Picasso, el mal comunista
Página 1 de 1.
Picasso, el mal comunista
Hubo un tiempo en el que Picasso brindaba a la salud del camarada Stalin. Si no literalmente, al menos en la portada de la revista 'Les lettres françaises' de su amigo Louis Aragon. El número data de 1949 y combina un poema más bien sentimental sobre el dictador georgiano y un dibujo del pintor español. Apenas una mano grácil con una copa y la leyenda inequívoca: 'Staline à ta santé'.
El periódico es una de las perlas de la exposición 'Picasso: paz y libertad� que el viernes se inaugurará en la sucursal norteña de la Tate Gallery, en la ciudad de Liverpool. La muestra examina el perfil más político del pintor y sus conexiones con la República española, la Resistencia francesa, el movimiento pacifista durante la Guerra Fría y el comunismo internacional. Permanecerá abierta hasta el próximo 30 de agosto.
En realidad, Picasso nunca estuvo del todo fascinado por Stalin. Terminó en el comunismo por la influencia de amigos como Aragon, que lo reclutaron para la causa como un caro trofeo. Comunista pero millonario y mujeriego a más no poder. Y más fascinado por las modelos de la Costa Azul que por la momia de Lenin.
La exhibición profundiza en la extraña relación entre Picasso y los popes del partido, que lo acusaban en voz baja de ser un artista burgués. Lo era, pero donó cientos de obras a la causa comunista y desarrolló algunos de los emblemas del pacifismo de posguerra, que, como recuerda la comisaria Linda Morris, no era otra cosa que un satélite del comunismo internacional. "La URSS no tenía aún el arma nuclear", dice Morris, "por eso ayudaron a organizar el movimiento pacifista, donde había metido mucho dinero soviético".
Palomas y halcones
A ese pacifismo donó Picasso su símbolo más perdurable: la paloma de la paz. O las palomas porque las pintó en mil y una formas: naífs, realistas, cubistas... Se reprodujeron en miles de carteles en todo el mundo. El propio pintor se convirtió en una especie de emblema del movimiento y asistió a los congresos Sheffield, Roma o Wroclaw. Fue en la ciudad polaca en 1948 donde un comisario político soviético le acusó de hacer arte "impresionista y surrealista". Un pecado terrible para los rígidos postulados del realismo socialista. Con retranca malagueña, el pintor le respondió: "Si se quieren meter conmigo, que por lo menos elijan los términos bien".
Unos años después, la disputa volvió a explotar. Esta vez a resultas de un retrato de Stalin publicado de nuevo en la portada de 'Les lettres françaises'. Picasso se resistió a hacerlo escudándose en que nunca lo había visto antes. Al final, dibujó una imagen abocetada y juvenil que los comunistas franceses denunciaron como ofensiva y que no se reprodujo en ninguno de los órganos del partido. "Picasso era un mal comunista", dice Morris, "su comunismo no nace de la Revolución Rusa sino del antiamericanismo español de la Guerra de Cuba". Una percepción que concuerda con la de su biógrafo Patrick O'Brian, que define al pintor como "el comunista más apolítico de todos los tiempos"
El periódico es una de las perlas de la exposición 'Picasso: paz y libertad� que el viernes se inaugurará en la sucursal norteña de la Tate Gallery, en la ciudad de Liverpool. La muestra examina el perfil más político del pintor y sus conexiones con la República española, la Resistencia francesa, el movimiento pacifista durante la Guerra Fría y el comunismo internacional. Permanecerá abierta hasta el próximo 30 de agosto.
En realidad, Picasso nunca estuvo del todo fascinado por Stalin. Terminó en el comunismo por la influencia de amigos como Aragon, que lo reclutaron para la causa como un caro trofeo. Comunista pero millonario y mujeriego a más no poder. Y más fascinado por las modelos de la Costa Azul que por la momia de Lenin.
La exhibición profundiza en la extraña relación entre Picasso y los popes del partido, que lo acusaban en voz baja de ser un artista burgués. Lo era, pero donó cientos de obras a la causa comunista y desarrolló algunos de los emblemas del pacifismo de posguerra, que, como recuerda la comisaria Linda Morris, no era otra cosa que un satélite del comunismo internacional. "La URSS no tenía aún el arma nuclear", dice Morris, "por eso ayudaron a organizar el movimiento pacifista, donde había metido mucho dinero soviético".
Palomas y halcones
A ese pacifismo donó Picasso su símbolo más perdurable: la paloma de la paz. O las palomas porque las pintó en mil y una formas: naífs, realistas, cubistas... Se reprodujeron en miles de carteles en todo el mundo. El propio pintor se convirtió en una especie de emblema del movimiento y asistió a los congresos Sheffield, Roma o Wroclaw. Fue en la ciudad polaca en 1948 donde un comisario político soviético le acusó de hacer arte "impresionista y surrealista". Un pecado terrible para los rígidos postulados del realismo socialista. Con retranca malagueña, el pintor le respondió: "Si se quieren meter conmigo, que por lo menos elijan los términos bien".
Unos años después, la disputa volvió a explotar. Esta vez a resultas de un retrato de Stalin publicado de nuevo en la portada de 'Les lettres françaises'. Picasso se resistió a hacerlo escudándose en que nunca lo había visto antes. Al final, dibujó una imagen abocetada y juvenil que los comunistas franceses denunciaron como ofensiva y que no se reprodujo en ninguno de los órganos del partido. "Picasso era un mal comunista", dice Morris, "su comunismo no nace de la Revolución Rusa sino del antiamericanismo español de la Guerra de Cuba". Una percepción que concuerda con la de su biógrafo Patrick O'Brian, que define al pintor como "el comunista más apolítico de todos los tiempos"
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.