vallejo fue extremadamente pobre, extremadamente desgraciado y además sus conocidos le huían. Porque era un pedigüeño y porque daba mal rollo: estaba siempre triste y cabreado. Yo tengo una carta manuscrita de César Vallejo a Gerardo Diego en la que le pide dinero. Además, Georgette era insoportable.
¿Ya lees no ficción, como tus contemporáneos?
Acabo de leer una biografía nueva de una paisana tuya muy interesante: Maruja Mallo. Y sí, me pasa lo mismo que a casi todo el mundo. Uno tiene la impresión de que la ficción es más prescindible o que las buenas cosas de ficción uno ya las ha leído; las biografías y la historia contemporánea me interesan más.
¿Recuerdas la primera vez que saliste en el periódico?
Desde luego, porque ésos son tesoros que uno lleva en la memoria. Y no fue por cantar sino por huir a Inglaterra de exiliado. Salió en el Diario Jaén y me mandó el recorte a Londres mi padre. Estaba mi foto y decía: “Un separatista vasco… de Jaén”.
Para tus padres Londres era Júpiter.
¡Más lejos! Y para mí también. Yo había estado unos días en Madrid y dos años en Granada. No sabía ni una palabra de inglés y llevaba cinco duros en el bolsillo. Lo que pasa es que tenía la suerte de tener una novia inglesa.
Y un suegro cabrón.
Sí, un suegro que no entendía cómo se le había ocurrido a su hija llevarse a dormir a su propia casa a un español con barba, lleno de mierda, que no entendía el idioma. Le parecía un indio. Recuerdo que al segundo o tercer día de estar allí fuimos a un concierto, porque yo quería oír a una orquesta sinfónica, y él la miró diciéndole: “¡Pero no lo lleves a eso, que no va a entender nada!” Era civilizado y me dejaba dormir en su casa con su hija, algo que me tenía alucinado. Luego me despertaba a las nueve de la mañana dando sartenazos por casa. Y cuando le tocaba servir el té, a mí no me lo ponía.
Esa novia tuya fue la mejor minifalda que se paseó por Granada, le dijiste a Javier Menéndez Flores.
Y lo sigue siendo. Todavía mis amigos se acuerdan de ella.
En Londres hasta te recibía una pandilla en bolas fumando porros.
Yo me tenía que sujetar para no caerme. Te gritaban: “Pasa, pasa”; estaba acojonado.
Cuando te fuiste de Úbeda a Granada reconocías ser un paleto; ya en Madrid decías que andabas con la boina puesta. Esa actitud deliberada de pueblerino parece un rasgo muy refinado del creador: aquel a quien todo le sorprende y que va por ahí con la boca abierta.
Siempre me he sentido un cateto en la gran ciudad y viviendo cosas que no estaban en el guión, con lo cual mi capacidad de sorpresa no se ha agotado nunca. Así que lo que al principio me molestaba mucho, al final me ha acabado gustando como punto de vista para mirar las cosas con cierto asombro. Siempre le digo a mis amigos madrileños que Madrid nunca ha tenido una lírica o una poética, porque a los madrileños que habían nacido en Madrid les parecía, Madrid, lo más normal del mundo. Esa lírica la hemos hecho los emigrantes.
¿Cuando empezaste a ser famoso?
En los dos años que pasamos en La Mandrágora. Aquello fue durante la Movida pero no era la Movida. Nosotros éramos más una cosa del pasado, retroprogre, afterjipi. Pero cabían allí 40 personas y por contactos del dueño, porque se corría la voz o por lo que fuese, estaba la creme de la creme. Pasaban Manolo Vicent, Juan Luis Cebrián… Venía un tipo de intelectual medio del Gijón y medio de la Transición y eso provocó el boca a boca. Krahe y yo nos sentíamos en la cumbre de las cumbres, y para mí la gloria y la fama fue eso. La gloria fue La Mandrágora. Lo de después ya ha sido una cosa más bullanguera, o como diría Pla, más de la chusma. Pero aquello fue impresionante.
La Mandrágora.
La Mandrágora era Krahe. Yo así lo reconocía y lo sabía muy bien. Era él el que daba el tono. Yo era un añadido que a le venía muy bien, porque tenía más experiencia y venía de tocar en pubs y todo eso, pero La Mandrágora era él.
Anda por ahí respondiendo por un Cristo que cocinó en la prehistoria.
Con la maravilla de canciones que tiene y cuando sale en la prensa es porque cocinó un Cristo. Pero está muy bien Krahe, ¿eh?
Viene mucho a Galicia.
Es que tiene un circuito cojonudo que no le ha fallado nunca con unos fans como los de La Mandrágora: absolutamente entregados y fieles. Que consideran además que yo soy un vendido y él un espíritu puro.
Cuanto más vende uno, más vendido.
Yo no digo esto de los fans de Krahe como ninguna queja, sino porque es así. Pero el objetivo final no es tanto ser vendido como vivir de lo que uno hace, y eso ya lo hacíamos en La Mandrágora. Todo lo que me pasó después ni estaba previsto, ni peleé por eso ni nada parecido. Solo ir a América, ¡ya no a cantar, sino ir!, ya me parece un milagro.
Pues en América aún te quieren más que aquí.
Bueno, siempre se han dejado engañar por los conquistadores españoles.
Sin embargo vuelves a América pero no al pasado, a La Mandrágora. ¿Miedo a reconocer que no se volverá a ser tan feliz?
Un poco de eso hay, porque para mí la felicidad fue esa época. Pero no he vuelto por imposibilidades logísticas. Hasta hace quince años nos íbamos después del concierto al pub de la ciudad a tocar, a hacer tonterías y a emborracharnos. Eso llegó un momento en el que se puso imposible porque el coñazo que uno tenía que aguantar era muy superior al placer que daba, e incluso los músicos —que lo siguen haciendo— me prohibieron ir con ellos porque les chafaba la noche. Ahora estoy un poco recluido en mis habitaciones. Menos mal que en los hoteles a los que vamos hay unos buenos minibares.
Decía Dylan que al final, de tanta gente que lo rodeaba, ya no era capaz de verla.
Su caso era muy extremo, pero lo ha llevado mejor que nadie. Yo he estado en su mismo hotel hace dos meses en Buenos Aires y me enteré una semana después: no lo había visto nadie. ¡Si hasta lo detuvieron por estar rondando alrededor de su casa! Tiene mucho arte. Y aunque para sus fans pueda ser un disparate, para él y sus amigos tiene que ser una cosa cojonuda.
Machado decía que se canta lo que se pierde, y yo no sé si tú últimamente pierdes algo.
jxxxxx, si no pierdo. Ahora mismo estoy perdiendo una hora, mañana será un día y pasado dos.
¿Te asusta?
Se pierden incluso las cosas fundamentales, como las ganas de. Yo no soy nostálgico, pero tengo memoria, y el tiempo que se pierde quizá sea el mejor material poético.
Pero cantan mejor los muertos, según tú.
Y también los viejos. Chavela en los últimos años tuvo un reconocimiento público que no había tenido nunca y al final hasta en México ha recibido todo tipo de homenajes. Si consigues pasar de los 60 años al final te viene un tiempito como de Real Academia y cosas así. Pero claro, llega a una edad a la que a uno le importa un carajo.
¿Escuchas la música que se hace en España?
No. Yo no sé leer y escuchar música al mismo tiempo, así que prefiero cien veces leer. Y luego tengo algunos filtros. Me fío de mis hijas, que de pronto me llegan con alguna cosa, y la mayoría de las veces me parece que está bien y que no es nada nuevo. Además la música hoy en día es imposible no oírla, porque vayas donde vayas te obligan por cojones a escucharla, desde los ascensores hasta la consulta del dentista. Así que en mi casa no la pongo, y cuando la pongo es porque estoy muy triste, no me gusta el libro que estoy leyendo y pongo a Cohen, Chavela, Dylan, Louis Armstrong, Brassens y pare usted de contar, porque a Serrat ya lo tengo al lado.
“Siempre has vivido con una mujer”, te dijo Millás. “Pues yo tengo la impresión de haber vivido siempre solo”.
Cualquiera que lea mucho es un solitario, porque la lectura no se puede compartir. Pero ya no me duermo a las ocho de la mañana, sino a las tres o cuatro, para poder estar vivo antes de comer y leer los periódicos.
¿Estás muy al día?
Los periódicos. La televisión apenas.
¿Y no te enfadan los periódicos?
Me enfadan mucho, pero es un hábito que tengo de muy joven. Yo leo siempre El País y El Mundo más los periódicos del lugar en el que esté. Hasta los anuncios. Por cierto, que los anuncios son maravillosos.
A veces dan más información que la portada.
El otro día encontré uno de putas que decía: “A nosotras nunca nos duele la cabeza”.
Ya no queda en Madrid nadie con las llaves de tu casa, como esos soldados japoneses que siguen combatiendo en la II Guerra Mundial.
Cuando la Jime llegó y vio lo que había empezó a expropiarlas. Ahora quizá quede alguno, pero ya son muy íntimos. Es que antes podías salir a las seis de la mañana y encontrarte a una pareja que no conocías de nada. Era muy divertido pero imposible de mantener.
Pegaste en tu vida cuernos tremendos. Algunos, como el de la novia que te encuentra en la cama con su amiga y os lleva el desayuno, hasta tiernísimos.
Tuvo tiempo de pensárselo y al final dijo: “¿Para qué montar otra guerra civil?”
¿Dónde se encuentran esas mujeres?
Pues a ésta me encantaría saber dónde está ahora porque es la única de mis ex a la que le tengo totalmente perdida la pista. Con ella me casé, se llama Lucía; se metió en asuntos de drogas y está desaparecida. No sé si viva o muerta, y siempre le digo a su familia que si saben algo, que me avisen.
¿A ti te han corneado mucho?
Mucho no diría, pero gravemente. Con amigos míos y eso, unas cosas muy feas.
Tenías que haber hecho como el Don Juan de Torrente, que se puso los cuernos a sí mismo con su esposa, que no lo reconocía.
Estaba indignado Torrente porque su Don Juan, que consideraba su mejor libro, no había tenido nunca el éxito que merecía.
Nunca te has visto en ésa.
Mis infidelidades eran más castizas. A mí me gustaba la noche y ellas generalmente tendían más a sujetar, estar en casa y hacer el nido. Yo huyo de los nidos como de la peste. Así que no eran infidelidades en sí, sino que realmente eran cuernos con la vida que llevaba, más que otra cosa.
¿Les has cantado tanto que al final has llegado a entenderlas?
No. No es que sean incomprensibles, es que somos dos especies muy distintas. Ellas tampoco nos entienden a nosotros. No tienen ni pxxxx idea, vamos.
Es curioso, porque uno repite la misma discusión con diez novias distintas. Como si la relación entre el hombre y la mujer consistiese en una larga discusión a la que ir poniendo caras.
Pero a mí me gusta así. Recuerdo un día que estaba con uno de estos sociólogos muy coñazo, tertuliano, que hacía una defensa tremenda entre la igualdad de los hombres y las mujeres y yo decía que no. Cuando nos íbamos a despedir había cuatro o cinco chicas a las que plantó dos besos. Hombre, ¿no éramos todos iguales?
En sus diarios, Iñaki Uriarte dice que todo esto del feminismo habría que ponerlo en cuestión mientras sigan existiendo las joyerías.
¡Diamonds forever!
La paternidad, por cierto.
Pues a lo mejor se enfadan los biempensantes, pero yo la paternidad no la he notado demasiado. Primero he tenido suerte de que la madre lo ha hecho muy bien y que además entre los dos no ha habido peleas. También en que las niñas, más por casualidad que por educación, porque esas son cosas son una lotería, han sido medianamente razonables, más o menos listas, más o menos comprensivas; ya tienen una 21 y la otra 22. Nos llevamos bien, no nos vemos demasiado, pero es una relación muy cordial y muy cariñosa. Así que cruzo los dedos porque conozco padres que han tenido unos problemas terribles. Pero no soy un padre vocacional.
Los pañales y estas cosas, no.
No, no. Es que no.
¿Se disfruta mejor la vida después de un ictus?
Qué va. Lo que me ha hecho el ictus es frenarme y meterme una brizna de cordura para vivir unos años más, pero no es mejor la vida sedentaria que la vida nocherniega y tabernaria que yo llevaba, que era mucho más divertida.
Suele haber contrición, reconocimiento de culpa y caída del caballo que a veces hasta desemboca en los platós como converso agitador de conciencias.
Mira, era fantástico. A mí a veces me vienen las madres con hijos con problemas de drogas para que les hable a ellos, y yo les digo que soy el menos indicado. Primero: me lo pasé estupendamente. Segundo: me quité de la noche a la mañana sin ir a sanatorios ni curas de desintoxicación. Tercero: no tengo mono. Así que soy un malísimo ejemplo para el hijo de nadie.
Tampoco eras un yonqui ejemplar.
Ahora leo las biografías de mis queridos rockeros y era un disparate lo que tomaban. Yo me ponía mis rayitas. Sobre todo para no acostarme tan rápido. No me dormía, y ahora cuando me pongo a escribir una canción no aguanto más de una hora. Entonces podía estar tres días y tres noches y era maravillosa la concentración que tenía.
El último fue 19 días y 500 noches.
Que compuse sin dormir y con coca y whisky todo el tiempo. Daría cualquier cosa por verme en esa situación otra vez. No lo hago porque soy un cagón y no me quiero morir.
Es jodido.
Sí, pero arrepentirte, ¿de qué, hombre?
Todo lo bueno tiene un peaje, hasta el sexo, sobre todo fuera de la pareja.
¿Sabes lo que pasa con el sexo? Que con los años deja de importar tanto y se convierte más en un motivo literario. A mí me encanta estar rodeado de chicas, pero el ponerse en el trance de follar es agotador. Y de eso sí se alegra uno: ¡qué bien no estar todo el día persiguiéndolas!
Imagínate Nacho Vidal.
Para nada, vamos. Hombre, que te paguen por eso tiene que estar bien, pero nada más.
¿Volviste a tener noticias de la princesa Letizia?
No. Cuando murió la hermana le envié un pésame y contestó muy civilizadamente. Pero creo que lo del chiste que me contó y yo luego conté en público le sentó fatal. ¡Ya no soy bien visto en palacio!
Perdiste la oportunidad de salir a cazar elefantes.
No creo que me inviten, no.
Te voy a soltar unos nombres y a ver qué haces con ellos.
Dale.
Mariano Rajoy.
Todos sabemos que nos van a defraudar los presidentes y más los del PP, porque eso está en el guión. ¿Pero tanto? Ese modo de estar ausente. Con él me acuerdo mucho de los versos de Cohen: “Todo el mundo sabe que el barco se está hundiendo / todo el mundo sabe que el capitán mintió”. Y luego la traición al programa electoral, que es una traición radical incluso para ser Rajoy y para ser el PP. Decía: “Yo soy un hombre previsible”. ¡Hostia!
No sé qué te pasa con el PP, si las señoras del barrio de Salamanca te llaman guapo.
Y también me insultan, ¿eh? Pero sí hay gente que está en contra de tus ideas a la que gusta lo que haces, o al menos le gusta decirte que le gusta lo que haces. Pero he ido con mis hijas a comer al barrio de Salamanca, porque me gusta comer en los mejores restaurantes y casi todos están en el barrio de Salamanca, y han pasado señoras diciendo: “¡Qué asco el Sabina con esas chicas tan jóvenes!” “¡Señora, que son mis hijas!”
Hay una cierta querencia a no separar al artista de su ideología, que le enmienda la totalidad, como si para escuchar Contigo no se pudiera ser de derechas.
España ha sido siempre un país muy sectario. Incluso uno elige a sus amigos entre los de su cuerda. Desde luego no es mi caso, pero sí el de la mayoría de mis amigos, lo cual me hace sufrir. Hay escritores de los que no se puede hablar depende de delante de quién. A mí me gusta entrar en sitios donde se supondría que no estoy invitado, o comer y querer a gente a la que supondría que no puedo querer. Pero sí veo a mi alrededor un sectarismo tremendo.
¿Tienes amigos del PP?
La mayoría son rojos, pero tengo algun buen amigo del PP, como por ejemplo Sánchez Dragó, que no es muy presentable a mis otros amigos. O Boadella. Y son amigos muy queridos. Pero vamos, como me gustan los toros también tengo problemas con eso.
La heterodoxia despista.
Es que parece que tienes que ser de una manera desde que naces. Mira, nos contratan para actuar en Israel. Lo pensamos y digo: “Me gustaría ir allí a verlo”. Vamos y nos ponen a parir. Damos todo el dinero que ganamos a una asociación propalestina, pero eso nadie lo dice. Además, ¿por qué no puedo ir a Israel? Si yo recuerdo que en el franquismo venía Moustaki o Joan Baez y nos poníamos contentísimos. Pero yo no podía ir a Tel Aviv. Fui. Y los mayores propalestinos que me encontré en la vida están en la izquierda judía de Tel Aviv.
Habría que pensar que nuestras ideas no son mejores que las de otros, aunque estén enfrente.
Lo colectivo, que suele ser bueno en casi todo, en asuntos del pensamiento es muy malo. Hay que pensar por uno mismo y no estar pidiéndole el carné de identidad a la gente. Los sentimientos priman por encima de muchas cosas. No se puede decir que matarías a nadie por una causa, que es terrible. Huyo del sectarismo como de la peste. Con problemas, porque no está bien visto a mi alrededor, pero huyo.
José Mourinho.
Puestos a negar los sectarismos me gustaría poder decirte que me gusta. Pero no. Me huele mal. No me gusta lo que dice ni cómo lo dice, ni tampoco cómo piensa. A mí de ésos el que me gusta es Aragonés, que tampoco es muy defendible.
Porque no le cabe en el culo el pelo de una gamba.
Me encanta. Y aunque soy amigo de Guardiola, lo veo como demasiado perfecto, y no. Soy más de las gambas por el culo.
Juan Carlos I, tu rey.
Cuenta unos chistes muy graciosos. Es lo único que sabe hacer. A mí me parece que tener un rey y defenderlo como se le defiende en los medios nos disminuye como ciudadanos. Es un arcaísmo indefendible. Lo cual no ha impedido que los príncipes vinieran a comer a mi casa. No los traté como a príncipes ni quité mis banderas republicanas de ningún sitio.
Gaspar Llamazares.
Es un tipo decente. No el más listo de su clase, pero seguramente el más noble.
Luis Eduardo Aute.
Un maestro. Quizá es el tío más artista que conozco. Desde que se despierta hasta que se acuesta solo piensa en hacer un cuadro, una película o una canción. En el proceso de creación no se toma vacaciones jamás.
Carlos Boyero.
Ese ha sido un tronco. De los que tenía llave de mi casa. Y yo de mis troncos siempre hablo bien y nunca cuento las intimidades. Es mi guía de cine; voy a las películas que él dice, y las que le revientan, me revientan a mí también.
No sé si tiene llaves de tu casa Javier Sardá.
No, hombre. No es amigo mío ni lo será nunca. Me parece un sepulcro blanqueado que quiere estar en todos los sitios al mismo tiempo. ¿Millonario y rojo? ¿Intelectual y amigo de Belén Esteban? No.
Arturo Pérez Reverte.
Un gran tipo. No lo conozco personalmente. Me gustan sus Alatristes y también sus exabruptos y esas opiniones suyas dirigidas a mandar a tomar por el culo a casi todo el mundo.
Hasta para eso hay que tener estilo.
Me gusta él. Incluso me gusta él más que sus novelas.
Se manda a tomar por el culo cuando se tiene libertad.
No es tan fácil ser libre siendo académico de la Lengua.
A la Academia también la ha mandado a tomar por culo. Dice que va a acentuar “sólo” hasta el día que se muera. Pero esa libertad es una libertad privilegiada que supongo también la tienes tú, porque la da el público. A los dos os sostiene la calle, que consume lo que hacéis.
Tienes libertad para decir lo que te da la gana, y aunque pierdes de la otra, como la que te decía de salir después del concierto, compensa. Yo me río en la cara de quienes piensan que estoy subvencionado, cuando ni siquiera he puesto un cartelito de Coca Cola en mi concierto perdiendo bastante dinero, y tengo la satisfacción de saber que soy libre sin ayuda de subvenciones, sino por el ciudadano que se compra la entrada.
Eso que has dicho antes de millonario y rojo. ¿Tú no mantienes tus principios?
Si tienes principios no es difícil. Si no te mantienes fiel, es que no tenías principios. Krahe dice: “No hay que no querer venderse, hay que no saber”. Y a mí me encantaría que viniera alguien a ofrecerme una cosa muy vil y muy inmoral por muchísimo dinero, pero nadie ha venido nunca.
San Juan de la Cruz.
Tal vez esté entre los dos o tres poetas en español elevados. No tanto por la pasión religiosa como por la belleza de la lengua que usa. Los guías turísticos de Úbeda hacen una cosa muy graciosa. Dicen: aquí tenemos el Parador Nacional, el Ayuntamiento y la suerte de que haya venido a morir San Juan de la Cruz.
¿Se iría por ahí de expropiaciones con Sánchez Gordillo?
Lo pienso todos los días. Por pudor no lo llamo y le digo: “Si necesitáis algo, lo que sea”. Es lo que me sale de dentro y además conozco a Sánchez Gordillo y he tocado en Marinaleda, que es un pueblo en el que se vive esa utopía comunista tan pasada de moda, pero donde todo el mundo tiene su casa y su trabajo. Yo me pregunto: “¿Esto no se puede hacer en más sitios?” Y lo han hecho con no violencia activa.
No te veo con esos eufemismos. ¿No violencia activa?
Digo lo que han hecho ellos. En un montón de cosas son ejemplares. ¿Tú has estado en Marinaleda?
No, qué va.
Pues te lo recomiendo. No hay policía.
Por eso mismo el modelo no es exportable.
¡Y es un pueblo limpio, con todas las casas preciosas!
¿No es peligroso justificar un delito alegando otro mayor, como se hace con Gordillo?
¿Pero qué delito? Si entraron en el supermecado con sus carritos, y cuando se fueron sin pagar se puso nerviosa una cajera. ¡Por favor!
Al menos votará a Mario Conde.
¡Buah! No se me ocurre otra cosa. En este país los concejales y alcaldes corruptos renovaron sus votos en las últimas elecciones. El corrupto es un ejemplo como lo era Pablo Escobar en Medellín, que lo sigue siendo. Oír a Mario Conde en Intereconomía me produce arcadas, pero ojo, pagó con cárcel. Y eso en cierta manera lo redime: oigan, yo pagué. A ver si éstos de ahora pagan. A ver si Rato paga.
¿Te da miedo la crisis?
Yo era de los que pensaban que la vida es una y luego el apocalipsis, y que cada cual se arregle. Pero cuando tienes hijos piensas un poquito en esa sucesión de generaciones. La que viene ahora es la primera en muchísimo tiempo, desde la posguerra, que tiene menos expectativas que sus padres. Ahora tengo que pensar como un viejo avaro mirando de comprarle un pisito a cada una, que son cosas que me dan una alergia tremenda. Porque a mí lo que me gustaría es que se fueran de casa con veinte años a vivir la vida, a viajar y a conocer mundo, pero eso quién lo hace ahora.
Tiempos modernos.
Es muy difícil perder de vista que después de crack del 29 vinieron Hitler y Mussolini, la Segunda Guerra Mundial. Ahora se están viendo cosas un poco parecidas y alarmantes. La xenofobia, los partidos de ultraderecha. La debacle absoluta de la imagen del político.
Tú acabas de defender que un diputado vaya a robarle a un empresario.
Es que yo estoy inmerso en lo que está pasando. No soy un alma pura que ve desde fuera. Me parece bien lo del carrito y muchas veces desbarro de los políticos sean quienes sean. Vivo en mi tiempo y no estoy libre de culpa ni de pecado. De lo que sí estoy libre es cuando nos dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Mire usted: nunca he tenido una hipoteca y nunca he debido nada a nadie porque llevo el dinero en el calcetín. No he vivido por encima de mis posibilidades. He vivido por debajo de mis posibilidades porque mi dinero ha servido para que vivan bastante mejor todos mis amigos, carajo.
Hay un poeta aquí en Vigo, Carlos Oroza.
Por favor. Carlos Oroza era el rey del Gijón. Y era muy buen poeta. Hace muchos años que no sé nada de él.
Cita a Walt Whitman: “Me contradigo porque contengo multitudes”.
Parece de Vallejo. Es muy buen verso. Fíjate cómo son los tiempos que nos vamos a comer Serrat y yo con un loco viejo amigo nuestro que ahora es presidente de la SGAE, Antón Reixa.
Pero Reixa aunque llegue a ministro siempre será el líder de Os Resentidos.
Me hizo el vídeo de Una de romanos. Lo pasamos muy bien. Yo me voy a reír, porque no me lo imagino hablando como presidente de la Sociedad de Autores.
Pues tú eres muy amigo de Teddy Bautista.
Sí. Y creo que diez años antes de que pasara lo que pasó yo hablaba de que no me gustaba el faraonismo en el que estaba entrando la SGAE, y que no tenía por qué comprar palacios ni torres sino repartir el dinero porque muchos autores viven muy estrechamente. Y esto en alguna ocasión lo discutí con Teddy.
Esta transición de modelo de negocio se va a dejar por el camino a un par de generaciones.
De músicos ya se ha llevado. ¿Tú ves este diente roto que tengo? Es de darme cantazos por la mañana cuando me levanto, porque por la noche cuando tocamos nos encontramos los recintos llenos y me parece un milagro. Mis músicos tuvieron hace poco una comida de hermandad del sector, con músicos de toda España, y aquello fue el llanto y el crujir de dientes. Nadie tenía trabajo, a algunos les iban a quitar la casa. Lo que ha pasado con mi profesión es una falla tectónica que nos ha cogido en pleno.
Y jóvenes de talento que van a tener que ejercer de notarios, con suerte.
De la gente joven con talento digo que me señales quién y yo le escucho. Y a mis hijas les digo lo mismo. Cuando nosotros empezamos era un horror. Es que no había ni sitios donde tocar. ¿Dónde tocaba yo? En los restaurantes mientras la gente comía, o en el metro o en una esquina de Portobello Road. Y ahora tienen Internet, ojo. Que yo no sé nada de Internet ni me acerco a él, pero reconozco que es un manera de grabar tus cosas en casa, colgarlas y poder tener 80.000 visitas. Un modo impresionante de tener público inmediato.
Internet también ha suprimido las élites. O las ha atenuado.
El hecho de que tenga el mismo valor la opinión de un imbécil, que son los que más tiempo pasan en Internet, que la de Savater, pues no. Decía Borges que la democracia es un exceso de la estadística. No estoy de acuerdo, pero con Internet, sí. ¿Que valga igual la opinión de un imbécil que no da la cara y no firma, que la de un sabio? Sé que me pierdo algo muy importante con Internet, pero prefiero dejar el tiempo con un libro que estar leyendo lo que opinan 500 personas del concierto que di ayer en Vigo.
El ordenador ni con un palo.
Yo no tengo teléfono fijo.
¿Cómo te comunicas?
Aprovecho las entrevistas para que mis amigos sepan de mí.
Como un gran anuncio de contactos.
Sí, pero ahora es a mí al que le duele la cabeza.
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