Aguirre, la cólera de Dios
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Aguirre, la cólera de Dios
La Comunidad de Madrid va a dejar en la estacada a miles de niños autistas, ahorrándose así un importante gasto extra, porque, según sus asesores, no hay que sobrecargar a estas pobres criaturas con tareas excesivas. Dicho en cristiano: quien pueda pagarse una educación especial, que se la pague; los pobres, que se jodan. He ahí el programa oculto del PP resumido en una sola frase por cortesía de Andrea Fabra y puesto en práctica con su diligencia habitual por doña Esperanza Aguirre.
Es curioso este doble rasero clasista en un partido que defiende a capa y espada la dignidad de la vida, incluso en el caso de los fetos con malformaciones congénitas. Al parecer, una vez nacidos, la dignidad pasa a depender directamente de la cuenta corriente. Dejadlos nacer a todos, que Dios cuidará de los suyos. Es el mismo principio practicado por ese simpático párroco que le negó la comunión a una discapacitada por no enterarse de la misa la media. Honestamente, la comunión se la pueden meter donde les quepa, pero la educación especial la han pagado los madrileños a precio de sangre.
Anna Flotats ha firmado un reportaje modélico en muchos sentidos, pero especialmente en el de la contención, porque hay que tener el teclado muy bien calibrado para escribir sobre esta desgracia y no acabar rompiéndolo de pura rabia. Cuando digo “desgracia” no me refiero a la mala suerte de que te nazca un hijo autista sino a la catástrofe de que, por culpa de los votos, te caiga encima la señora Aguirre cada cuatro años. La señora Aguirre y la palabra catástrofe van juntas de la mano como los cuatro jinetes del Apocalipsis, sólo que la catástrofe siempre se la llevan los demás y ella sale con la permanente intacta, así se hunda un helicóptero, bombardeen Bombay o se establezca a gobernar Madrid con su corte de los milagros por los siglos de los siglos.
Somos muchos los que pensamos que, puestos a ahorrar, antes de dejar tiradas a un montón de criaturas indefensas y de padres desesperados, la señora Aguirre podría prescindir de algunos de esos cientos de asesores cuya única función consiste en babear, cuando no en plagiar descaradamente a Himmler. O desmantelar ese lamentable circo estalinista pagado con dinero público que responde al pomposo nombre de Teatro del Canal. O recortar un poco en las ayudas que la Comunidad destina a centros de enseñanza y hospitales privados. O cerrar un poco el grifo de ese abominable orfeón de lameculos llamado Telemadrid.
Lo más gracioso de todo es que la señora Aguirre se proclama liberal, cuando el liberalismo es el reverso exacto de su ideario político, la antítesis perfecta de Robin Hood: robar a los pobres para dárselo a los ricos. También se proclama cristiana pero a eso ya respondió Dostojevski cuando dijo que si Cristo regresara y viera las cosas que hacen en su nombre, le darían ganas de vomitar. Del asco.
http://blogs.publico.es/davidtorres/2012/07/30/aguirre-la-colera-de-dios/
Es curioso este doble rasero clasista en un partido que defiende a capa y espada la dignidad de la vida, incluso en el caso de los fetos con malformaciones congénitas. Al parecer, una vez nacidos, la dignidad pasa a depender directamente de la cuenta corriente. Dejadlos nacer a todos, que Dios cuidará de los suyos. Es el mismo principio practicado por ese simpático párroco que le negó la comunión a una discapacitada por no enterarse de la misa la media. Honestamente, la comunión se la pueden meter donde les quepa, pero la educación especial la han pagado los madrileños a precio de sangre.
Anna Flotats ha firmado un reportaje modélico en muchos sentidos, pero especialmente en el de la contención, porque hay que tener el teclado muy bien calibrado para escribir sobre esta desgracia y no acabar rompiéndolo de pura rabia. Cuando digo “desgracia” no me refiero a la mala suerte de que te nazca un hijo autista sino a la catástrofe de que, por culpa de los votos, te caiga encima la señora Aguirre cada cuatro años. La señora Aguirre y la palabra catástrofe van juntas de la mano como los cuatro jinetes del Apocalipsis, sólo que la catástrofe siempre se la llevan los demás y ella sale con la permanente intacta, así se hunda un helicóptero, bombardeen Bombay o se establezca a gobernar Madrid con su corte de los milagros por los siglos de los siglos.
Somos muchos los que pensamos que, puestos a ahorrar, antes de dejar tiradas a un montón de criaturas indefensas y de padres desesperados, la señora Aguirre podría prescindir de algunos de esos cientos de asesores cuya única función consiste en babear, cuando no en plagiar descaradamente a Himmler. O desmantelar ese lamentable circo estalinista pagado con dinero público que responde al pomposo nombre de Teatro del Canal. O recortar un poco en las ayudas que la Comunidad destina a centros de enseñanza y hospitales privados. O cerrar un poco el grifo de ese abominable orfeón de lameculos llamado Telemadrid.
Lo más gracioso de todo es que la señora Aguirre se proclama liberal, cuando el liberalismo es el reverso exacto de su ideario político, la antítesis perfecta de Robin Hood: robar a los pobres para dárselo a los ricos. También se proclama cristiana pero a eso ya respondió Dostojevski cuando dijo que si Cristo regresara y viera las cosas que hacen en su nombre, le darían ganas de vomitar. Del asco.
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