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Generación 'nimileurista'

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Mensaje por marijuli Dom Mar 11, 2012 12:05 pm

Hace seis años, en agosto de 2005, una joven catalana escribió una carta a este periódico. Se titulaba ‘Yo soy mileurista’, término que ella acuñó. Carolina Alguacil tenía entonces 27 años y se quejaba de la precariedad laboral de su generación: “El mileurista es aquel joven, de 25 a 34 años, licenciado, bien preparado, que habla idiomas, tiene posgrados, másteres y cursillos. Normalmente iniciado en la hostelería, ha pasado grandes temporadas en trabajos no remunerados, llamados eufemísticamente becarios, prácticos (claro), trainings, etcétera. Ahora echa la vista atrás, y quiere sentirse satisfecho, porque al cabo de dos renovaciones de contrato, le han hecho fijo (…) Lleva tres o cuatro años en el circuito laboral, con suerte la mitad cotizados (...). Lo malo es que no gana más de mil euros, sin pagas extras, y mejor no te quejes. No ahorra, no tiene casa, ni coche, ni hijos, vive al día. A veces es divertido, pero ya cansa (...)”. Releer hoy aquella carta deja un sabor amargo. Porque evidencia que se ha retrocedido. El mileurismo ha dado paso a una versión aún más precaria de sí mismo, el nimileurismo. “Antes éramos mileuristas y aspirábamos a más. Ahora la aspiración es ganar mil euros”, resume la propia Alguacil, que estudió Comunicación Audiovisual, es autónoma y se ha mudado a Córdoba. “Ni mucho menos me imaginaba yo entonces que la cosa iba a ir a peor”. Ella ya no es mileurista, pero no cree que gane lo que debería: “No me conformo”.

Desde 2005 las perspectivas económicas han dado un vuelco. Ese año España crecía a un cómodo 3,6% y soñaba con entrar en el G8. Los anuncios de venta de pisos duraban poco en los balcones. Solo un puñado de iluminados —que después han dado cientos de entrevistas— supieron ver que se avecinaba un tsunami financiero, una enorme crisis que cuatro años después sigue tumbando fichas y que está dejando a Europa exhausta y políticamente malherida. Grecia sigue al borde del abismo. Portugal e Irlanda han tenido que ser rescatadas. Y España, ahogada por el paro, se zambulle de nuevo en la recesión con otros 30.000 millones en recortes encima de la mesa.

Ante este panorama, miles de jóvenes sienten que caminan hacia atrás. En 2005 el paro juvenil rondaba el 20%. Ahora araña el 50% y hace tiempo que duplicó la media europea (22,4%). La generación mejor preparada tiene las peores perspectivas desde la Transición y se siente víctima de los excesos de otros. El 15-M o las protestas estudiantiles de las últimas semanas dan muestra de su indignación. Hasta ahora, muchos de estos jóvenes han contado con la ayuda de sus padres. Pero a algunos se les ha agotado ese colchón. “Todos los indicadores han empeorado, todos”, dice el sociólogo Esteban Sánchez, experto en juventud y precariedad. “Altísimo desempleo, alta temporalidad y bajos salarios. Ha sido tremendo. No hay ni un dato que nos haga albergar algún tipo de perspectiva positiva”. “La sensación extendida es que no hay futuro”, resume Guillermo Jiménez, de 21 años, estudiante de Derecho y Políticas, de la asociación de universitarios Juventud sin Futuro. EL PAÍS inicia hoy una serie sobre los problemas, retos y sueños de esta generación nimileurista. Los reportajes se publicarán a diario durante las próximas semanas en la sección de Vida & Artes del diario impreso y en la sección Nimileurista creada dentro de nuestro área de Política, donde también se abrirán fotos de debate.

En su breve vida laboral, Pedro, un madrileño de 28 años, ha probado todas las formas de precariedad: paro, salarios nimileuristas o directamente anecdóticos, dinero en negro. Repasa la sucesión de empleos sin aspavientos. Para él, es lo normal. Como todo hijo de vecino se estrenó siendo becario. Después llegó su primer contrato: 700 euros mensuales en una productora de publicidad; al año se lo subieron a 800 euros. “En 2009 empezaron los despidos. Fue cayendo gente y cuando pensaba que me había librado, me tocó a mí”. Durante los seis meses que estuvo en paro aceptó la tarea de publicar en una web a un euro la pieza. “Al principio me curraba cada texto. Luego me escribía lo de toda la semana en una tarde, total, por 20 euros al mes…”. Hasta hace unas semanas era el community manager de una compañía (el responsable de gestionar sus redes sociales). Ganaba 940 euros, pero le acaban de despedir. Sus ingresos se reducen a los 90 euros por día que le paga una agencia de publicidad cuando le necesita como refuerzo. Se los dan en un sobre. “Y menos mal que tengo eso”, dice Pedro. “Mi planteamiento es muy sencillo: pillar trabajo de donde sea. Mis padres no lo entienden. ¿Pero estás buscando, has mirado bien? Y es que está la cosa fatal. En las pocas ofertas que salen nos apuntamos 500. Que te llamen para la entrevista es ya un triunfo. Hay muchísima gente con más experiencia, me siento en un limbo… La verdad es que no pensaba que la crisis fuese a durar tanto. Este es el primer año en que tengo claro que no va a ser el último. Ni el que viene, ni el siguiente”.

En España viven 10.423.798 personas de entre 18 y 34 años. Al igual que Pedro, reman contra los elementos y un mercado laboral menguante mientras los ya viejos problemas empeoran y se alimentan: salarios precarios, paro de larga duración, sobrecualificación, tardía emancipación, fuga de cerebros… Su ingreso medio neto (incluyendo a los parados), es de 824 euros al mes. Y los que están trabajando, ganan de media 1.318 euros mensuales (datos del Consejo de la Juventud de España). Profesiones que parecían a salvo del mileurismo, ya no lo están. La Politécnica de Valencia siguió los primeros pasos laborales de ingenieros y arquitectos que se licenciaron en 2008: uno de cada cuatro no llegaba a mileurista. Y lo que es más grave: el nimileurismo había avanzado un 8% respecto a los graduados un año antes.

A la estadística le pone cara Amanda, una valenciana de 29 años (no quiere decir su apellido). Ingresa mil euros mensuales y trabaja de diez de la mañana a 21.30 de la noche “con media hora para comer”. “Es surrealista, cuando salgo de casa no ha abierto el supermercado y cuando vuelvo, ya está cerrado. No me da tiempo a nada, ni a hacer cursos, ni muchas veces ni siquiera a prepararme la comida del día siguiente. Curro como una directiva, pero cobro como una pringada”. En Amanda conviven en extraña armonía dos sensaciones enfrentadas: la de sentirse explotada y privilegiada. Hasta encontrar su actual empleo, en un departamento de ventas, se sentía “la eterna becaria”. “Había encadenado seis becas. La primera fue sin remunerar. Bueno, me daban tickets de comida. Y la última, en un organismo público, fue la mejor pagada: 600 euros. Lo de las becas no tiene límite, todo depende de cuánto tiempo puedan estar apoyándote tus padres. Por eso ahora estoy feliz de mantenerme a mí misma. Aunque no me da para nada no ha habido otra época en que haya pensado tanto en lo afortunada que soy. Y cruzando los dedos, porque mi contrato es temporal. Me da pánico que me echen”.

Ese pánico, que avanza de la mano de la crisis, se ceba con los jóvenes. Ya en 2005 una encuesta planteó a diversos grupos de edad si sentían que su empleo era seguro. Sólo un 13% de los menores de 24 años respondió afirmativamente, frente a un 37% de los empleados de entre 45 y 54 años. El motivo, destaca el economista Florentino Felgueroso, director de la cátedra de Capital Humano y Empleo de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, es que España se caracteriza “más que ningún otro país por la aplicación de la regla lifo (last in, first out: último en entrar, primero en salir)”.

Mas en:

http://politica.elpais.com/politica/2012/03/09/nimileurista/1331312384_412362.html
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Mensaje por Coro Dom Mar 11, 2012 1:47 pm

Bueno decir que no solo los jovenes son nimileuristas. A muchos y padres y madres de familia le han bajado el sueldo a lo bestia con la crisis. Cobrar más de mil les parecia un sueño que quizas nunca más se cumpla
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