Los campesinos chinos se alzan contra la corrupción oficial
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Los campesinos chinos se alzan contra la corrupción oficial
Una oleada de protestas campesinas está sacudiendo el espinazo de China. Son cientos, en ocasiones miles de habitantes rurales que luchan por recuperar la propiedad sobre sus tierras, un derecho arrebatado de forma sistemática por funcionarios corruptos que, en el mejor de los casos, pagan cantidades ínfimas como compensación.
En diciembre fue la aldea de Wukan, al sur del país, la que a través de una protesta pacífica y tras expulsar a los gobernantes locales consiguió lo impensable en China: la comprensión del gobierno central y hasta la convocatoria de elecciones democráticas para escoger a nuevos líderes. Ahora, animados por esa victoria, distintos pueblos a lo largo del país, desde la provincia interior de Henan hasta la costera de Zhejiang, se están lanzando a la calle para reclamar el fin de la corrupción inmobiliaria.
La aldea de Panhe, cerca de Wenzhou, una importante ciudad portuaria, ha tomado este mes el testigo de Wukan. Centenares de campesinos desposeídos se han manifestado durante días en las calles para que el gobierno local corrupto les devuelva sus tierras o pague un precio justo por ellas. Se trata de una revuelta social que comenzó en octubre, cuando 5.000 personas se echaron a la calle para protestar por las ventas de terreno que los gobernantes llevan años practicando a sus espaldas. Las fuerzas de seguridad reprendieron duramente a los agitadores y arrestaron a una decena de personas por derrumbar las vallas de obra de una promotora inmobiliaria. Ahora, el éxito de Wukan ha vuelto a encender la mecha de su ira.
"Los funcionarios locales han vendido nuestras tierras sin decirnos nada y no nos han dado ningún dinero. Los campesinos vivimos de la tierra, pero ahora nos hemos quedado sin ella", denunció Lu Chen, habitante de Panhe, a la televisión NDTV. "Todo los habitantes han salido a la calle. Hoy marcharemos de nuevo y todo el mundo debería venir. He visto incluso niños pasando por delante de mi casa", narró Ma, aldeana del lugar. Según el diario Global Times, portavoz del Partido Comunista, sólo hubo tres días de protestas en la primera semana de febrero con menos de 200 participantes. Unas cuentas que no cuadran con los relatos de los aldeanos, que cifran en 3.000 las personas que se han manifestado de forma continuada sin que la policía ni los aparatos de represión extraoficiales hayan impedido sus marchas, aunque éstos sí han agredido en los últimos días a tres periodistas extranjeros que se acercaron al lugar.
De hecho, el ejemplo de Panhe ha hecho que asociaciones como el Club de Corresponsales Extranjeros de China recomienden a los periodistas tener mucho cuidado en estas aldeas, ya que en ellas operan bandas parapoliciales sin control. Hoy los accesos a Panhe están totalmente sellados por policías uniformados y agentes de paisano, quienes bloquean el paso a todo aquel que no sea residente en la aldea.
¿Qué está ocurriendo en China? Según Joseph Cheng, analista político de la Universidad de la Ciudad de Hong Kong, no se trata de una revolución sino del "cada vez mayor ejercicio de sus derechos" por parte de los chinos. La perseverancia de los manifestantes agraviados, el éxito de Wukan como referente, y una cierta connivencia de Pekín a la hora de dejar fluir la ira social contra la corrupción a escala local explican el por qué de esta oleada de descontento social.
"Para que una protesta tenga éxito se necesita empeño y solidaridad para desafiar a las autoridades. Hay que ser valiente y conseguir que se fijen en ti los medios de comunicación, especialmente los extranjeros. El objetivo último de los manifestantes es atraer la atención de Pekín hacia sus problemas, ya que entienden que es la única forma de resolver las injusticias", explica Cheng a Público. "La línea de base del Partido Comunista es mantener el monopolio del poder político. En tanto que las protestas no desafíen el liderazgo del partido, mientras sean estrictamente de carácter local, Pekín se mostrará bastante dispuesto a castigar a los funcionarios corruptos, ya que eso refuerza la legitimidad del régimen, minimiza los disturbios sociales y soluciona los problemas de los agraviados", detalla el politólogo.
En efecto, todas las protestas coinciden en desmarcarse del ámbito político e insistir en la magnanimidad de Pekín como mecanismo de defensa ante la represión policial. Sobre todo a pocos meses del traspaso de poderes en la cúpula del PCCh, fechas históricamente muy sensibles en las que el régimen tiene una especial obsesión por mantener la calma social.
Los expertos vaticinan para los próximos meses más revueltas campesinas por la propiedad de la tierra gracias al efecto Wukan, que ha establecido una hoja de ruta para hacerse con la victoria. No en vano, la situación es dramática. El 43% de los campesinos chinos aseguran haber sido víctimas de expropiaciones de tierras, y de éstos un 25% nunca han recibido compensación alguna, según una encuesta de la Universidad del Pueblo de Pekín. Y aún más: casi dos tercios de los que recibieron compensación, lo hicieron en cantidades 40 veces inferiores al precio de mercado.
En diciembre fue la aldea de Wukan, al sur del país, la que a través de una protesta pacífica y tras expulsar a los gobernantes locales consiguió lo impensable en China: la comprensión del gobierno central y hasta la convocatoria de elecciones democráticas para escoger a nuevos líderes. Ahora, animados por esa victoria, distintos pueblos a lo largo del país, desde la provincia interior de Henan hasta la costera de Zhejiang, se están lanzando a la calle para reclamar el fin de la corrupción inmobiliaria.
La aldea de Panhe, cerca de Wenzhou, una importante ciudad portuaria, ha tomado este mes el testigo de Wukan. Centenares de campesinos desposeídos se han manifestado durante días en las calles para que el gobierno local corrupto les devuelva sus tierras o pague un precio justo por ellas. Se trata de una revuelta social que comenzó en octubre, cuando 5.000 personas se echaron a la calle para protestar por las ventas de terreno que los gobernantes llevan años practicando a sus espaldas. Las fuerzas de seguridad reprendieron duramente a los agitadores y arrestaron a una decena de personas por derrumbar las vallas de obra de una promotora inmobiliaria. Ahora, el éxito de Wukan ha vuelto a encender la mecha de su ira.
"Los funcionarios locales han vendido nuestras tierras sin decirnos nada y no nos han dado ningún dinero. Los campesinos vivimos de la tierra, pero ahora nos hemos quedado sin ella", denunció Lu Chen, habitante de Panhe, a la televisión NDTV. "Todo los habitantes han salido a la calle. Hoy marcharemos de nuevo y todo el mundo debería venir. He visto incluso niños pasando por delante de mi casa", narró Ma, aldeana del lugar. Según el diario Global Times, portavoz del Partido Comunista, sólo hubo tres días de protestas en la primera semana de febrero con menos de 200 participantes. Unas cuentas que no cuadran con los relatos de los aldeanos, que cifran en 3.000 las personas que se han manifestado de forma continuada sin que la policía ni los aparatos de represión extraoficiales hayan impedido sus marchas, aunque éstos sí han agredido en los últimos días a tres periodistas extranjeros que se acercaron al lugar.
De hecho, el ejemplo de Panhe ha hecho que asociaciones como el Club de Corresponsales Extranjeros de China recomienden a los periodistas tener mucho cuidado en estas aldeas, ya que en ellas operan bandas parapoliciales sin control. Hoy los accesos a Panhe están totalmente sellados por policías uniformados y agentes de paisano, quienes bloquean el paso a todo aquel que no sea residente en la aldea.
¿Qué está ocurriendo en China? Según Joseph Cheng, analista político de la Universidad de la Ciudad de Hong Kong, no se trata de una revolución sino del "cada vez mayor ejercicio de sus derechos" por parte de los chinos. La perseverancia de los manifestantes agraviados, el éxito de Wukan como referente, y una cierta connivencia de Pekín a la hora de dejar fluir la ira social contra la corrupción a escala local explican el por qué de esta oleada de descontento social.
"Para que una protesta tenga éxito se necesita empeño y solidaridad para desafiar a las autoridades. Hay que ser valiente y conseguir que se fijen en ti los medios de comunicación, especialmente los extranjeros. El objetivo último de los manifestantes es atraer la atención de Pekín hacia sus problemas, ya que entienden que es la única forma de resolver las injusticias", explica Cheng a Público. "La línea de base del Partido Comunista es mantener el monopolio del poder político. En tanto que las protestas no desafíen el liderazgo del partido, mientras sean estrictamente de carácter local, Pekín se mostrará bastante dispuesto a castigar a los funcionarios corruptos, ya que eso refuerza la legitimidad del régimen, minimiza los disturbios sociales y soluciona los problemas de los agraviados", detalla el politólogo.
En efecto, todas las protestas coinciden en desmarcarse del ámbito político e insistir en la magnanimidad de Pekín como mecanismo de defensa ante la represión policial. Sobre todo a pocos meses del traspaso de poderes en la cúpula del PCCh, fechas históricamente muy sensibles en las que el régimen tiene una especial obsesión por mantener la calma social.
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marijuli- MODERADORA
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Fecha de inscripción : 28/10/2008
Re: Los campesinos chinos se alzan contra la corrupción oficial
Que sucederia si el pueblo chino se levanta?
marijuli- MODERADORA
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Fecha de inscripción : 28/10/2008
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